Desde París.
Duro como una roca, volátil y mutante, el coronavirus mantiene a la comunidad científica internacional sumida en una carrera contra varios relojes. Más allá del oprobio de la batalla de egos que protagonizan algunos científicos europeos, de la irresponsabilidad criminal de unos cuantos dirigentes del mundo, de las controversias desmedidas que rodean la pertinencia de las medidas adoptadas por los Estados más responsables, de las intervenciones públicas de intelectuales papanatas y políticos sin vergüenza ni cultura, la ciencia trabaja en silencio, concentrada en su misión racional de dar con la molécula que neutralizará el virus. Miles y miles de investigadores a través del mundo consagran cada minuto de sus neuronas a salvar una humanidad angustiada, enferma y al bordeo del colapso. La doctora argentina Eliane Piaggio es uno de los frentes más destacadas de esa línea de combate que tiene a la ciencia como único interlocutor verosímil. Responsable del equipo TransImm de Inmunoterapia Translacional en el Instituto Marie Curie de París, la doctora Piaggio se especializó en la lucha contra el cáncer mediante protocolos novedosos y menos violentos que la quimioterapia, es decir, la inmunoterapia. Doctora de la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacias de la Universidad Nacional de Rosario, Eliane Piaggio es una de las científicas argentinas más importantes del mundo y, hoy, una pieza esencial del inmenso mecanismo que se ha puesto en marcha para neutralizar el coronavirus.
En esta entrevista con Página/12 realizada en París, Eliane Piaggio puntualiza, paso a paso y con la narrativa racional y didáctica de un científico, en qué estado se encuentra la investigación sobre el virus, cuál es el rasgo de su identidad que lo hace tan impenetrable, al tiempo que detalla la trascendencia que ha tenido el confinamiento como una de las estrategias contra el coronavirus.
--El público cree que la ciencia y los grandes laboratorios ocultan los descubrimientos cuando, en realidad, se está ante lo que podría tal vez denominarse un enigma. Hay un río de fakes y teorías del complot que fluyen por todas partes. Para que todo sea más claro: ¿cuál es la identidad de esta pandemia, ¿qué la hace tan difícil de erradicar?
--La respuesta es muy fácil: no se sabe. Por eso hay tanto lío. Llega un momento en que tenemos que ser humildes y aceptar que desconocemos cómo va a evolucionar esta enfermedad. Todavía no la terminamos de entender. También hay que pensar que cuando empecemos a comprender el virus puede mutar, para bien o para mal. Queda mucho por saber acerca de la interacción entre el virus y el ser humano. Esto es lo que complica no poder erradicarlo. Cada vez tenemos más respuestas, pero también tenemos más preguntas. Los medicamentos funcionan, pero ninguno es súper eficaz, no sabemos si cuando los enfermos están curados siguen contagiando, si una vez curados los anticuerpos los protegen, ni tampoco sabemos por cuanto tiempo. Una vacuna, por ejemplo, ¿acaso va a generar los buenos anticuerpos? No sabemos. Lo que hace muy difícil entender la identidad de esta pandemia y la dificultad para erradicarla es que, a diferencia de otros coronavirus, el SARS-CoV-2 se transmite durante la fase de incubación, cuando las personas no tienen síntomas y no saben que están infectadas. Los otros virus se transmiten cuando los pacientes ya tienen síntomas. Por ello faltan las herramientas para poder erradicarlo.
--Viviremos entonces con su amenaza durante un buen tiempo.
--Por ahora sí estamos expuestos de forma permanente. Pero también hay que pensar que debemos ser proactivos, es decir, tener políticas que nos ayuden a encontrar la salida. Esto quiere decir contar con un tratamiento eficaz y la inmunidad de grupo. Para lo primero hay que descubrir una droga que disminuya la carga viral para que los pacientes sufran menos, contaminen menos y se los pueda curar. La inmunidad de grupo se va a lograr cuando estemos todos infectados, los que sobrevivamos, o cuando se logre desarrollar una vacuna que nos haga inmunes. Esto se apoya en todo el espectro de la ciencia: la ciencia social, epidemiológica, básica, aplicada, académica, médica, industrial, investigación clínica. La respuesta vendrá de ahí.
--En que dirección se está llevando a cabo la búsqueda de una vacuna o un tratamiento sabiendo que aún se está en una fase de multi exploración.
--Hasta que se encuentre un tratamiento específico para la Covid-19 lo que se hace es el reposicionamiento de medicamentos que ya existen, y ello con dos objetivos. Uno es estudiar el virus, o sea, antivirales, y el otro es controlar la respuesta inflamatoria exacerbada. En más o menos el 10 o 15% de todos los pacientes infectados se constató un desarrollo de una inflamación exacerbada que es contraproducente. Esos son los tratamientos en curso: o se inhibe el virus con un antiviral o se trata la respuesta inflamatoria exacerbada. Por consiguiente, lo que se está haciendo en Francia es lo que se hace en Europa. Es de destacar el estudio clínico europeo “Discovery” que evalúa 4 tratamientos experimentales contra el Covid-19. Dentro de este programa a los pacientes se les proponen distintos tratamientos que van desde el antiviral que se suministra para el Ebola, otro que se suministra contra el VIH o la famosa hidroxicroloquina. Hay otras cositas nuevas que se manejan pero, de todas formas, no hay muchas opciones. No se le puede dar cualquier cosa a los pacientes. Estas son las drogas disponibles y las posibilidades de tratamiento.
--En qué medida su propia disciplina, la inmunología, alimenta las investigaciones en torno a los tratamientos.
--El virus interacciona con el sistema inmune, que es el que nos ayuda a sacarnos de encima el virus. La inmunología está muy ligada con la respuesta antiviral. En el campo de la inmunología debemos entender la relación entre el virus y el sistema inmune. Se hacen investigaciones fundamentales que luego se aplican. Hay gente, como el Instituto Pasteur, que trabaja con los virus de antes. El resto de los inmunólogos no empezamos de cero. Tratamos de aplicar el conocimiento y la experiencia que cada equipo desarrolla en otros temas a una pregunta asociada al coronavirus. Hay estudios observacionales, que se basan en los pacientes sin intervenir, estudios mecanísticos en los cuales desarrollamos modelos que nos permitan modular algunas variables para entender cuál es el mecanismo de acción por el cual el sistema inmune puede eliminar el virus. Luego hay otros tipos de estudios que están directamente orientados a desarrollar nuevas terapias. Por consiguiente, para encontrar nuevas terapias primero se trata de identificar cuál sería el blanco: si es una proteína del virus o si es el receptor que está en las células humanas y por donde ingresa el virus. Para ello, se trata de desarrollar anticuerpos que neutralicen esa interacción y, también, encontrar una vacuna para estimular al sistema inmune del huésped y proporcionar una protección activa contra la infección. Eso es lo que estamos haciendo en el Instituto Curie: estudiar la respuesta inmune de los pacientes y ver si podemos encontrar nuevos tratamientos, incluyendo el desarrollo de una vacuna.
--Hay tres temporalidades que se cruzan en este momento: la científica, la política y la crisis sanitaria. A ellas se le pegan las confrontaciones ideológicas, la pugna entre intereses y, como se ha visto en Francia, el ego de algunos científicos.
--Cada una tiene sus tiempos, pero todos estamos apurados. El problema radica en que, en la ciencia, las respuestas no se obtienen de un día para otro. Es como le pasó a Pasteur: uno está toda una vida trabajando para encontrar una cosita. Hay que formar, formarse, encontrar cuál es la buena hipótesis de trabajo y después es todo un proceso largo y engorroso donde hay que obtener los subsidios, generar los útiles de trabajo, tener acceso a la tecnología con la cual queremos responder a las preguntas, analizar, interpretar, reproducir y publicar los experimentos. Después tratamos de aplicarlos adaptándolos para que puedan ser utilizados en el ser humano. Y todo esto siempre y cuando los científicos sobrevivamos a una innumerable cantidad de trabas administrativas, regulatorias. Pero todo lo que se pueda hacer aporta, no importa la grandeza del estudio. A veces, los estudios chiquititos aportan la parte inventiva y la solución. Los científicos de todo el mundo, mis colegas argentinos, tenemos la posibilidad de hacer cosas.
--El confinamiento ha desatado igualmente una controversia mundial, que incluso implicó a científicos y, hace poco, hasta circuló una carta firmada por las derechas liberales y promovida por Mario Vargas Llosa en defensa de un casi no confinamiento. Entonces, ¿cortar el flujo humano de la circulación frena realmente la expansión del virus?
--El confinamiento desacelera la expansión del virus. El problema es que acá no hay mucho que discutir. La realidad es arrolladora: los países que no se confinan tienen una cantidad de infecciones que aumenta de forma exponencial y es imposible de dominar. Repito: no hay otras opciones. A falta de test diagnósticos que nos permitan aislar a los portadores y controlar así la diseminación, a falta de material de protección, no hay máscaras ni soluciones hidroalcohólicas, ni protecciones descartables para los médicos, en suma, sin eso no queda otra más que el confinamiento. Lo que hay que hacer es evitar que se saturen los hospitales para que todos los enfermos tengan acceso a los respiradores y a los cuidados intensivos. Si no hubiese habido este confinamiento habríamos pasado aún más situaciones, como las que ya pasamos, donde los médicos tenían que elegir a quién le daban el oxígeno y a quién ponían en terapia intensiva. El confinamiento no se discute, no es bueno ni malo, no hay otra opción. El confinamiento es la única arma para actuar. El confinamiento nos da un poco de tiempo para equipar los hospitales, poner a punto los test diagnósticos para aislar a las personas, sobre todo las asintomáticas que siguen diseminando la enfermedad, esperar los resultados de los estudios clínicos que nos van a decir qué tratamiento es el adecuado, encontrar un antiviral que baje la carga viral. Ahora vamos a comenzar a desconfinar y espero que con todo esto que hemos aprendido el rebote que va a venir con el desconfinamiento nos encuentre mejor parados frente a la infección. Pero para ello hay una condición: cuando nos desconfinemos hay que respetar la distancia social y los gestos barrera. De lo contrario será de nuevo el caos.
--Usted cree, como lo sugieren muchos sectores, que el tratamiento o la vacuna, si se descubre, debería ser como una suerte de patrimonio de la humanidad, es decir, quedar fuera de las especulaciones de los laboratorios.
--¡Espero que sea así! Claro, después la realidad es otra y no sé cómo vamos a hacer. Eso sería lo ideal pero no sé cómo se cambia todo un sistema neoliberal en el cual los intereses económicos están por encima de las personas. Los Estados aquí tienen que asumir un papel importante.
--El sistema multilateral sanitario ha sido un fracaso total. La Organización Mundial de la Salud (OMS) no cumplió con su propósito.
--La OMS debió cumplir ese rol de regulador y coordinador y no lo hizo. Hay que volver a pensar la gestión global de estas crisis sanitarias, no hay dudas sobre ello. Estamos frente a un gran fracaso, ante la evidencia de que la gestión de la OMS ante la Covid fue errónea. Estamos en una situación desastrosa que se sigue deteriorando. La OMS es como un dinosaurio y hay que renovarlo. Debe existir un ente regulador, pero no como este. Los Estados deben también desempeñar un papel mayor que integre la gestión sanitaria, la gestión científica, económica y social.
--En la Argentina el presidente Alberto Fernández tomó rápidamente medidas para confinar el país. Al mismo tiempo, la comunidad científica trabaja intensamente con los medios de que dispone.
--Para la ciencia argentina no es el mejor momento. Pasamos de la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología, donde hubo un repunte en la ciencia argentina, a lo que ocurrió después cuando se vino abajo. La ciencia está atada de pies y manos, pero los científicos argentinos son extraordinarios. Tienen un nivel único de inventividad y una capacidad extraordinaria para salir adelante. Yo colaboro mucho con los científicos argentinos. Para mí es una forma de devolver al país lo que el país me dio a mi para estar en donde estoy. Hacer ciencia ya es complicado en los países desarrollados, imagínese lo que es hacerlo en la Argentina donde la ciencia tiene que sobrevivir a un viacrucis. Pero esto no descalifica nada de lo que pueda salir de la Argentina. Todo lo que se pueda hacer tendrá un impacto enorme.