Detalles y fragmentos de una rutina puertas adentro. Mirar hacia afuera desde el balcón. Pero con el viaje a flor de piel. Nada lo impide. También se puede nadar hacia costas pasadas. Parecen lejanas y sin embargo cercanas. Como susurros, descansan y esperan las huellas y las voces de los seres queridos. Un camino intenso, precioso, es el que logra Francisco Matiozzi Molinas en la película Cercanía eterna.
Cercanía eterna es uno de los 15 cortometrajes que integran Las Fronteras del Cuerpo, la película coral que coordinaron Andrés Habegger y Nicolás Alonso. Se estrenó ayer en canal Encuentro, y a partir de hoy estará disponible en la plataforma Cont.Ar hasta el domingo 3 de mayo. Las Fronteras del Cuerpo fue pensado, filmado y editado, durante diez días. Su periplo integró las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos, Santa Fe, Santiago del Estero, Neuquén y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, entre el 4 y el 13 de abril. Entre sus realizadoras y realizadores figuran Andrés Habegger, Ana Fraile, Myriam Angueira, Nicolás Herzog y María Mir, Nahuel Vec, Mariana Russo, Nicolás Macario, Mariana Belén Rodríguez, Mariano Raffo, Paulo Pécora, Silvia Di Florio, Valentina Llorens, Melina Terribili, Víctor Cruz, y Francisco Matiozzi Molinas.
“Con Andrés (Habegger) hace más de diez años que nos conocemos, es como un hermano. Hicimos una película juntos, Tres cosas básicas, que todavía no se estrenó. Y hay que decir que dentro de todo este caos, lo que ha pasado es hermoso. Porque nosotros no nos conocemos personalmente, él es quien conoce a cada uno de los realizadores. Y se generó una simbiosis, una energía, impresionante. No sé cómo explicarte. Es increíble la buena voluntad de todos”, comenta Matiozzi Molinas a Rosario/12.
Es por demás relevante observar cómo cada directora y director miran su mundo cercano, interior, en condiciones compartidas por acordes con el aislamiento. En este sentido, el realizador local señala que en su caso “fue de afuera hacia adentro. No sé si te pasó, al salir para ir al súper o al kiosko: gente con barbijo, tomar distancia; parece una película de zombies. Llegás a tu casa y es un shock terrible. La película fue realizada en una semana, y en lo personal pasé por distintos viajes. Para hacerla volví a retomar a Paco Urondo, con distintos poemas, y leí a Gerardo García, porque quería abordar el femicidio. Pero esta cuestión del afuera hacia adentro me dejó quieto en un mundo que ya está quieto. Fue ahí cuando empecé a ver dónde estaba y me interesé por los detalles, por ese interior dentro del interior. Empezás a mirar de otra forma: una silla rota, unos confites que ya tienen más de un día y medio (risas), una galletita, un ajedrez que compré en Cuba y que me permite viajar un poquito y jugar con los recuerdos. Y en ese viaje, en esa búsqueda en el cuerpo propio, doy por primera vez con mi tía María Molinas. No sé cómo llegué a ella, pero sí puedo hablar del recorrido que me llevó a ella”.
"En ese viaje, en esa búsqueda en el cuerpo propio, doy por primera vez con mi tía María Molinas. No sé cómo llegué a ella"
En Cercanía eterna, la atención a los matices que guarda la cercanía culmina por tocarse con los recuerdos. Imágenes sin foco preciso, algo fragmentadas, y la voz que aparece en la carta leída. Es curioso cómo Matiozzi Molinas lo resuelve: mientras su propia voz es escrita en intertítulos (uno de los primeros recursos del cine), la de su tía –-una de las 30 mil personas desaparecidas durante la última dictadura cívico militar-- surge desde la escucha (en la voz de la actriz Bárbara Peters). “Hay un cuadro de (Edward) Hopper que me llamó la atención, con el sol de la mañana, con ese cuerpo mirando esa ventana, la soledad. Eso me llevó a hacer un espejo de esa pintura. Me permití viajar al pasado en este tiempo de encierro, y me costó mucho tratar de detenerme. Entendí que esta obra iba por esos lugares, al intentar detenerme en las generalidades y en los detalles de por donde uno transita. Y es muy difícil, porque fue muy perturbador”, explica.
--Ese viaje al pasado lo leo también como una voz que se aventura al futuro, la de tu tía María, con 19 años, al escribir para dar cuerpo a tu película. Es algo extraordinario.
--Es la primera vez que le doy voz a mi tía, al leer esa carta. Fue el disparador. Pero fue un viaje llegar a ella, por todos estos elementos. Empecé en la soledad y terminé en la soledad. Inicialmente iba a trabajar con textos de Urondo, vinculado al femicidio, y después aparece esta pintura de Hopper con el cuerpo mirando hacia la ventana que me llevó a ella. No sé por qué. Claramente, es una película que se termina en el montaje. Cuando la terminé, llegó la calma. ¿Viste cuando empezás a escuchar el sonido del viento, a volar un poco? A mí me empezó a latir el corazón diferente. Fue cuando me empecé a conectar con ella, con mi tía. Me emocioné y lloré. También porque entendí que iba a ser parte de una película colectiva, y desde el encierro que estamos atravesando. Eso es hermoso. Estamos viviendo un momento de mucha incertidumbre y dolor, de angustia, y está bueno darse momentos para el placer y no sentirse culpable. El afuera y el adentro, el cuerpo, las ausencias. Me afectó mucho este proceso.