En Argentina, hay 955.032 hombres y mujeres de pueblos originarios, según el censo nacional de 2010, lo que representa un 2,4 por ciento de la población total. Es posible que en el próximo relevamiento –previsto para este año, pero que seguramente se postergue ante la pandemia de coronavirus– ese número represente una “proporción mayor”, a raíz del crecimiento de la “conciencia de pertenencia, de gente que no se reconocía, porque le daba vergüenza, y ahora lo hace”, aseguró Daniel Mato, director de la Cátedra Unesco “Educación Superior y Pueblos Indígenas y Afrodescendientes en América Latina” e investigador principal del CONICET.
La falta de estadísticas es una de las caras del racismo estructural respecto de los pueblos indígenas, un problema del cual el sistema universitario argentino no es ajeno. En ese sentido, Mato manifestó que los jóvenes de esas comunidades tienen “menos oportunidades de acceder a la formación universitaria y de completarla”, en relación con otros países de la región.
¿Qué condiciones de acceso, permanencia y egreso brinda la universidad pública a los estudiantes provenientes de los pueblos originarios? ¿Cómo atiende esa diversidad socio-étnica? ¿Qué ofertas de formación ofrece?
En el campo de la educación superior, las experiencias con pueblos indígenas comenzaron de forma aislada en la última década del siglo XX. En 1998, la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA) lanzó el programa de investigación “Economía política y formaciones sociales de fronteras: Etnicidades y territorios en redefinición”. Un año después, la Universidad Nacional de Luján (UNLu) creó el Área de Estudios Interdisciplinarios en Educación Aborigen (AEIEA) y puso en marcha un proyecto de educación, investigación y extensión. En 2003, la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo) abrió el Programa de Becas para Comunidades Huarpes y Escuelas Albergue. Con el tiempo, surgieron otras propuestas.
En 2012, se creó el Programa Educación Superior y Pueblos Indígenas y Afrodescendientes en América Latina (ESIAL), bajo la órbita del Centro Interdisciplinario de Estudios Avanzados (CIEA) de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF). Dos años más tarde, se fundó la Red ESIAL, de la que hoy participan más de 60 universidades y otras Instituciones de Educación Superior (IES) de once países latinoamericanos.
Por Argentina, la Red está integrada por las universidades nacionales de la Patagonia San Juan Bosco (UNPSJB), del Comahue (UNComa), de Salta (UNSa), de Rosario (UNR), del Nordeste (UNNE), de San Martín (UNSAM), de San Juan (UNSJ), de Misiones (UNaM), del Litoral (UNL), de Tucumán (UNT) y la Universidad Autónoma de Entre Ríos (UADER), además de la UBA, la UNTREF y la UNLu.
En 2016, el Programa postuló la creación de la Cátedra Unesco “Educación Superior y Pueblos Indígenas y Afrodescendientes en América Latina”, que, tras su institucionalización dos años después, lanzó la “Iniciativa para la erradicación del racismo en la educación superior”, en colaboración con universidades y otras IES de toda América Latina.
Economía política y Antropología social
El Programa “Economía política y formaciones sociales de fronteras: Etnicidades y territorios en redefinición” depende del Instituto de Ciencias Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, y nuclea distintas líneas de investigación, actividades de extensión y asesoramiento en comunidades del noreste y noroeste argentino, y de la Patagonia.
Desde su creación, la cuestión indígena se abordó “centralmente, pero no de manera exclusiva, propiciando el análisis de los pueblos originarios en el marco de los procesos de formación y desarrollo actual del Estado nacional, sus vinculaciones con los mercados, luchas políticas y formas organizacionales”, señaló Hugo Trinchero, uno de sus directores y ex decano de esa unidad académica.
En diálogo con el Suplemento Universidad, Trinchero sostuvo que “los pueblos originarios constituyen una cuestión presente y del presente. Es decir, que no se trata de ‘relictos del pasado’, como cierta antropología los imaginó, y que, lejos de ‘estar al margen’, como una externalidad al sistema económico, luchan por sus derechos, por la defensa y el control de los recursos económicos, y por evitar la explotación que imponen los mecanismos de mercado”.
En el marco de la pandemia, por ejemplo, se generaron “soportes en lenguas originarias de las recomendaciones de cuidado”, apuntó el director del Programa y agregó que trabajan “en un documento con recomendaciones sobre políticas específicas sobre el tema hacia las comunidades de los pueblos originarios”.
Una cátedra libre
Con el fin de “avanzar en un cambio de episteme”, en octubre 2009 la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT creó la cátedra libre Pueblos Originarios. El objetivo era crear un espacio de “empoderamiento de las comunidades” para que se puedan “escuchar sus voces y demandas”. “Nuestro posicionamiento fue que el conocimiento se sitúe desde los pueblos originarios y, así, realizar un intercambio rico y valioso entre ese saber ancestral y la gnosis de la academia”, recordó desde Tucumán Olga Sulca, responsable de la cátedra libre y profesora adjunta de Historia Indígena Americana.
La iniciativa fue discutida entre miembros de la Unión de los Pueblos de la Nación Diaguita, docentes e investigadores de la unidad académica, miembros de Abogados y Abogadas del Noroeste Argentino en Derechos Humanos y Estudios Sociales, y referentes de la organización Fogón Andino. Del consenso, nació el proyecto que impulsa la “valoración y recuperación de los conocimientos ancestrales, aportando esfuerzos para sistematizarlos y documentarlos”.
Desde hace once años, la cátedra procura “conocer, analizar y reflexionar sobre los derechos jurídicos que amparan a los pueblos originarios”, “fomentar y propiciar un espacio de encuentro y discusión, entre las diferentes comunidades indígenas y los alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras” e “identificar y reflexionar sobre los contextos en que se desarrollan los conocimientos de los niños y jóvenes indígenas”.
La articulación con las dieciséis comunidades de la provincia es uno de los mayores logros y fortalezas de la propuesta. De la experiencia, Sulca destacó el desplazamiento de la cátedra a territorios indígenas, a raíz de las “demandas de sus dirigentes y comuneros”, y el acercamiento a la comunidad wichí de Morillo, en Salta.
Por otra parte, la docente investigadora aseguró que a los estudiantes de ascendencia indígena su paso por la cátedra les permitió “fortalecer su identidad” y “tomar conciencia de su pertenencia étnica”. “Estas propuestas contribuyen a erradicar el racismo tan arraigado en nuestras aulas universitarias, pues permiten que los sectores invisibilizados comiencen a tener protagonismo en la educación superior”, enfatizó.
Para la docente de la Facultad de Filosofía y Letras, el “desafío intercultural” en las universidades es doble: “Por un lado, integrar el paradigma de los pueblos indígenas. Por el otro, introducir nuevas estrategias metodológicas que permitan construir y transmitir conocimientos”. “En la medida en que esto se logre, se podrá superar la concepción hegemónica monocultural tan arraigada en nuestras universidades”, concluyó Sulca.
Comprender la realidad regional
El Programa Pueblos Indígenas (PPI) de la UNNE comenzó a funcionar en junio de 2011, tras la aprobación del Consejo Superior. La iniciativa tenía como antecedente diversos proyectos de investigación y extensión relacionados con las comunidades de Chaco, que se inscribían en numerosos campos: antropología, derecho, lingüística, ciencias de la salud, educación, arquitectura, comunicación social y desarrollo comunitario.
La propuesta se constituyó como “una fase superior que otorgó un marco institucional” a los distintos proyectos y “supuso la voluntad política de contribuir al ejercicio de los derechos de estos pueblos desde la función que compete a la UNNE, en tanto Universidad pública obligada y comprometida al cumplimiento de los marcos normativos internacionales y nacionales desde su especificidad de docencia, investigación y extensión”, detalló la coordinadora del PPI, Laura Rosso, a este suplemento.
El Programa contempla cuatro líneas de acción: “Inclusión de indígenas en las carreras de grado a través de becas y acompañamiento tutorial”; “Actualización y capacitación a docentes, investigadores y estudiantes de la UNNE a través de la creación de espacios de estudio y de reflexión sobre culturas indígenas del Chaco, educación superior e interculturalidad”; “Diseño y desarrollo de proyectos de extensión en función de las demandas de las comunidades y organizaciones de los Pueblos Indígenas de la región”, y “Promoción y consolidación de equipos de investigación intra e interinstitucionales sobre Pueblos Indígenas”.
En materia de articulación, referentes de las comunidades qom, wichí y moqoit integran la Comisión Asesora del PPI y “actúan de nexo con sus comunidades, llevando inquietudes y propuestas a la universidad, orientando a la coordinación del Programa y a las autoridades de la institución para responder a aquellas”, detalló Rosso.
La coordinadora indicó que la experiencia permitió el ingreso, permanencia y egreso de estudiantes indígenas de Chaco, Jujuy y Formosa, y ponderó: “Tres estudiantes ya han alcanzado a titularse: una bibliotecóloga wichí, un abogado qom y una licenciada en Enfermería moqoit. Ellos desarrollan sus profesiones desde un destacable compromiso con las comunidades indígenas, mientras otro grupo importante se encuentra en trayectos finales de sus carreras de grado”.
Otro aspecto a destacar es la creación de la Diplomatura Pueblos Indígenas e Interculturalidad. En tanto, una arista más novedosa es el intercambio intercultural de estudiantes indígenas entre la UNNE y la Universidad Veracruzana Intercultural (UVI), en México. La experiencia se cristalizó este año con el viaje de Alfredo Maximiliano Fernández, alumno del Profesorado en Geografía de la Facultad de Humanidades.
Las diversas experiencias demuestran que la multiplicación de iniciativas interculturales y de inclusión no sólo aumentan las posibilidades de los miembros de las comunidades originarias de acceder a la formación superior y graduarse, sino que también mejoran la calidad educativa y de las investigaciones, y el papel de las universidades en la formación de ciudadanos.