La cuarentena, el aislamiento físico que se ha vuelto necesario acatar, dio lugar a multiplicidad de consejos (¡bienvenidos los consejos si nos hacen la vida más vivible!) acerca de qué modo distribuir el tiempo, cómo ejercitarse, pero esencialmente acerca de la soledad y cómo afectaría la cuarentena a los lazos sociales.

Vino a mi memoria una película, ya antigua, del año 2000; protagonizada por Tom Hanks, Náufrago, dirigida por Robert Zemeckis. En esta película, un analista de sistemas, alguien exitoso en el mundo comercial, sufre un accidente aéreo a causa de una tormenta, cayendo al mar y con la suerte de llegar a tierra en una isla desierta. Claramente se sitúa el eje de la historia en el asunto de la supervivencia y la soledad.

En el drama que se desarrolla, el protagonista encuentra un recurso para hacer posible su cotidianeidad: un personaje con quien hablar. Una pelota que era transportada en el avión y que vuelve su interlocutor: “Wilson”. Construye a este otro que lo acompaña a partir de entonces como surgiendo de una necesidad urgente.

Los que estamos inmersos en el psicoanálisis de orientación lacaniana sabemos que, esto que en la película se plantea como una necesidad urgente, en el ser hablante no es ni normal ni natural. Pero, sin dudas el aislamiento propio de la cuarentena viene a poner en evidencia lo que ya estaba en pleno funcionamiento: la soledad contemporánea es acorde a la velocidad en que se actualizan los consumos generalizados.

Desde fines de los años 60 y principios de los 70, Lacan había formalizado lo que llamó “sus cuatro discursos”. Los discursos no son otra cosa que las diferentes modalidades de lazos sociales. Y, habría que decir, que en el curso de un análisis lo que se produce es un tratamiento, un movimiento de la posición del discurso. La cuestión que se juega es que los múltiples objetos que nos propone el mercado vienen a obturar ese funcionamiento.

Podría decirse que el mercado tiene sobre los sujetos un efecto desagregativo. Al mismo tiempo que nos tapona el deseo, nos desconecta y nos iguala. Todos iguales frente al mercado. En ese sentido, ¡la cuarentena no resulta nueva! 

La cuarentena muestra el efecto desagregativo de modo descarnado, sin ningún tipo de máscara ni pudor. Todos iguales frente a la amenaza del virus y todos aislados… ruptura de los lazos.

Me doy cuenta ahora, que Náufrago tiene mucho que ver con Robinson Crusoe. El personaje de Daniel Defoe, también perdido en una isla desierta, quien construye un interlocutor al enseñarle su idioma a Viernes.

También Robinson Crusoe estaba dedicado al comercio (su naufragio se produce en una expedición en busca de esclavos). El personaje que sin duda está en evidencia es la catástrofe colectiva, subjetiva. No se trata del virus, se trata del naufragio. Somos todos náufragos. Algunos hemos elegido el psicoanálisis como la vía de rescatar, no a la humanidad, de ninguna manera, sino al deseo. Dependerá de cada uno tomar un camino que le permita una vida por fuera de los automatismos y los espejismos del mercado.

*Miembro de la EOL y de la AMP. Director de la EOL Sección Rosario.