La violencia de género forma parte de la sociedad pero en el fútbol, un ambiente profundamente machista instalado de manera constante en la opinión pública, se hace más visible: su "folclore", que desde las ciencias sociales definen como 'la cultura del aguante', es lo que habilita y legitima que las prácticas machistas sean toleradas. ¿Y qué pasa si, encima, los violentos son ídolos de clubes grandes que mueven millones?
"El fútbol es un ritual de la masculinidad", coinciden Verónica Moreira, antropóloga e investigadora del Conicet, y Julia Hang, socióloga especializada en deporte y género.
"Este ritual de la masculinidad permite afirmar un tipo de idea de lo que es ser hombre en una cancha. Esa identidad futbolística se afirma degradando y humillando al otro, mediante banderas o cantitos que hablan del sometimiento sexual. Así, animo 'como macho, convirtiendo al otro en un puto'. En esa disputa, la mujer no entra. Fue invisibilizada históricamente de diferentes modos. No dar cuenta de las mujeres como hinchas, dirigentes, socias y jugadoras también es violencia machista", explica Moreira en diálogo con la agencia Télam.
"El mundo del fútbol está atravesado por una cultura exageradamente machista y patriarcal, que crea el ambiente para que se legitime la violencia en general y la violencia de género en particular, con esa exclusión estructural", agrega Hang.
A partir de gran movilización del Ni Una Menos, el 3 de junio de 2015, se instaló una demanda en la agenda pública: el femicidio como consecuencia terrible y final de una lógica patriarcal, violenta y estructural. El reclamo llegó a varios lugares, entre ellos el fútbol. El movimiento feminista se organizó para luchar por el derecho a disfrutar del fútbol en sus propios términos. "Las mujeres quieren estar en el fútbol pero no desde esa lógica homofóbica, misógina, racista y xenófoba, sino desde una lógica más tolerante e inclusiva".
Esta semana, Daniela Cortés denunció por violento a su pareja Sebastián Villa, delantero colombiano de Boca, publicando en sus redes las agresiones físicas que sufrió. El club "xeneize" emitió un comunicado en el que omite el nombre del jugador y dice estar en contacto con los abogados (de Villa), sin reparar en la víctima.
Boca no tiene protocolo ante situaciones de violencia de género, aunque no es la primera vez que una de sus figuras agrede y amenaza a una mujer.
"Todos están inmersos, los dirigentes que silencian, que no denuncian 'porque a los cracks les bancamos todo', pero también el periodismo con ese lenguaje de guerra, en especial el periodismo hegemónico que es muy machista, los hinchas... Hay todo un sistema que legitima que en el fútbol se toleren determinadas prácticas", sostiene Hang.
"La violencia es una categoría moral. El violento es siempre el otro. Se pide que a Villa se lo expulse y 'nos sacamos' el problema de encima subiendo a las redes un mensaje de apoyo. Y ahí quedan sin tocar las condiciones sociales más amplias que avalan que emerjan las violencias. Los clubes deben revisarse a sí mismos", insiste Hang, quien trabaja con las chicas del área de género de Gimnasia y Esgrima de La Plata.
Rosario Central, Newell’s, San Lorenzo, Vélez, Racing y recientemente Huracán son los únicos clubes de la Primera División del fútbol argentino que cuentan con un protocolo para casos de violencia de género. Vélez es el único que tiene un departamento, a cargo de una abogada especialista en el tema, Paula Ojeda, lo que hizo que -por caso- se incluyera una cláusula específica en el contrato del volante Ricardo Centurión, con denuncias por violencia de género en 2017.
Hay solamente un 6% de mujeres en las Comisiones Directivas de los clubes y una presidenta, Lucía Barbuto, en Banfield. Sin embargo, se formaron agrupaciones feministas (en el caso de Boca existe el espacio 'Feminismo Xeneize') con mucho peso político porque en la Argentina, a diferencia de lo que sucede en Europa, la mayoría de los clubes son asociaciones civiles sin fines de lucro, en las que sus dirigentes llegan a través del voto de sus socios.
Para Hang, el antecedente del caso de los abusos en las inferiores de Independiente, "significó una gran posibilidad de que las mujeres sean escuchadas. En general les dan espacios legítimos para trabajar con las inferiores o con deportistas mujeres, para organizar campañas contra la violencia, pero hay un límite estructural que tiene que ver con el fútbol de varones de Primera que es donde están los negocios, la guita y la disputa política más fuerte".
Además del protocolo, lo que las mujeres están pidiendo en los clubes de fútbol es la Ley Micaela, la capacitación obligatoria en la temática de género y violencia contra las mujeres para todas las personas con poder de decisión, entrenadores y profesores.
"Por suerte, las mujeres y disidencias están organizadas y no van a dar paso atrás con lo conquistado. Ojalá los dirigentes asuman con voluntad política la tarea de trabajar realmente para erradicar la violencia de género y el machismo en el fútbol", concluye Hang.