Fueron sólo catorce mujeres desesperadas en busca de la verdad, las que iniciaron un difícil camino que hasta la fecha no ha tenido respuesta . Cada año que pasa las recordamos con más admiración. Se vivían entonces tragedias enmascaradas por relatos oficiales y oficiosos que aislaban a esas mujeres, pero ellas siguieron, obstinadas, sin claudicar y en desigual batalla.
Predieron a tres de sus más valiosas mujeres, que fueron secuestradas, torturadas y asesinadas por la dictadura cívico militar eclesiástica. Qué alto precio se pagó por el derecho a Justicia. Como siempre sucede, las orlas que sostiene el poder son precisamente ignorar o corromper la Justicia.
Las Madres no eran un grupo de propaganda partidaria, por el contrario, los principales partidos no querían escucharlas. Solo pedían saber de qué se los acusaba y dónde estaban sus hijos, pero el terrorismo de Estado decidió el exterminio, ante la anomia de lo que llaman pueblo, sociedad o simplemente la gente, según las letanías que se profesen.
Ejemplo político si los hay, fueron esas mujeres que unidas por el dolor de sus hijos, estaban empeñadas en defender sus vidas, y su derecho a juicio. Pero nada de eso ocurrió. Anulada entre ellas toda diferencia, social, política, religiosa o cultural, hicieron escuela del vapuleado consenso, que aun hoy no fue logrado en los ejes del poder.
Entonces había que tener coraje, mientras muchos dormían la siesta, arropados por el no te metás. Estimuladas por la adversidad, las Madres buscaron incansablemente resortes legales y públicos para alcanzar su meta. Habeas corpus, marchas semanales en la plaza, con amenazas y violencia, presentación a delegados extranjeros, pedidos a organismos internacionales y religiosos, con enfrentamientos policiales y detenciones varias.
Hasta llegar a formar la constitución legal de la asociación en el año 1979, con la presencia de 20 Madres que pusieran su firma y su cabeza, en plena dictadura, ante escribano público, el 22 de agosto de ese año. A ellas quiero reconocer por ese valor que nadie acompañó entonces y que hoy es usufructo de políticas erráticas.
A nuestras Madres asesinadas Azucena Villaflor, Ester Careaga, María Ponce.
A las que a pesar del miedo supieron dónde estaba su lugar. María Adela Gard, Hebe de Bonafini, Juana de Pargament, Nora Cortiñas, Marta Vásquez, Elida Galletti, Beatriz Neuhaus, Gloria Nolasco, Angélica Mignone, Carmen Lapacó, María Eugenia Casinelli, Laura Rivelli, Elena Ponce, Mina Binstok, Hebe Mascia, Edna Ricetti, Aurora Fracarolli, Nelda Chidichimo, René Epelbaum.
A 44 años de la desaparición de mi hijo, y con 92 años, sigo sosteniendo que fue una lucha digna y ejemplar, la que merecían los hijos. Siento el orgullo de haber estado junto a todas las compañeras de esos días en los que los abrazos eran sostén y coraje para seguir.
A las que están, a las que ya nos dejaron y a las que tal vez confundidas equivocaron el camino, el más emocionado homenaje.
* Madre de Plaza de Plaza de Mayo.