"La bata explota y el swing/ resuena en cada rincón/ Se están gozando/ se puso bueno y al fin/ Es una fiesta" Presentación 2020, Cayó la cabra

Cuando en enero del año pasado escuché por primera vez la expresión “qué te la goces acá” abrí bastante los ojos. Lucía, que en ese entonces era mi recién conocida interlocutora montevideana, me aclaró " digo: que disfrutes de estar acá". La expresión, al menos a mí, santafesina de veras me resonó al goce –puro y exclusivamente– sexual. En ese momento, me quedaba en Montevideo un tiempo, por un montón de motivos o por ninguno. Posiblemente uno de esos motivos haya sido conocer gente y en eso me abría y predisponía a las charlas y, quizás, otro motivo era saber qué quería hacer con mi vida por eso esa expresión no me pasó desapercibida. Debo confesar, entonces, que hace más de un año que esa frase, ese deseo que Lucía largó libremente el 6 de enero, me interpeló de forma directa porque era nada menos que lo que me estaba cuestionando: el deseo.

En ese mismo enero –que como todo enero duró una eternidad– me encontré en la ciudad vecina con una amiga-colega-lingüista y recuerdo haberle advertido sobre la expresión del goce de los uruguayos... divagamos un ratito en el balcón sobre la escucha, sobre el lenguaje, sobre la variación, en esos derroteros que nos permite nuestra profesión siempre que la dejamos ser. Ese tipo de conversaciones puede durar horas o minutos hasta que algo del orden de lo cotidiano irrumpe en el encuentro. Pero esta vez recuerdo que cortamos el hilo de nuestra charla porque nos íbamos al desfile inaugural del carnaval más largo ¿y, acaso, más lindo? del mundo.

La sorpresa es que en este verano encontré una Montevideo plagada de goce. Registré la frase de forma más extendida “nos la estamos gozando”, "esto se goza”, “te la gozaste toda, amiga”. Tanto que la murga Cayó la cabra abre su espectáculo 2020 con la idea de goce que significa un nuevo carnaval. Así se abre y se expande la conjugación del verbo "gozar”, el uso del sustantivo "goce" y las representaciones y figuraciones que allí se encuentran. Un goce que se extiende a todos los ámbitos, espacios y prácticas.

Mucho se ha dicho y escrito sobre lo parecidos que podemos ser uruguayos y argentinos y a los argentinos nos encanta jactarnos de esa similitud pero, a la vez, somos muy diferentes. Quizás sea la inmigración centroamericana que Uruguay recibe, la influencia musical de la plena y del reggaetón. O no, quizás solo sea su conexión directa con el placer de la vida desde la austeridad y simplicidad.

Michel Foucault comenta en El orden del discurso que "en toda sociedad la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por un cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar los poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad". No es menor que Uruguay cuente con una ley como la N.° 18.987 desde 2012 porque el lenguaje guarda y muestra lo que la sociedad es en sí misma en un momento determinado.

En el debate por la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, en agosto de 2018, el senador Pino Solanas en su argumentación a favor de la despenalización del aborto esgrime una postura sobre el amor en la que reivindica el derecho al goce. Textualmente dijo: “no solo el derecho a la vida de las mujeres sino el derecho a poder decir sobre sus cuerpos sino también el derecho al goce". Por esos días tan verdes, usábamos la expresión “derecho al goce” como bandera.

Una sociedad no tan reprimida, no tan coartada y con un sistema legislativo que la avala discursivamente puede pensar –y decir – la vida en términos de placer, disfrute y de goce... Por eso, cuando hace unas semanas entregué las llaves a la dueña del departamento en Montevideo y le agradecí sinceramente por mi estadía en esta segunda vuelta me respondió, casi como una obviedad, "por favor, usted merece". La otra cara del goce puede ser la del merecimiento. Esta vez no me sorprendí: nos merecemos el goce.

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