Javier no es lo que se dice un ciudadano modelo. Es, más bien, un atorrante. No es el modelo ideal para recibir superpoderes y ahí está uno de los aspectos más interesantes de El vecino, la serie española de Netflix que adapta la historieta homónima del dibujante Pepo Pérez y el guionista Santiago García (autor también de la premiada novela gráfica Las meninas). Como en el cómic, aquí Javier se convierte en Titán (Quim Gutiérrez), un “superhéroe” torpe y medio chungo, más preocupado por lucirse con su traje que por hacerle un bien al mundo. En ambos medios el centro del relato pasa por la relación de Javier con su pareja (Lola, interpretada por Clara Lago) y con su vecino José Ramón (por Adrián Pino), un hombre de vida ordenada que prepara sus oposiciones (exámenes de ingreso a la administración pública española). La diferencia más significativa entre el papel y la pantalla es que en la versión original hay un enemigo bien palpable, el Dr. Tentáculos. En la adaptación del director Nacho Vigalondo el villano se vuelve más elusivo: son las casas de apuestas que proliferan por esas tierras.
“Introducir las casas de apuestas funciona muy bien como villano ‘social’”, considera Pepo. El dibujante –y reconocido divulgador del medio- entiende que el cambio “actualiza la historia” y señala además que “funcionó muy bien, a juzgar por las reacciones del público”. Es que El vecino no es estrictamente una serie de superhéroes en ninguno de los dos medios. Es una comedia costumbrista “sobre lo que sucede cuando en casa se quita la máscara”. Ese espíritu se mantiene y el dibujante respeta los cambios para la producción audiovisual. “Es una adaptación y por lo tanto hay cambios, unos porque los requiere el cambio de lenguaje y estructura de una serie televisiva, episódica, muy diferentes al lenguaje y estructura de nuestros cómics, que para empezar son libros, otros cambios son creativos”, plantea. “Lo de las casas de apuestas es un tema muy contemporáneo que ha estado en la opinión pública reciente porque proliferaron mucho en estos años, no estaban hace 15, cuando empezamos los cómics”.
En el papel, Astiberri –una de las principales editoriales de noveno arte en España- lanzó El vecino. Origen, que recopila los primeros tres tomos de la historieta, anticipándose al estreno de Netflix (que apareció apenas comenzado el año). También lanzó Historias, que recopila relatos cortos que amplían el universo ficcional que proponen los autores. De fondo de relato aparecen temas sociales, desde reflexiones sobre el poder o la legitimidad de la violencia hasta las personas en situación de calle, la crisis laboral o la depresión. “Se mantienen muchos de esos temas, sobre todo los que tienen que ver con la vida personal entre los protagonistas masculinos: sus miedos y esperanzas, sus fracasos, sus ‘atajos’ vitales”, opina Pérez, aunque deja en manos del público si aquellas reflexiones que desgranaban junto al guionista en las páginas del tebeo siguen vigentes. En pantalla también aparecen cuestiones vinculadas a la pareja, el empoderamiento de la mujer y la discriminación de género a partir de la presencia de Lola y de la Julia (una notable Catalina Sopelana).
“Seguimos hablando de temas contemporáneos hoy a través de nuestros personajes puestoque estamos realizando desde hace tiempo El vecino 4”, anticipa Pérez. “Está bastante avanzado y en noviembre también publicamos un volumen de historias cortas con material nuevo”, repasa el dibujante. “Seguimos tratando temas ‘vecinales’, la cotidianidad de la vida adulta vista a través de un prisma fantástico, distanciado”, explica. “Ese elemento fantástico que implica desarrollar un mundo muy parecido al nuestro pero en el que existen los superhéroes nos permite tratar temas cotidianos —las crisis personales y sentimentales, los medios, las corporaciones, la política en tiempos de populismo— desde otro punto de vista. Más distanciado, humorístico a veces, tragicómico otras. Es una manera de conseguir realismo, a través de una representación más simbólica”, reflexiona.
Para Pepo, es muy probable que el prototipo de “treinteañero desastre” que encarna su protagonista siga vigente. “Y tras la crisis de la década pasada la precariedad laboral ha aumentado”, advierte. “Aunque Santiago y yo ya hace tiempo que dejamos atrás esa década, sí éramos treintañeros cuando empezamos El vecino. Es una década que, para nuestra generación, es la etapa en la que buscas tu sitio definitivo en el mundo adulto. Ya no eres tan joven y debes resolver problemas importantes, como el laboral o las relaciones sentimentales; ya no tienes ‘toda la vida por delante’ como cuando eres veinteañero y las decisiones que tomas en esta etapa van a condicionar seguramente el resto de tu vida. De ahí que, seas más o menos consciente de ello, la ansiedad vital aumenta. Y la ansiedad puede conducir a torpezas y errores. Javier/Titán es el perfecto ejemplo de ello [risas]”.
La adaptación lo dejó conforme, pero no participó de ella. “Santiago y yo hacemos cómics, no cine ni televisión, nuestro objetivo sigue siendo hacer cómics, que es lo que más nos gusta”, apunta. De cualquier modo, asegura que desde la producción los trataron muy bien. “Para mí asistir al rodaje de la serie fue un momento inolvidable”.