Tóxico 5 puntos
Dirección: Ariel Martínez Herrera.
Guion: A. Martínez Herrera, L. Orlando Brennan, L. Nuñez de Arco, S. La Rosa y S. Podestá
Biólogo asesor: Emiliano Aguerreberry.
Duración: 80 minutos.
Intérpretes: Jazmín Stuart, Agustín Rittano, Alejandro Jovi, Martín Garabal, Lucila Mangone.
Estreno en Cine.Ar TV, hoy y mañana a las 20, y luego en Cine.Ar Play.
Los personajes usan barbijo y alcohol en gel, la epidemia “mantiene en vilo a la comunidad internacional” y hay muertos en las calles, como en Ecuador. Pero no se trata de un documental urgente sobre la pandemia de coronavirus sino de una ficción filmada hace ya un par de años, de un valor profético que habría que ver si sus propios responsables sospechaban que tendría en el momento de escribirla. A diferencia de lo que sucede actualmente, en que los medios y los gobiernos mantienen informada a la población sobre lo (poco) que se sabe del virus, en la ficción de Tóxico los personajes no saben nada. Ni sobre el virus en sí ni sobre las medidas de prevención y cuidado que deben adoptarse, por lo cual andan desorientados y se ponen y se sacan los barbijos, un poco al tuntún. La otra diferencia es que en esa epidemia hay saqueos y vandalismo, además de persecuciones policiales a puro bastonazo (esto no es tan distinto, en verdad). Y hay un grupo, tal vez anarquista, que pinta las paredes con un ojo tachado, que la policía se encarga de tapar con pintura blanca.
Ese mundo en estado de caos es atravesado por la pareja formada por Laura (Jazmín Stuart) y Agustín (Agustín Rittano), que parte de la ciudad al campo en una casa rodante tan espaciosa que tiene living y habitación matrimonial. Agustín está desesperado y se pone agresivo, Laura trata de calmarlo mientras reclama algo más de afecto (pero en ese mundo rige también la distancia preventiva) y espera el momento para darle una noticia que no se sabe si es buena o mala. Ninguno de ambos puede conciliar el sueño, por lo cual hace días que no duermen. Como toda película de viaje, en su camino los protagonistas se cruzan con gente. Una pareja amiga que los invita a pasar la noche, y que a diferencia de ellos tiene una actitud chacotera hacia la situación, tal vez por inconsciencia; una partida policial tan siniestra como puede llegar a serlo cualquier partida policial, y el encargado de una estación de servicio devastada, que combina ciertas nociones de respeto por la naturaleza con rituales disparatados.
No pasa mucho en Tóxico, no porque no pase sino que lo que pasa no suma demasiado, y más que escalones narrativos parece una forma de hilar ideas sueltas. Hay algunos gags, como un señor de pijama que aparece en situaciones diversas, otro vestido de frac que intenta suicidarse en medio del campo y no puede, una familia integrada por una madre y sus hijas, que llevan máscaras de pájaro y se dedican al terrorismo rural, volando puentes. Pasan cosas raras también, como una escena en la que según todo indica (subjetivas desde el parabrisas, con las luces de la casa rodante iluminando el camino en medio de la noche) Laura y Agustín parten, pero en la escena siguiente vuelven a aparecer en el decorado anterior, como si la secuencia estuviera mal compaginada. O como el dato de que, de tantos autos que chocaron contra él, el obelisco se cayó. Una curiosidad fallida, en definitiva, más recordable por su carácter visionario que por algún otro mérito propio.