Maternidad y desencanto son dos palabras que riman, por lo menos en los discursos que se pronuncian sobre el tema en este siglo. Hay una serie australiana cuyo título pasa de boca en boca entre puérperas que, justamente, se llama The Letdown, un juego de palabras que enlaza el momento de la bajada de la leche en los primeros días posparto con la decepción frente a los costados oscuros del maternaje, que si bien no son ninguna revelación, no dejan de abrumar a cada persona que se asome por primera vez al asunto. ¿Cómo y quiénes acompañan en la angustia, en el agotamiento y en los momentos de devastación que implica la llegada de la pequeña novedad? Quién materna a quienes maternan es la pregunta principal que se abre desde MAMAM, una red de grupos de crianza coordinados por psicólogas orientados a embarazadas y mamás con bebés de hasta dos años de edad.
“El ideal de hijo y de madre fantaseados consciente e inconscientemente caen ante la llegada del hijo real. Entonces, no es un bebé que duerme toda la noche sino que se despierta un montón de veces, y la mamá no es la mamá que imaginaba saber de antemano cómo calmarlo. Comienza la construcción de ese vínculo real y único. Y esta otra dimensión, la que va del hijo real y la madre real, representa una decepción”, explica Albertina Tozzini --psicoanalista (UBA), especializada en psicoanálisis con niños (UCES) y una de las coordinadoras de MAMAM-- sobre el sentimiento de desencanto que puede acompañar el puerperio y más allá. Y recomienda otra serie, un documental de UN3TV que se llama No sé cómo volver: “Hay un proceso de duelo por el que atravesamos cuando nos convertimos en madres. Es una reacción frente a la pérdida de algo, tangible o no, significativo para nosotros. Convertirse en otra. El cuerpo cambia, la ropa cambia, la casa cambia, las prioridades cambian, ya no somos dueñas de nuestro tiempo como antes y también es un proceso aprender a amar esta nueva condición”.
El proverbio africano que dice que para criar hace falta toda una tribu contrasta notablemente con la solitaria experiencia de la crianza actual, resultado de la combinación del hecho de que ni la niñez ni la maternidad estén entre las prioridades de la agenda pública, de que los abuelos y abuelas suelan estar fuera del juego, de la ausencia de redes en sociedades que se han alejado cada vez más de la vida comunitaria. Así lo expresa Tozzini: “Vivimos en un sistema que deja muy solas a las mujeres frente a la maternidad. A diferencia de otras épocas, el marco de contención que tienen las personas que deciden tener hijos hoy suele ser más reducido, o porque sus padres han fallecido o porque son muy grandes o porque no tienen tanta disponibilidad”. Los grupos de crianza como los de MAMAM buscan generar un marco de sostén y referencia, suturar, aunque sea en parte, la soledad y la incertidumbre. Dice Tozzini: “Identificarse con los pares del grupo de algún modo te da la idea de que lo estás haciendo bien. Te da algo parecido a una confianza”.
--En tiempos de aislamiento social, lógicamente, la soledad del puerperio se exacerba...
--Hemos notado la magnitud del impacto para la salud mental que ha significado la pandemia, así como la cuarentena y los efectos del confinamiento, en todos nuestros grupos de crianza. Las mujeres no tienen ayuda física y están muy alejadas de sus afectos. La cuestión emocional está mucho más a flor de piel y necesitan mucho más lugares donde poder expresarse y compartir con otros. Creemos fundamental en este momento preservar los lazos sociales y sostener los espacios de encuentro y contención. Por eso adaptamos la modalidad de nuestros encuentros, que ahora son virtuales.
--Son grupos orientados a las madres, ¿y dónde están los padres de las criaturas?
--Los grupos de MAMAM están pensados y armados para mujeres porque históricamente sobre ellas recae la responsabilidad de los cuidados. Necesitamos sistemas más justos y revisar las políticas públicas para redistribuir esos cuidados y para acompañar más las ma/paternidades. Hoy las licencias por paternidad son de dos días y en el mejor de los casos él o la compañera de crianza se guarda las vacaciones para la llegada del bebé.
--En cada época circulan discursos en cuanto a la crianza que se instalan como verdades, que luego son refutadas por la siguiente generación. Información, a veces confusa, aveces culpógena, que se suele dividir en una línea “dura”, relacionada con la obediencia, y otra “blanda” o “niñocéntrica”. ¿Adscriben ustedes a alguna línea en los modos de criar?
--Somos muy respetuosas del estilo de crianza que cada mamá quiera encarar. La consigna principal es no juzgar, no interferir y no bajar línea. Sí, si nos preguntan específicamente por ese tema, creemos que hay algunas ventajas en la crianza con apego y que trae cierto bienestar psicológico a la mamá y al bebé.
--¿Cómo describen la crianza con apego?
--Apego se refiere al vínculo emocional desarrollado entre el bebé y sus cuidadorxs. El pionero de esta teoría fue John Bolwby, psicoanalista del siglo XX, que estudió qué sucedía con niños que eran privados de una figura materna. Hay una neurobiología del apego. Todo el repertorio conductual del bebé está orientado a mantener la proximidad con el cuidador. La construcción del vínculo en el sistema de apego se autorregula y garantiza que el bebé sobreviva. Si, por ejemplo, la mamá sale de su campo visual, se dispara una sensación de alerta y a través del llanto busca que su mamá vuelva para darle seguridad. Llora para restablecer el equilibrio fisiológico y emocional. El bebé no sabe que estamos en la habitación de al lado. Para él la mamá no está y si no está corre riesgo de vida.
--¿Llora por supervivencia?
--Por eso es importante responder a los requerimientos de los bebés sobre todo en los primeros dos años de vida y, por ejemplo, no dejarlos llorar por las noches hasta que se duermen. Porque eso va configurando una confianza en que hay un otro que responde, y permite desarrollar un sentido de seguridad. El niño sabe que el cuidador es fiable, lo que crea una base para luego explorar el mundo. Hay algunas corrientes conductistas que son muy peligrosas en este sentido, por ejemplo, el libro Duérmete niño, que tuvo mucha difusión.
--¿No le parece que si este tipo de crianza se impone a las personas que crían, se corre el riesgo de que queden completamente sometidas a las necesidades del bebé? Un envase de apariencia amable para un nuevo mandato…
--El apego seguro no es estar 24 horas con nuestrxshijxs, sino mostrar disponibilidad para contener, proteger y acudir cuando nos necesitan. Esto habilita a que luego también puedan estar con otras personas sintiéndose seguras, y puedan hacer sus actividades y disfrutarlas. La noción de apego no tiene que ver con la exclusividad de la mujer, ni con la romantización de la maternidad, ni con una madre abnegada, sino con pensarnos en una relación próxima y afectiva con el otro. En este momento de cuarentena estando todos en casa se está comprendiendo más esto que muchas veces queda invisibilizado. Criar con apego es criarlos con respeto, siempre intentando que el niño se constituya subjetivamente como un otro diferente al adulto cuidador. No tiene que ver con la anulación del deseo de quien cuida de trabajar, salir, pasar tiempo en pareja. Tenemos tan arraigada la cultura patriarcal que inmediatamente la noción de apego se reduce a ser una ama de casa. También hay demoras, hay ritmos, cuándo sí y cuándo no, que se introducen desde un inicio. Es una cuestión de funciones y no de títulos.
--¿Cómo hace una persona puérpera para distinguir entre la angustia propia de una tarea agotadora y una depresión clínica?
--Los primeros que seguramente puedan detectarlo van a estar en su círculo íntimo, en el mejor de los casos. Por esta razón pensamos que es muy importante que los grupos de crianza estén coordinados por alguien con formación específica. Detectar algo a tiempo hace que no recrudezca. Los primeros tres o cuatro meses hay una fusión que hace que sea difícil dejar al bebé con otras personas. Pero si va pasando el tiempo y ese vínculo se vuelve muy pegajoso, da para prestar atención. Si la angustia es permanente, si hay una pérdida de energía, excesivo sentimiento de culpa, aumento o pérdida importante de peso, pensamientos recurrentes de muerte, insomnio, irritabilidad y ansiedad marcadas, miedo intenso a hacerle daño al bebé o preocupación excesiva en cuanto a su salud, recomendamos prender una alerta ahí.