Puede ser con el Cerro Uritorco detrás, mirá que escenografía... ¿Tengo que estar parada o puedo estar más en contacto con la tierra?

Si me permiten, unas palabras para intencionar esta entrevista. ¿Podría ser?

Qué bueno. Gratitud hermanitos. Deseo que quienes me oigan y me vean despierten instantáneamente y comprendan que toda experiencia es tan insustancial como el tejido del sueño de la noche. Más allá del trance de antes y después, de salud y enfermedad, de cielo e infierno. Gratitud hermanitos. Ahora sí, toda oídos.

Sinceramente pensé que era un sueño. Tuvieron que pasar varias horas para que me convenciera que no era un sueño. Pasa que se parecen tanto el sueño y la vigilia. Viste, que una a veces en la vigilia se olvida de los sueños, pero en los sueños también se olvida de la vigilia. Y aquello parecía un cuento fantástico. Decime si no. Las decisiones que se estaban tomando no cabían ni en la utopía del más hippie, y te lo digo yo (risas).

Decime si no, a ver, por ejemplo, ahora esto es lo más común del mundo pero en ese momento escuchar hablar de distribución de la tierra entre los habitantes, cultivos comunales, alimentación por estación fomentando la dieta comechingona, expulsión de las empresas extranjeras, transformación de las escuelas en espacios para la libertad, la igualdad y la felicidad. Todo eso era como una utopía antes. Así que era más fácil flashear que estaba teniendo un sueño muy loco, que aceptar la realidad (silencio). Además, te soy sincera, yo había fumado unas flores esa mañana (risas).

Recién por la noche me convencí, y me metí de lleno a colaborar desde el lugar que se me asignó, como había pedido el presidente.

Estuve todo ese año en las crianzas colectivas. Hacíamos excursiones por las sierras. Con los más grandes, cosechábamos plantas medicinales o hacíamos plantines y esquejes frutales.

Y no, la verdad que no me atrajo la idea de la cuarentena libertina en Trenque Lauquen. Más que nada porque yo ya sentía que estaba liberada. Lo que Trenque representaba en el imaginario colectivo lo podía vivir en cualquier parte y con semejante revolución que el Mal nos permitió hacer, yo quería estar con los pies en la tierra, en mi tierra (silencio). Además miren qué hermoso es acá. Por suerte ya no vivía en la gran ciudad. Así que no tuvieron que relocalizarme (silencio). Gratitud hermanitos.

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¿Dónde voy a estar? En el río, en mi cancha estaba. Sí, claro, en mi cancha estaba. Vos sabés cómo funciona esto, cada uno de nosotros tiene un tiempo y vamos rotando, a veces te toca más temprano, a veces más tarde. Mi cancha de pesca empieza justo ahí donde está el espigón y termina más o menos por allá donde está la antena de la escuela. Sí, ahí.

Si, frontera siempre fue pero, antes de El Anuncio, uno se iba a la orilla, y visitaba. A veces hacíamos algunas compras, mi mujer tenía toda la familia en Paraguay.

Y, quedaron del otro lado (silencio), no los vimos nunca más.

Amaneció como cualquier otro día, medio nubladón eso sí. A mi me tocaba tirar la red a las nueve así que me agarró en mitad del canal. El muchacho que estaba atrás mío no había sacado nada. Pero yo levanté la red cargadísima, viste cómo es, el pescado tiene sus mañas. El río estaba alto me acuerdo. Bueno, y yo tiré la red, y suena el aparato, y digo, será mi cuñado, y digo: pero le cambió la voz.

Y bueno, te darás cuenta que era el Ministro Mascaró, y yo pensaba que era mi cuñado (risas). Qué iba a sospechar yo, que de la Cadena Nacional. Y ahí me gritan de la orilla. El viento traía las voces, y yo agarro los biniculares, y veo que me hacen señas los de la prefectura, y ahí me doy cuenta que no había nadie en el río. Yo sólo estaba. Sólo.

Pasa que entre que soplaba el sur, y no se entendía mucho por el teléfono, yo me puse a fumar y a mirar el río. Recién cuando llegué a la orilla y los vi a todos tan serios me di cuenta que algo grande pasaba.

Por supuesto que la cosa mejoró. Antes de El Anuncio estábamos relegados a vender por migajas nuestro pescado. Solo en semana santa, y después: ¡olvidate! Y cuando al día siguiente dicen que el pescado de río hace bien, y que se asignaba la ingesta semanal de pescados de río según la nueva dieta dispuesta por la Asamblea General Argentina para un Pueblo bien Alimentado (AGAPE), ahí la gente de la Asamblea hablan conmigo como dirigente del sector, y bueno, después ya es historia conocida: En Posadas fue donde iniciamos el Comando Manduví (CoMan).

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