Aunque todavía no fue aprobada en la Asamblea la cesión de los derechos televisivos de la AFA a las empresas Turner/Fox, y al Grupo Clarín, que será socia al igual que DirectTV, comenzó a circular un valor aproximado de lo que se debería pagar para ver fútbol por televisión. Se habla también de la implementación de plataformas multiformato que permitirán ver los partidos en todo tipo de soportes digitales como tablets, celulares, computadoras, además de la televisión a la que el fútbol llegará por la vía tradicional que ofrecen las compañías de TV por cable o satelital. Se habla de la elaboración de un producto premium, por el que se deberá abonar un promedio de 20 dólares mensuales, el doble de lo que cuesta el abono intermedio de la popular Netflix; se dice que ese valor podría duplicarse en el caso de que el espectador, en un intento fallido de bajar sus gastos, decida prescindir de su abono de TV por cable o digital.

Muchos argentinos se quejaron durante los años de vigencia del programa Fútbol para Todos –que garantizaba la gratuidad de las transmisiones de fútbol a través de los canales de aire y la TDA–, con el argumento de que el Estado no debía gastar recursos en el fútbol. “No es gratis, lo pagamos todos”, era la muletilla marketinera y política. Y eso era cierto. Tanto como el hecho de que ahora lo seguiremos pagando, aunque muchísimo más caro. Y pagaremos también a los periodistas zalameros, que cobran por apuntalar a los políticos en sus pantallas; pagaremos, por supuesto, la corrupción y todas las coimas que el escándalo del FIFAgate puso sobre relieve; pagaremos también la violencia del fútbol y sus aborrecibles barras bravas; pagaremos los operativos de seguridad y los arreglos de servilletas con las comisarías a cargo y los jefes de los operativos; y pagaremos, ahora o más adelante, todo lo que a las compañías dueñas de los derechos de televisación se le ocurra para que su negocio sea más rentable. Lo pagaremos salvo que, en tren de achicar gastos, como muchísimos argentinos lo hacemos para afrontar los aumentos de precios y los tarifazos salvajes, nos conformemos con volver a ver el fútbol en los bares, o en lo de algún amigo. Otra opción, como ha ocurrido en España, podría ser esperar a que en su afán de promocionar sus servicios, y captar nuevos clientes, los nuevos dueños ofrezcan algún partido gratis, como para que no se pierda el hábito.