El pasado viernes Netflix estrenó la segunda temporada de After Life. Seis nuevos episodios de media hora con la particular mirada de Ricky Gervais acerca del duelo. La respuesta de Tony por haber perdido a su esposa es culpar al mundo por su dolor. No diferencia en sus agravios - niños, ancianos, compañeros de trabajo- aunque, al mismo tiempo, la serie está lejos del cinismo. El primer golpeado del malón es un periodista de los suburbios de Londres que tiene un perro como compañero y destila humor agrio en el camino.
Es cierto, también, que al final de la primera temporada la entrega irradiaba un poco de luz. Incluso se entreveía un romance para el cascarrabias de Tony con la enfermera de su padre, Emma (Ashley Jensen). El propio Gervais puso signos de preguntas a ese cambio. “Mucha gente creyó que estaba mejor. ¿Por qué? ¿Porque alguien lo invitó a salir y lo hizo sentir mejor por un minuto? ¿Ya se sobrepuso de su depresión? Para nada. Solo está intentando diferentes formas de lidiar con eso. Arriba y abajo, como la vida”, dijo el ácido comediante. La postura inflexible, el tono seco, la reducción de los incidentes cotidianos al absurdo ubican a su creador peleando la pole position de humor & misantropía. Él único que puede quitarle el puesto es Larry David, cuya décima temporada Curb Your Enthusiasm, campea una mala onda y justeza que a Tony le caería muy bien.