Cuando nos devuelvan las calles, se enfrien los braseros virtuales y bajemos de los balcones viviremos un momento distópico y utópico a la vez, entre el miedo y la esperanza, entre lo viejo que no acaba de morir y lo nuevo que todavía está por nacer.

Hace tiempo que el neoliberalismo viene haciéndose rico, y el mundo concediéndole el deseo. Se acostó sobre el primer millón, y terminó acostándose sobre todos. La redención es inútil, no se reencarnan los ricos, se reencarna su dinero. Es la recreación íntima y sensible de la forma más ascética de limpiarnos por dentro.

El mago bursátil más famoso del planeta, Warren Buffett, lo dijo sin ruborizarse: "durante los últimos treinta años asistimos a un conflicto de clases, y mí clase ha vencido. La vida media de una acción en bolsa era de cuatro años, hoy es de 19 segundos".

El fútbol nuestro tenía la irrevocable vocación de vagabundo, de indocumentado. El fútbol de hoy, de soberano magnate, de señorito; con el ego subido a la expresión suprema de la riqueza. Los tiempos han cambiado, las verdaderas finales no se juegan en 90 minutos, se juegan en 19 segundos.

El desplome por la pandemia del 43 por ciento del índice Stoxx Europe Football Index, que reúne a la mayor parte del fútbol europeo y Turquía, dejó atónito y paralizado al mercado de valores futbolístico.

El tsunami bursátil provocó el rostro girado hacia la súplica de jeques, jerarcas, fondos de inversión, "equipe private", multimillonarios, capital riesgo, y brokers financieros. La Juventus, Ajax, Borussia Dortmund, Olimpique Lyon, AC Roma, FC Oporto, Lazio, Benfica, Galatasaray, Sporting de Lisboa, Celtic de Glasgow, Fenerbahçe, Beskitas, los cuatro daneses AGF, Brondby ifB, Aalborg, Parken Sports; el Ruch Chorzow polaco, AIK Football sueco, Teteks ad Tetovo de Macedonia, entre otros, vieron volatilizarse sus ahorros a la mitad en un par de jornadas de infarto. El Manchester United y el Thottenham Hostpur cotizantes en la bolsa de Nueva York y Londres, sufrieron caídas similares.

Las entidades futbolísticas internacionales viven dos vidas paralelas: la real y la que hay que enseñar en sociedad. A ciertas clases privilegiadas la realidad no les toca, no la pisan, no la sufren, no la asumen. Su problema es la distancia entre sus expectativas y la realidad. "Ahora es el momento de invertir. La acción está barata, la bolsa nunca se equivoca", declaró el presidente de la Juventus, Andrea Agnelli. La sutil ironía del Nobel de Economía, Paul Samuelson, lo deja en evidencia: "los índices bursátiles de Wall Street predijeron nueve de las cinco últimas recesiones".

Analizando la evolución del selectivo Stoxx Europe Football, se puede observar la extrema volatilidad de su cotización. Replicando su valor desde su creación, en 2002, acumula pérdidas, al día de hoy, del 50 por ciento. Como ejemplo, en 2010 el índice subió un 30%, en 2011 perdió un 40%, y en el 2012 otro 10%. Oscilaciones en torno al 50% lo convierten en un producto más cerca del infarto de miocardio que de la prudencia bursátil. Su máximo histórico fue de 507 euros por acción; hoy cotiza a 102.

Desde el 19 de febrero el precio medio de las acciones no ha dejado de caer. El Borussia Dortmunt cotizaba a 9,5 euros en febrero, y en la actualidad lo hace a 4,5. El valor del mercado de la entidad no pasa de los 500 millones de euros. El equipo más importante del índice por capitalización bursátil es la Juventus, con 910 millones de euros, pero en febrero valía 1.450 millones. La Lazio acompaña pérdidas del 70%, el Ajax de un 50%.

El pánico se ha apoderado del fútbol neoliberal. Su rostro se ha girado hacia la súplica, hacia la oración, mirando de reojo al dinero público. Este deporte alberga en su seno una lógica simple y profunda: el arte de emocionar. No cabe duda que nuestro verdadero equipaje son las emociones, las ideas, lo que sabemos, lo que hemos leído, soñado, deseado, nuestros sentimientos, y también los placeres que nos hemos otorgado. Como ese fútbol simple, sencillo, humilde, de potrero pelado, de millones de pelotas cansadas de tanta pobreza infame. Lejos, muy lejos de Wall Street.

(*) Ex futbolista de Vélez, campeón del Mundial de Tokio 1979.