Covidart: una selección curada
No hay mal que por bien no venga… a la creatividad, a juzgar por la cantidad de piezas que se multiplican desde latitudes todas y refieren, cómo no, a la pandemia universal. Una cuidada selección, empero, puede encontrarse ya en las huestes de Instagram, hogar desde las pasadas semanas del flamante Covid Art Museum (CAM), espacio pergeñado por un grupo de creativos de Barcelona donde exponen obras creadas durante la cuarentena. Así, en calidad de archiveros, los amigos Irene Llorca, Emma Calvo y José Guerrero cuelgan en las prístinas paredes digitales de Instagram piezas de artistas de diferentes partes del globo en pleno aislamiento. “Todos nos reflejamos en lo que está ocurriendo. Las obras muestran sentimientos que todos compartimos. Si un español pinta un rollo de papel higiénico, un alemán lo entiende perfectamente”, ofrece el trío, más convencido que nunca de la cualidad universal del arte. En las ilustraciones, videos, collages, pinturas, instalaciones, fotografías, animaciones, etcétera, abundan mascarillas, papel higiénico, jabón de manos, devenidos símbolos de un tiempo atípico, inédito, que aúna más allá de las fronteras. De momento, cuentan con a razón de 40 mil seguidores y casi 300 obras en línea, y a diario les llegan entre 20 y 50 recomendaciones de piezas que abordan la temática que tiene en vilo al mundo entero. Algunas lo hacen desde el humor, otras con preocupación, y no faltan las que reflexionan sobre el momento límite e invitan a pensar nuevas maneras de inventar el futuro. La pic de un hombre cubierto de huevos y envuelto en plástico, por caso, es guiño a la fragilidad humana; una mascarilla fabricada en oro planta la desigualdad que la pandemia ha acentuado. Y así, de todo como en botica en esta propuesta que, adelantan sus creadores, no cerrará cuando las circunstancias se normalicen… “Queremos que, el día de mañana, cualquier persona que esté interesada en la pandemia, pueda acceder y entender cómo se expresa la gente ahora mismo”, explican los catalanes.
Jerbos: una tarde en un museo a medida
Para sorpresa de nadie, los jerbos han demostrado ser vandálico público de galería. Qué va: ni siquiera han tenido consideración con una petite exposición de mini-cuadros hecha a su exacta medida, como se ha podido observar muy recientemente. Sucede que, para combatir el aburrimiento de un día (más) de cuarentena, Marianna Benetti y su novio Filippo Lorenzin, ambos italianos de 30 años que residen en Londres, tuvieron la encantadora idea de crear un museo para sus mascotas: dos dulces roedores de 9 meses con nombres de postres de su país de origen. Creyó la artista y el curador independiente (que labura en el Victoria & Albert Museum, en South Kensington, para más precisiones) que una buena manera de entretener a Pandoro y Tiramisú era montando una muestra con cuadros famosísimos. Tan conocidos como El beso, de Gustav Klimt, La joven de la perla, de Johannes Vermeer, La Gioconda, de Leonardo Da Vinci, El grito, de Edvard Munch. En pos de interesar a su inquieta audiencia de 4 patas, empero, dieron un toque personal a cada reproducción de las pinturas, reemplazando a los/as humanos/as de las piezas por… jerbos. Con semejante atención al detalle, invirtieron unas 3, 4 horas de un domingo en diseñar coquetamente el espacio: además de las mentadas obras de arte, pusieron bancos para una apreciación reposada, descripciones de las piezas, sus correspondientes códigos QR y un cartel que solícitamente solicitaba “Por favor, no masticar”. Cartel al cuete, visto y considerando que poco tardaron los hermanos Pandoro y Tiramisú en hacer desastres con los banquitos y otros objetos adyacentes. Apreciación (relativa) por los óleos, empero, sí demostraron, dejándolos indemnes en las blancas paredes de la galería. Que, según adelantan sus creadores, en miras de la popularidad que tuvieron en línea, servirá de espacio para venideras exposiciones. Siguiendo la línea de la temática roedora, sobra aclarar…
Fondos de fantasía
Con la fiebre por las videoconferencias en su momento más encendido, han querido prestar una manito desde Studio Ghibli para que usuarios a lo largo y ancho no se rompan el bocho orquestando fondos al momento de prender la cámara y mostrar los confines del búnker de cada uno. Una ayuda que permite hacer corte de manga a los habituales fondos de dormitorios, livings, cocinas, y dar un toque fantasioso para que los tan recurridos encuentros online tengan un cachito de magia. Así, gracias al estudio japonés de animación, tenido en altísima estima por cinéfilos, hoy es posible “asistir” a reuniones de trabajo o encuentros con familiares y amigos (virtuales, sobra la mención) desde las calles que recorre Chihiro en El viaje de Chihiro, el dormitorio de Arrietty y el mundo de los diminutos o la sombrerería del El increíble castillo vagabundo. Por mencionar algunos de los fondos que ha liberado los pasados días, disponibles -según ofrece en su propio sitio- “con el propósito de ser utilizado por individuos como fondo para aplicaciones de conferencias web, sean de teletrabajo, sean para aprendizaje a distancia”. “Más contenido se agregará secuencialmente”, se aclara para felicidad de aficionados muchos, chochos por tener a tiro wallpapers de las maravillosas cintas de Hayao Miyazaki y compañía. Los créditos iniciales de Nausicaä del Valle del Viento, una habitación dentro del Castillo en el cielo, los cerezos en flor de El cuento de la princesa Kaguya; otras opciones para customizar las charlas en línea. Por lo demás, en temas relativamente vinculados, anunció Studio Ghibli que ofrecerá en forma virtual y gratuita tours por su museo de Mitaka, a través de videos que irá posteando regularmente en su cuenta YouTube, permitiendo que las visitas continúen aún cuando las instalaciones se encuentren, por obvios motivos, cerradas.
Los simuladores: larga vida al hormiguero
“Un compañero murió hoy como un héroe intentando recuperar las migas de un asado de humanos. Ayudemos a levantar los restos de este soldado para darle un entierro adecuado”, se lamenta el acongojado usuario de un grupo privado de Facebook, y pronto recibe el apoyo de miles. “¿Dormimos una siesta?”, pregunta un integrante, exhausto al que le cae una tras otra respuesta en espíritu sintonizado: “Nada de descanso”, “Trabajar, trabajar, trabajar”, “¡Hay que cavar para la Reina!”. “El túnel c226384 ha colapsado”, escribe quien es raudamente socorrido. “Harto de llevarle comida a la Reina para justificar mi existencia ¿Cuándo se acabará esto?”, se subleva un díscolo ¡¿Para qué?! Las sanciones no tardan en llegar en forma de miles de comentarios reprobatorios, del tipo “Maldito traidor”. La insurrección no está en las cartas para quien quiera formar parte de este extrañísimo, adictivo grupo de Facebook, donde los integrantes se hacen pasar… por hormigas. Como tales, adoran a su Reina, cumplen menesteres de insectos y forman parte de una colonia. Que amasa más de 900 mil miembros, vale mencionar, gustosos por aceptar las condiciones que pone A group where we all pretend to be ants in an ant colony para pertenecer. Entre ellas, “Sé amable y cortés”, “Evitá los discursos de odio y la intimidación”, y ya luego, “No habrá anarquía o serás removido inmediatamente”, “Escribirás la palabra Reina siempre con mayúscula”. Cosas de hormigas, en fin. Hormigas empáticas, eso sí. Si alguien anuncia que se ha perdido una larva, se establece un operativo de búsqueda de inmediato; si alguien organiza una conga, miles bailan… De encanto imposible, los intercambios de memes temáticos son moneda frecuente en esta propuesta semisatírica, pero, ojo, cada cual se toma con seriedad adoptar tan pequeñito rol. Que se suma a cierta tendencia facebookiana por emular: hay grupos donde la gente simular vivir en 1453, simula ser muy dramático –y exasperante- usuario de Tumblr, simula laburar en la misma oficina (donde no podía faltar el graciosillo que esconde la engrapadora, ¡ay!). Propuestas para evadirse, sin más. Porque como recuerda amistosamente la moderadora hormiga del hormiguero digital: “Si tu publicación o comentario tiene algo que ver con la pandemia actual, será borrado ¡Gracias!”.