En el último capítulo de su libro la Teoría General, John Maynard Keynes escribió que “Los dos vicios principales del mundo económico en el que vivimos son que primero el pleno empleo no está asegurado y segundo que la distribución de la fortuna y del ingreso es arbitrario y carece de equidad”.
Esta breve frase, lapidaria, parece escrita para describir la economía argentina antes de la pandemia del Codiv19.
Estos dos vicios derivan de una tasa de ganancia del capital excesiva y Keynes observaba algunos párrafos más abajo que “existen actividades humanas útiles que para que sean realizadas y provean los frutos necesarios necesitan la incitación que provee el lucro y el marco de la propiedad privada. Pero para estimular dichas actividades no es indispensable que la actividad reditué tasas tan elevadas como las actuales, tasas de beneficio mucho más bajas serían tan o más eficaces por poco que los apostadores estuvieran acostumbrados.”
Argentina es un caso elocuente de lo señalado por Keynes. Los trabajos de Facundo Alvaredo, integrados en el libro de Thomas Piketty El Capitalismo en el siglo XXI muestran que el 1 por mil de las personas que ganaban más en 1943, alrededor de 4000 familias, recibían el 26 por ciento del PIB y que el porcentaje bajó lentamente hasta su mínimo, en 1974, al 7,4 por ciento. Para volver a remontar durante el invierno neoliberal 1976-2002, y establecerse al 16,8 por ciento en 2002.
Esto significa que entre 1976 y 2002 el enriquecimiento de los ultra ricos argentinos se tradujo únicamente en un incremento patrimonial ya que la inversión disminuyó en catorce mediciones anuales durante esos 25 años, aunque debería haber aumentado ya “que ese es el destino normal de las ganancias”, como lo afirma la economía ortodoxa.
Las cifras muestran que la concentración del ingreso sigue siendo anormalmente elevada, puesto que el 10 por ciento de la población que percibe los ingresos más altos obtenía el 39,3 del ingreso global en 2003 y que bajó al 28,2 por ciento en 2014. Esta proporción volvió a subir durante el período de Macri al 32,5 por ciento. Estas evoluciones son la consecuencia de las políticas fiscales.
Estancamiento
En la mayor parte de los países las elevadas ganancias de unos pocos viene aparejado al estancamiento económico. Cuanto mayor es la parte del ingreso global que recibe el 10 por ciento que gana más, menor es la tasa de crecimiento y la tasa de empleo, lo que significa que la injusticia en la distribución del ingreso, el enriquecimiento de una minoría, como lo señala Piketty, no es un peldaño hacia el crecimiento económico.
La situación de estancamiento actual heredada del gobierno de Macri agravada por las consecuencias que producirá a mediano plazo la pandemia del Codiv-19 indica que el Estado deberá afrontar inmensos gastos y necesitará ingresos fiscales adicionales. Pero conviene señalar que las ayudas que se otorgan y continuarán otorgándose a los ciudadanos desempleados o empobrecidos o a las empresas vía créditos garantizados por el Estado serán gastadas en su inmensa mayoría y serán un ingreso para otras empresas y sus trabajadores.
En un país los ingresos de unos son los gastos de otros. Es por lo tanto necesario, como fue el caso en los países europeos después de la Segunda Guerra Mundial, incrementar la progresividad del Impuesto a las Ganancias, restablecer el Impuesto a la Herencia y en particular porque es la fuente disponible inmediata implementar un impuesto a las grandes fortunas.
Los economistas ortodoxos se oponen a este impuesto con el argumento que se trata de un stock y que, por lo tanto, si el impuesto el patrimonio existe sea cual sea la tasa de imposición entonces el Estado practicará de facto una política de nacionalización escalonada en el tiempo del patrimonio de los particulares, lo cual es erróneo.
Riqueza
Es necesario ante todo hacer una distinción entre el impuesto a los Bienes Personales y el impuesto a las grandes fortunas. La tasa del impuesto a los Bienes Personales debe ser poco elevada ya que en muchos casos se trata de bienes como las viviendas o de herramientas y vehículos de los artesanos o profesionales, sin rendimiento de capital específico.
El impuesto a las grandes fortunas es muy importante porque en el mundo un grupo muy reducido de personas posee casi la totalidad del patrimonio, lo cual es válido también en Argentina. El impuesto a las grandes fortunas personales aparece así como determinante porque permite gravar lo que se escapa vía las astucias de la contabilidad al impuesto a las ganancias.
La fortuna personal está compuesta por el valor de los bienes inmuebles y las participaciones financieras en las empresas. Para fijar la tasa del impuesto que debe aplicarse conviene referirse al rendimiento financiero de dicha fortuna.
Los bienes que la componen proveen a sus propietarios un rendimiento: sus aposentos, residencias secundarias están concebidos como instrumentos de gestión del capital para señalar su estatus social o agasajar los futuros socios o clientes importantes y no solo para su esparcimiento personal. Por lo tanto el impuesto a las grandes fortunas debe calcularse sobre el valor actualizado de esos activos
En la actualidad, el rendimiento bruto del patrimonio antes de la aplicación de los diversos impuestos es del orden del 15 por ciento. Es una cifra realista. El cálculo a realizar es simple: si el impuesto aplicado al monto global del patrimonio decidido por el Congreso es del 3 por ciento entonces ese rendimiento bruto queda en el 12 por ciento, lo cual significa que el impuesto real es del 20 por ciento sobre el beneficio global.
Este cálculo muestra que puede establecerse una progresividad según los montos de la fortuna. Esto muestra también que, contrariamente a lo indicado por los economistas ortodoxos, el impuesto no altera para nada el monto de la fortuna personal y que el concepto de confiscación es erróneo.
Las tasas pueden ser definidas en cada presupuesto según se prevea una tasa de crecimiento positiva de la economía en cuyo caso se puede disminuir para facilitar la inversión y acompañar la tendencia de la economía o incrementarse si la economía está en recesión ya que el incremento de la recaudación permite disminuir la necesidad de contraer deuda publica para sostener la economía. Este mismo razonamiento puede aplicarse al Impuesto a la Herencia.
Keynes señalaba en la obra citada que “un incremento de la propensión a consumir contribuye a incrementar la incitación a invertir y al crecimiento de la riqueza, lo cual muestra que la abstinencia y el atesoramiento lejos de incrementar la fortuna tienden a estorbarla”.
* Doctor en Ciencias Económicas Université de Paris, Autor de La Economía Oligárquica de Macri , Ed. Ciccus, mayo 2019.