Empezar como docente de una universidad pública en 1999 puede tener, en muchos sentidos, tantos desafíos como hacerlo en la crisis que inaugura la presente década. Por eso, cuando el diseñador Santiago Spigariol –presentador de Mundo Zamba en Facebook– relaciona pandemia, educación y crisis, recuerda: “En el ‘99-2000 había esa sensación de estar ‘perdiendo el tiempo’ porque no teníamos clases. Pero en las marchas de esa época aprendí más de Educación Cívica que en todo el secundario. De la misma manera, ahora está ese miedo a ‘no producir’ y en realidad estamos aprendiendo y replanteándonos muchas cosas. Creo que es el momento para ser contemplativos: cualquiera que ame las clases y entienda que se basan en la conversación, la acción y la reflexión hoy la está pasando mal. Pero lo positivo es poder repensar nuestras prácticas”.
La productora El Perro en La Luna, creadora de Zamba, el personaje emblema de la animación argentina de los últimos tiempos, debió también reconstruir sus horizontes en estos tiempos de aislamiento obligatorio. El resultado: una serie de episodios de “arte en casa” presentados por “San Spiga” –como se lo conoce en el ambiente– y destinados a la memoria afectiva: muchísimos niños siguen aprendiendo con Zamba a pesar del contexto; una resolución brillante que, a quienes rondan los 30, los remitirá, y con razón, al mítico Art Attack.
- Durante la cuarentena empezaste como conductor de los contenidos de Zamba en Facebook. ¿Cómo se trabajó eso en el aislamiento?
- Lo de Zamba, que serán diez capítulos, es una de los desafíos más grandes que tuve hasta ahora. Está saliendo muy bien y hay una muy linda respuesta de niños de todo el país. Incluso les gusta mucho a hijos de amigos que no veo y eso es emocionante. Me pidieron pensar en juegos que pudieran hacer pibes y pibas con recursos materiales mínimos y fue muy trascendental volver al origen, a lo simple, a los juegos inventados sin nada de cuando éramos chicos: una cuestión simple, pero a la vez muy profunda. Y un desafío: hacer casi un programa de televisión desde la casa de mis suegros y sin materiales.
- “Sin materiales”, “desde la nada”... Muy 2000, 2001. ¿Cómo sentís que te influyó entrar a la vida universitaria en ese momento?
- Cursé el CBC en el ‘99 y el clima en la UBA estaba caldeado. Las marchas contra el ajuste eran multitudinarias. Yo había venido de la Patagonia a estudiar y todo ese clima explosivo era absolutamente nuevo para mí. Avasallante y seductor al mismo tiempo. Enseguida entendí que el diseño tenía que estar en las calles y con la gente, no instrumentado “para la gente”. Después empecé a dar clases, a los 23. Eso me cambió la vida. Tenía 35 pibes –al principio, casi todos más grandes que yo– que esperaban que tuviera “la posta del diseño”. Clase a clase entendí que había que trabajar fuerte en lo humano, generar confianza, alentar el trabajo colaborativo por sobre el competitivo, hacer foco en las personas y no en los resultados estéticos, formar un grupo…
- Y todo eso con intensidad…
- Los talleres de la FADU (la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA) son enormes, más de 200 personas trabajando a full. Con condiciones edilicias difíciles, pero un compromiso y una intensidad únicas. En Europa hay esa onda primermundista, todo es más relajado, ordenado, moderado, pequeño. La masividad de los talleres de la UBA es única. Cuando les mostraba las fotos a los docentes de allá no lo podían creer. David Carson, una especie de “Maradona del diseño”, se muere de ganas de venir a enseñar a la FADU. Acá –con lo bueno y lo malo– es como el fútbol. La cursada se vive con un nivel de pasión extrema. Pasión en el sentido de sufrimiento y de amor vehemente, un sentido de pertenencia único. Un amor-odio nunca visto. El nivel de exigencia es altísimo, las clases superintensas Si vas en época de entregas vas a ver los pasillos detonados de gente tirada en el piso armando las entregas, pasando noches sin dormir, el piso y las paredes tapizadas de papeles, cartones, maquetas. Nunca vi nada igual, una especie de pogo educativo, una usina agitadora de creatividad. Además, los de la FADU amamos esa mística.
- Hay quienes señalan que el modelo de productividad tradicional nos llevó a una crisis que estalló con la pandemia.
- Me parece que con todo estamos viendo cuánto y qué de esa “necesidad” de producir es inventada. Justamente revisando materiales de clases encontré una consigna que era “qué diseñarías si supieras que te vas a morir mañana”. Era bastante tremendista, pero si lo vemos desde el contexto de hoy seguramente nadie se pondría a pensar algo aplicado al mercado o al consumo. Sería algo mucho más aplicado a lo humano. Entonces creo que nos deberíamos preguntar cómo querríamos que fueran las clases de acá en más.
- Además de “Zamba”, ¿qué otros proyectos se movieron en este tiempo de encierro?
- En la carrera de Comunicación de la UBA estamos preparando una materia nueva –“Artivismo, herramientas gráficas para la acción política cultural”–, con Luis Sanjurjo y Fernando González Ojeda. La habíamos pensado para junio. Y hay que seguir pensando.