“Andate rata infectada” le dejaron dicho a una médica riojana a la que le incendiaron al auto los vecinos. A un enfermero de Córdoba, los suyos lo atacaron a golpes y le dejaron la cara morada. Apenas dos casos entre muchos otros, mientras Macri regresa junto a la comparsa negacionista a hablar de “autoritarismo” en la estrategia de la cuarentena. No le echó la culpa a China, como su mentor, pero “teme” que el gobierno incurra en “autoritarismos”. Han infectado las palabras. Han infectado la palabra “libertad” con el reemplazo de defensa de la vida por libre circulación y acumulación del dinero, y a como dé lugar.
A miles de kilómetros, en el ombligo del imperio que se deshace, gente armada hasta los dientes salió a amenazar a la gobernadora de Michigan, que implantó una cuarentena en serio, no un simulacro como el que pretendió hacer Trump, desentendiéndose del manejo federal de la pandemia, después de negar la gravedad del contagio, las recomendaciones de la OMS, los consejos de los infectólogos de su país, y de buena parte de la opinión pública. Tiene sobre los hombros miles de muertes diarias.
¿Cómo llegan al poder los desequilibrados? Con el voto de los desequilibrados que el sistema multiplica con la repetición de las mentiras y la cizaña que diariamente roe en los temerosos y los resentidos. En la televisión local tenemos a unos cuantos que siguen operando para romper el frente interno de prevenciones, protocolos y sensatez: multiplican mensajes en formato de clichés, abren sus espacios para las voces que ya saben que van a apuntar contra la cuarentena.
Conocemos perfectamente a este tipo de presidentes que nunca se hacen responsables de nada. Trump reaccionó quitándole el apoyo financiero a la OMS, acusándola de un “complot” con China. Es pueril, bruto y cobarde, y en eso basa sus expectativas electorales. Precisamente, en Colorado, donde también hubo violentas protestas trumpistas contra la cuarentena, a un enfermero los enajenados le gritaban: “Andate a China”. Trump y sus símiles necesitan que los desequilibrados se reproduzcan, que los irracionales aumenten, que al miedo lo remplace el odio, para extraer del odio alguna loca idea de “libertad”.
La lista podría abundar en muchos más ejemplos de irracionalidad y primitivismo medieval. Las hordas de la libertad pretenden “freedom”. “I prefer a dangerous freedom”(Yo prefiero una libertad peligrosa), rezaba una pancarta que una rubia de mediana edad sacaba por la ventanilla de su auto durante una caravana de protesta. Pichetto dice algo por el estilo. La palabra libertad es una de las que más consensos globales tiene, pero se defienden cosas opuestas en su nombre. Los libertarios, que aborrecen la intervención del Estado, creen que en este momento pueden defender su libertad individual, pero no advierten que ese concepto quedó atravesado por la pandemia. Literalmente, nadie tiene la libertad de salir a la calle o al trabajo a morir, sencillamente porque no está en el menú de opciones. Quien se expone a contagiarse se expone a contagiar. Y ahí se diluye la libertad individual en el derecho superior de la vida.
Todos los gobiernos que están enfocados en proteger a su población no pierden tiempo en echar culpas y hacer especulaciones públicas. Diseñan diariamente estrategias para morigerar el daño. Los otros, los que están gobernados por gente como Trump o Bolsonaro, que es una copia bananera de Trump, sacan las armas.
Nunca estuvo más claro que hay un desvío existencial en mucha gente, una regresión a pulsiones reservadas a épocas oscuras, una autodefensa que no se corresponde con el real enemigo, que es el virus, y que reacciona como han reaccionado en diversos momentos históricos los que cazaban brujas, los delatores, los linchadores, los que se entretenían viendo a leones despedazar cristianos en la arena.
Estados Unidos está expuesto hoy como un país descontrolado, cocainómano pero además y sobre todo por su dependencia del dinero. Su violencia ahora la tiene en casa. Y esas armas que tanto defienden los trumpistas y que tanto los identifican quién sabe contra quiénes se dirigirán. El virus en todas partes, no se ataca con rifles sino con ciencia. Las bajas fueron en un altísimo porcentaje de ancianos, indocumentados, latinos y afrodescendientes. Es decir, población que estorba o población trabajadora y reemplazable.
La cuarentena es la única vía conocida hasta ahora para mantener baja la curva de muertes. La economía paralizada a escala global traerá consecuencias inminentes sobre las que ya cabalgan los que estúpidamente piden “libertad”. Ya tienen a Bérgamo en su historial: el polo industrial nunca paró ni fue declarado zona roja. Las patronales y los Ceos saben que un obrero o trabajador contagiado infectará las fábricas y los comercios. Su plan es sencillo: los que se infecten serán reemplazados por otros desesperados.
Es obvio que la paralización de la economía global traerá pestes sociales, y cada país deberá darle una respuesta a su población más débil. En todo el mundo, los países deberán generar planes de reconstrucción, también a través de medidas extraordinarias como las circunstancias. Y no después, porque no sabemos cuándo terminará, sino en el mientras tanto, porque hay mucha gente que no puede esperar más. En la Argentina, el oficialismo propone que las fortunas más grandes hagan un aporte por única vez. Pero la oposición se niega no sólo por una defensa de clase. También, porque su cinismo y su doble discurso es tan ferozmente grave, que especulan políticamente con un desastre sanitario.
La lucha contra la pandemia no puede ser partidizada. O en todo caso, todos los partidos deberían dar prueba de la opción por la vida. No es así y no sólo aquí. Y no es así porque tenemos un nuevo gobierno cuya dinámica y dedicación al trabajo es visible, pero no nos hemos descolonizado. No se trata de un cambio de gobierno. Es más intenso. Tal como están las cosas, sin embargo, que Macri tenga el tupé de venir en línea Paolo Rocca-Vargas Llosa y no sea abrumadoramente abucheado indica que la fábrica de desequilibrados no cerró nunca ni cerrará. Porque está al servicio del mejor postor.
Está todo a la vista. Se quiebra la cuarentena en el área metropolitana y seremos Nueva York o Guayaquil. La libertad de mandar al muere a los demás no es un tipo de libertad compatible con el Estado de Derecho. La opción por la vida, lo sabemos aunque no podemos imaginar sus dimensiones, traerá necesidades a granel que el Estado, que finalmente sí recibió una pesada herencia porque Macri destruyó todo lo que había y sus funcionarios nos robaron la deuda externa completa, no las podrá afrontar solo. Ayudar a salvar vidas les toca a los más ricos, porque los demás ya han puesto primero su fuerza de trabajo o su desempleo, y ahora pueden perder la vida. Paolo Rocca y su club lobista de privilegiados pide “libertad”. ¿No es ridículo? Es además canalla, como todos los que operan para ellos desde los medios, y los poderes Judicial y Legislativo.
Y a los desequilibrados que entrevistando o siendo entrevistados lanzan frases parecidas a las de la norteamericana (“Yo prefiero una libertad peligrosa”), y cuyos mensajes peligrosos prenden en los desesperados que los ven, habrá que tratarlos como lo que son. Caretas que hablan en falsete sobre un escenario que no existe. Lo que existe, lo real, es que estamos atravesando una experiencia colectiva dramática, que estamos forzados a ir en cámara lenta, con nuestras vidas totalmente trastornadas, para atajar los miles de problemas gravísimos que hace dos meses no existían. Lo estamos haciendo bien. No sólo hace falta disciplina y flexibilidad emocional para aguantar lo que viene. Hace falta sobre todo la convicción colectiva de que la vida, la propia y la ajena, es un valor superior a una cuenta off shore. Las cartas están sobre la mesa.