Argentina afronta nuevamente un grave problema de deuda, en un marco de caída general de bonos y desplomes de bolsa similares a los del crac de 2008. Lejos de ser el coronavirus el factor determinante, más bien hay que observar la propia lógica del sistema financiero y sus crisis inherentes.
El gobierno nacional asumió el compromiso de pagar deuda con crecimiento y sin ajuste, propuesta similar a la reestructuración de 2005. Sin embargo, el escenario cambió. A nivel internacional, enfrenta el derrumbe de precios de commodities y bonos, del comercio y de la actividad. A nivel local, se encara tras años de caída en la producción, el salario, empleo, en un estado de estanflación. Buscando renegociar sin default declarado. Este no era ni el mundo ni el país de 2005.
Al momento, el avance de la renegociación de la deuda posee dos grandes frentes: el FMI y los acreedores privados. La deuda intra-Estado podrá resolverse sin mayores fricciones.
FMI
Alberto Fernández en su discurso de apertura de sesiones expresó que el FMI reconoció la gravedad de la economía nacional, y que en esta crisis “todas las responsabilidades son compartidas por el gobierno que precedió al nuestro, por los bonistas y por el mismo FMI”. Así sostuvo que es preferible una solución ordenada a la crisis de deuda y que “el acuerdo al que lleguemos con los acreedores sea sostenible”. El FMI vulneró su estatuto al prestar al país en un proceso de salida de capitales, y haciéndolo por encima de su cuota.
La gira internacional con que inició Fernández su año logró el apoyo del Papa Francisco y líderes de países como Israel, España, Francia, Italia y Alemania. Esto allanó el camino para que el propio FMI manifestara acompañar a la Argentina hacia una salida sostenible. El comunicado de las nuevas autoridades del Fondo indica empatía con la situación local, acompañamiento en la reestructuración y señala que los acreedores tendrán que hacer una “contribución apreciable”.
El gobierno requirió intermediarios en la renegociación de la deuda. Desde la Secretaría de Finanzas se informó la contratación de un asesor financiero, Lazard; y dos agentes colocadores, Bank of America y HSBC, en el marco de la de "Restauración de la sostenibilidad de la deuda pública emitida bajo ley extranjera". Vale mencionar las dudas sobre la necesidad de ceder asesoría, información sensible, fondos y decisiones a esas entidades extranjeras.
Durante el conflicto con los fondos buitre, Argentina sufrió el bloqueo de fondos destinados al pago en el Bank of New York, agente colocador entonces. Esto llevó la sanción de la Ley de Pago Soberano, donde uno de los puntos fue remover a dicho agente fiduciario y reemplazarlo con Nación Fideicomiso SA. ¿Cabe acaso esperar la salvaguarda de intereses soberanos estratégicos en dos casas bancarias transnacionales?
Respecto de Lazard, se trata del banco de inversión independiente más grande del mundo, con oficinas ejecutivas en New York, París y Londres. Fundado en 1848, opera en 43 ciudades y provee asesoría en fusiones y adquisiciones, asuntos estratégicos, reestructuraciones y estructura de capital, entre otros. En 2005 fue convocado por el entonces ministro de Economía Roberto Lavagna, y encabezó el proceso de asesoramiento con Matthieu Pigasse como principal ejecutivo. En los últimos años trabajó en las reestructuraciones de deuda de Irak, Ecuador, Chipre, Grecia y Ucrania. Aunque con resultados diversos resulta difícil encuadrar su actuación como auspiciosa.
Vale aclarar que el sistema de deuda actual involucra miles de acreedores, desde fondos comunes de inversión, bancos hasta inversores individuales, distribuidos por todo el planeta. Realizar una reestructuración posee por ello grandes dificultades operativas. Resulta apropiado preguntarse si llamar a una asamblea de acreedores no facilitaría dicha implementación, evitando ciertos intermediarios, y mayor autonomía frente a los mismos.
Dueños del veto
El 10 de marzo el gobierno anunció que renegociaría 68.843 millones de dólares con los acreedores privados. Si bien el mercado de bonos es muy dinámico, ya se ha hecho notar que algunos fondos buitre se encuentran en posesión de una parte clave del total de bonos a reestructurar.
Un sector de ellos ha sido llamado “el Grupo de los Cinco”: BlackRock, Fidelity, Pimco, Templeton y Greylock que suman cerca del 35 por ciento de los bonos que ingresarían en la reestructuración. Se menciona también la presencia fuerte de Gramercy. Esto marca un poder de veto ante cualquier propuesta.
Esta posición de bloqueo puede incluso incrementarse en el contexto actual de desplome de los precios, ya que estos fondos pueden comprar más bonos de acreedores menores. Respaldo no les falta.
Templeton maneja activos por unos 700.000 millones de dólares (unos dos PIB argentinos). PIMCO maneja 2 billones: el triple de Templeton, casi 6 PIB de Argentina. BlackRock maneja activos líquidos por 7,4 billones de dólares: casi 4 veces más que PIMCO. Entre los tres manejan fondos por casi 30 PIB de Argentina.
Fidelity administra inversiones por 1,5 billones de dólares. Es el fondo de inversión más grande de los Estados Unidos, al manejar varios fondos de pensión norteamericanos (a diferencia de otros que manejan dinero de grandes inversores). Aunque todas estas cifras son estimaciones que varían según la cotización de cada momento, dan una idea de los titanes a los que se enfrenta al país.
Fidelity es además el principal acreedor de la provincia de Buenos Aires y cuenta con el antecedente de haber embarrado la cancha al no aceptar la oferta de reestructuración del gobernador Axel Kicillof en febrero. Ha ejecutado recientemente su capacidad de veto. Si bien participó del canje de 2005, ahora que apostó por los bonos a 100 años de Caputo, parece tener otras expectativas de ganancias. Greylock también es un viejo conocido: su director Hans Humes fue uno de los dos líderes del Comité Global de Tenedores de Bonos de la Argentina (GCAB), encargado de negociar y litigar tras el default. PIMCO cuenta en su haber las trabas a la reestructuración de la deuda de Gracias, lo que derivó en una catástrofe económica.
Argentina enfrenta un cronograma muy restringido. La intención de eludir el default, cerrar el canje y presentar un plan económico apremiaba la agenda. Pero el nuevo estallido de la crisis ha modificado la situación. El FMI necesita destrabar la situación sin ser golpeado. Necesita contar con capital geopolítico para impulsar sus salidas. La nueva crisis y el giro unilateral de su tratamiento no auspician que los intereses del FMI estén al tope de la agenda de las potencias.
* Ayelén Álvarez: UNSam.
** Francisco Cantamutto: IIESS UNS-Conicet.