Los domingos: leer juntos, escuchar a Nina Simone, dejar rodar la conversación, mirarse. Esos momentos cotidianos, única esencia perdurable. "El amor es la ilusión de algunos mamíferos", sentencia el autor para dejar en claro que siempre será inatrapable, pero desearemos cristalizarlo. La seducción, el desencuentro, el encuentro con otro, otra, otre, sólo tiene a las palabras para asir su insoportable volatilidad.
La ilusión de los mamíferos, de Julián López, da a luz una historia de amor. Se desliza en escenas cotidianas, domingo a domingo, porque el amor se escurre de las sentencias para quedarse en la atmósfera del tiempo compartido. Ese destello propio que inventa cada vez que acontece. Y la potencia no está en ser poco convencional, entre dos hombres, clandestino, sino por la exacta forma de narrar lo singular del choque del deseo de dos personas en un punto del universo.
Con Una muchacha muy bella, Julián López había encontrado un tono precioso para acercarse con delicadeza al efecto del terrorismo de Estado, desde la mirada de un niño, con una prosa poética que traía pequeños retazos de una vida arrancada.
En La ilusión de los mamíferos, cada frase, cada palabra, te meten en el universo de un hombre entregado al amor puro-presente. "Qué aburrimiento mortal ser uno mismo, quién podría preferir la ilusión de conocerse a la posibilidad de que ese conocimiento o esa confusión vengan de la ciénaga oscurísima del choque con un otro. Qué aburrido", dice el narrador en una frase que parece manifiesto de una escritura desplegada desde la primera persona, en la mirada del que quiere absorberlo todo del otro, no tanto para poseerlo sino para disfrutarlo. "Dormir juntos era la suspensión, la inconsciencia y el sueño, el presente deslizándose sin remedio", es otra de las frases memorables de una novela muy bella.
La ilusión de los mamíferos, Julián López. Random House, 2018