Rocco Schiavone no es comisario, es “vice-questore” (detesta que lo llamen comisario porque es un cargo de menor rango). Schiavone es un policía romano que ha sido trasladado a Aosta, una pequeña ciudad en medio de los Alpes italianos con ritmo pueblerino, poco sol, nieve y centros de esquí, todo lo cual irrita a Schiavone. Se niega a usar zapatos para la nieve, lo que lo obliga a comprarse un nuevo par de zapatos cada semana. El grupo de asistentes que le asignaron es una pequeña armada Brancaleone, la mayoría de ellos incapaces de resolver el menor encargo.

La meditación de Schiavone no es en el café, como la de Ricciardi  (un detective ya recomendado en esta sección), sino fumando un porro en su oficina de la estación de policía, su “oración laica de todas las mañanas”, oración cuyo olor ya no puede disimular frente a nadie. Schiavone tiene un carácter pésimo, responde de mal modo a todos sin importar el rango de quien tenga frente a él, pero no duda en tener gestos de ternura hacia los más débiles. Crecido en el Trastevere, sus amigos de la infancia son tahúres y delincuentes, con quienes comparte códigos de hierro: “No se roba a los viejos, ni a las madres ni a los niños. No se roba a las putas, sino a los fiolos. No se roba a los drogadictos, sino a los traficantes”. Políticamente incorrecto, viola las normas para hacer justicia y se rebela frente a los poderosos. Todo lo que le molesta lo clasifica en un ranking de “rotura de huevos” de distintos niveles. En el décimo nivel (el máximo), están los homicidios que le tocan resolver. En el noveno, ser invitado a bautismos o casamientos, no poder comprar cigarrillos, o tener reuniones con policías que huelen mal.

Schiavone vive en un departamento desolado, con la heladera siempre vacía. Es un seductor compulsivo que escapa a las relaciones estables con las mujeres. Porque en verdad sigue junto a Marina, el amor de su vida, quien murió en Roma hace ya 7 años. Todas las noches, Marina lo acompaña en la casa, resolviendo crucigramas, buscando palabras extrañas en el diccionario, o reprochándolo con ternura por no dejarla ir. Esta tragedia amorosa y la desconfianza de sus ex superiores en Roma (que siguen sus pasos) lo convierten en un eterno fugitivo.

Los “gialli” de Schiavone se los debemos a Antonio Manzini, otro romano de pura cepa. Del mismo modo que el comisario Ricciardi, Schiavone es un policía honesto (a su manera), y ambos resuelven crímenes con un estilo obsesivo sin poder escapar de sus tormentos. La serie televisiva, guionada por el mismo Manzini, respeta los diálogos de los libros, que rezuman italianidad y humor aún en las situaciones más dramáticas. Dos sugerencias importantes: (1) lean los libros en orden y (2) aún después de leer los libros, mirar la serie de Schiavone sigue siendo un placer.

Rocco Schiavone es el amigo que uno invita a los asados sabiendo que es muy probable que termine yéndose en medio de una pelea a los gritos, pero va a seguir siendo invitado. Inviten a Rocco a sus lecturas.

“Pista negra”, de Antonio Manzini, editorial Salamandra, 2013.

Serie: Rocco Schiavone, en Europa Europa.