Podrían haber sido los típicos one hit wonders. Sobre todo en una época que dio tantos productos descartables y descartados como los años ’80, Beastie Boys podría haber disfrutado las mieles de “(You Gotta) Fight for Your Right (To Party!)" y luego hundirse en el ostracismo. En rigor, Adam “MCA” Yauch, Adam “Guitar Ad-Rock” Horovitz y Michael “Mike D” Diamond sí se hundieron en el ostracismo. Pero volvieron. Y volvieron mejores, pero fracasaron estrepitosamente. Tampoco se dieron por vencidos: volvieron otra vez, con tal obra maestra que ya nadie pudo ignorarlos. Los impresentables de 1986 se resistieron a quedar en el libro de anécdotas de la música popular de esa década. Lo bien que hicieron.
Beastie Boys Story, el documental que Apple+ estrenó la semana pasada, es el recuento del fenomenal recorrido de un trío de blanquitos que hizo historia grande en un género tan afroamericano como el hip hop. Lo hace al estilo de los Pibes Bestia y de Spike Jonze, el aliado que –entre otras cosas- convirtió la foto graciosa para promover “Sabotage” en un videoclip que, al decir de los mismos protagonistas, convirtió a MTV en “Beastie TV”: no había momento del día en que no apareciera ese tornado caracterizado por el bajo con fuzz de MCA y los alaridos de Ad Rock, en el envase de una estética de serie policial de los '70. En los MTV Awards de 1994, los Beastie Boys tocaron ese tema y arrasaron con todo. “En los festivales, en las entregas de premios, donde compartiéramos escenario con otros artistas, no podíamos evitar entrar en una cosa de competencia. Tocábamos para ganar. Y esa noche ganamos, big time”, comenta Horovitz al recordar ese momento, que incluyó a un MCA disfrazado de “Nathaniel Hornblower”, interrumpiendo la entrega del premio a Michael Stipe por “Everybody Hurts” de REM para señalar que no dárselo a Jonze era “una farsa”. Los B-Boys se habían abocado a mejorar como músicos, pero no perdían las ganas de buscar roña.
Tiene razón Diego Brodersen en la reseña que acompaña esta nota : Beastie Boys Story no puede considerarse una película, ni siquiera un documental hecho y derecho. Es el retrato de las presentaciones que hicieron los Beasties sobrevivientes del fragmentado libro que cuenta la misma historia, un espectáculo de stand up aderezado por abundantes imágenes de archivo y un sentido homenaje al compañero fallecido a causa del cáncer en 2012, con solo 47 años. Pero el fan del grupo disfrutará esas dos horas con la misma fruición con la que disfrutó en su momento Paul’s Boutique, Check Your Head e Ill Communication: si Diamond y Horovitz bromean una y otra vez con “la canción que lo cambió todo”, “el disco que lo cambió todo”, “el show que lo cambió todo”, es porque Beastie Boys hizo del cambio su herramienta para sobrevivir, reinventarse, sorprender. Crecer. Despreciar toda etiqueta. Estar un paso adelante.
Aun con la necesaria compresión de datos y situaciones, Beastie Boys Story da una adecuada idea de esa reinvención permanente que les permitió atravesar tres décadas y tener siempre algo interesante para mostrar. A fines de los ’70 eran una banda hardcore, The Young Aborigines; la fascinación por la escena hip hop de New York hizo madurar la algo delirante idea de que ellos, jóvenes moishes de Brooklyn, también podían encadenar rimas. La bendición de un tipo como Russell Simmons, hermano del “Reverendo Run” de sus admirados Run DMC, indicó que iban por el camino correcto. La asociación con Rick Rubin, tan blanco y avezado en el rap como ellos, cerró el círculo para el primer gran golpe. Ese golpe fue primero el single “Rock Hard” y después Licensed to Ill, un disco pleno de testosterona y posiciones de las que luego abjurarían, pero que junto al “Walk This Way” de Aerosmith y Run DMC introdujo un nuevo matiz en la escena.
Cualquiera se hubiera quedado con eso y lo hubiera explotado hasta el hartazgo, pero Beastie Boys tenía varios ases en la manga. En el film –y en los cameos finales de Steve Buscemi, David Cross y Ben Stiller- se analiza sin anestesia el fracaso que fue Paul’s Boutique, aunque está claro que se trató del fracaso comercial de un éxito artístico: lejos de buscar una reedición de los salvajes que peleaban por su derecho a fiesta y se resistían a dormir hasta el regreso a Brooklyn, los pibes le dieron forma en Los Angeles al llamado con justicia “Abbey Road del rap”, una alucinada mixtura de rapeos y samples de viejos vinilos que terminaban conformando un Frankenstein jugado y novedoso, apartado de todo lo que se estaba haciendo en la materia por esa época. Nobleza obliga, en esa obra maestra tuvieron como partícipes necesarios a E. Z. Mike y King Gizmo, conocidos como The Dust Brothers: un dúo de deformes tan eficaz en lo suyo que Beck tuvo el olfato de llamarlos para concretar su propio gran disco, Odelay.
Los BB hicieron de esos golpes de timón un modus operandi: de modo similar, en 1992 redujeron el sistema de samples como base y volvieron a tomar los instrumentos para –junto a “Money Mark” Ramos Nishita- hacer de Check Your Head otro ejemplo a seguir, el hip hop con la misma base funk y soul pero tocada en vez de extraída de viejas grabaciones. Dos años después, de regreso en New York tras su exilio californiano, clavaron “Sabotage”, ese otro hit categoría demolición. Pero Ill Communication no fue solo la demostración de que, a la altura de su cuarto disco, los Pibes Bestia tenían cuerda para rato: fue también un mea culpa y un gesto de deconstrucción cuando nadie hablaba de eso. “Quiero decir algo hace tiempo demorado / La falta de respeto a la mujer debe terminar / A todas las madres y hermanas y las viudas y amigas / Quiero ofrecer mi amor y mi respeto hasta el final”, se escucha en “Sure Shot”. “Cuando MCA cantó eso tuvimos claro que no se lo cantaba solo al mundo, también nos lo cantaba a nosotros”, dice en el documental Ad Rock, quien solo unos minutos atrás recitó avergonzado la letra de “Girls”, uno de los momentos más machistas del primer disco, y luego pedirá disculpas públicas por el brutal despido de Kate Schellenbach.
Es que el documental de Jonze se encarga de dejar clara la importancia que tuvo Yauch, por qué era imposible sostener a Beastie Boys después de su muerte. No solo por la compleja dinámica que construían las tres voces, sino porque de varias maneras MCA operó como una nueva conciencia para el grupo. El alegato feminista de 1994 fue solo una faceta; también en ese disco Adam aportó cosas como “Shambala” y “Bodhisattva Vow”, producto de su conversión a la fe hindú. De ese viaje espiritual del ex rapper salvaje que solo pensaba en cerveza y chicas nació también la iniciativa del Tibetan Freedom Concert, una especie de Live Aid ideado por MCA para difundir la opresión china al Tibet: entre 1996 y 1998, en San Francisco, New York y Washington, prácticamente todos los artistas relevantes de la escena de los ’90 dieron el presente.
Como es sabido, la historia de Beastie Boys no se detuvo allí. De hecho, en el documental de Apple+ Ad Rock y Mike D señalan a Hello Nasty como su disco favorito, un regreso al tipo de experimentación que caracterizó a Paul’s Boutique pero con resultados comerciales mucho más alentadores. Resulta algo curioso que Beastie Boys Story parezca detenerse allí, sin concederle demasiadas menciones a To the 5 Boroughs (2004), un disco notable que fue también tributo de la banda a su amada ciudad tras el atentado de septiembre 2001 al World Trade Center; o a la extraordinaria colección instrumental de The Mix-Up, los Beasties lanzados al tripeo musical, que les valió su tercer Grammy (los anteriores habían sido por Hello Nasty). Tampoco se habla de la serie Hot Sauce Committee, cuya Pt. 1 iba a aparecer en 2009 pero nunca vio la luz: la Pt. 2 apareció en 2011, justo un año antes de la muerte de MCA, en lo que al cabo fue la despedida de la banda.
El adiós, precisamente, involucra los momentos más tristes de Beastie Boys Story, allí donde las bromas y los recuerdos de tiempos de locura se desvanecen ante el visible nudo emocional que embarga a Horovitz, y que Diamond apenas puede capear. Quizá allí está la razón por la cual apenas se repasan los últimos tiempos, con la brutal realidad del diagnóstico del bajista flotando sobre todo: justo un tipo que hizo del rap una filosa arma terminó sufriendo un cáncer en sus glándulas salivales.
Nadie puede saber lo que Beastie Boys podría haber generado en los años que siguieron. Pero si unos cabezas de termo que solo querían salir de fiesta pudieron en solo unos años construir una catedral del hip hop, parece claro que hubiera sido interesante. Como Led Zeppelin sin John Bonham, los que quedaron aquí no pudieron concebir que el camino siguiera sin el amigo ausente. Y no hubo más remedio: ellos, que supieron ponerlo al rojo vivo, debieron apagar el micrófono.