De una experiencia de vida escribe Mori Ponsowy en Okâsan, una especie de diario íntimo donde registra el camino que la lleva a Tokio para visitar a su hijo Mati, que se fue con una beca del gobierno japonés para estudiar en la universidad.

Okâsan significa “madre” en japonés porque la autora no quiso narrar ni un país, ni una ciudad, ni una calle, ni una cultura en la que se adentró de visita por primera vez. En todo caso lo que buscó contar –y lo logra con exquisita precisión y belleza– fue un mapa de emociones, de modos de estar y de sentir durante esos catorce días. La versión de su maternidad en un país lejano le permite más allá del reencuentro con su hijo ya crecido un descubrimiento personal.

Ponsowi relata que antes de cumplir los seis años Mati decía que cuando fuera grande iba a vivir en Japón. Ella nunca supo de dónde sacó esa idea y aunque muchos de sus lectores arriesgan que podría ser por las animaciones de manga que miraba, piensa que entonces miles de niños del mundo soñarían con lo mismo. Sí tiene la certeza de que viajar fue una parte natural de su vida. Vivieron en Venezuela, en Estados Unidos y en otros países y eso quizás le permitió no vivir constreñido a un solo sitio.

Cuando Ponsowi llega a Japón lo ve tan distinto –“está más flaco, tiene el pelo como un nido de musaraña, con su piel, que siempre fue muy blanca, ahora está de color marrón”– que se chocan al subir al ascensor del edificio y casi que lo desconoce. En cambio, él la ve y la abraza. Es ahí, en ese encuentro salvaje de los cuerpos, en que ella no siente la extrañeza sino la piel familiar de su cachorro. “Cuando respiro el olor de su cuello, ese olor que reconozco; sólo entonces, cuando le acaricio el pelo ahora convertido en nido; sólo entonces, cuando siento sus costillas marcadas por tanta delgadez que me doy cuenta de que he viajado al otro lado del mundo para vivir este momento. Este es el silencio y la cercanía que me alimentan. No quiero que este abrazo termine nunca. Este es mi hijo. Y ahora estoy con él”, escribe.

La autora despliega un relato que resume al universo femenino en una triada niña-mujer-madre. Como en una bitácora –incluso lo empezó a escribir como pequeñas entradas de Facebook– se enhebran recuerdos y momentos de los primeros años de Mati, de su vida actual en Japón (nueva para ella, pero cotidiana para él), de su madre que envejece en Buenos Aires y que necesita de sus cuidados.

En su estadía descubre que su hijo fuma tabaco y eso la sorprende. ¿Cuántos son los misterios que desconocemos? Y también comprueba que Mati –a diferencia de lo que pasaba en la infancia– es hoy el que habla por ella. ¿Qué pasa cuando un hijo habla un idioma que a la madre le resulta incomprensible?

Estas crónicas rodean la aceptación del rol materno como algo que nunca está fijo sino en movimiento. Más que el llanto por el hijo ya crecido se abre la posibilidad de que las madres seamos hijas de nuestros hijos y de que la maternidad discurra como un largo viaje.  

Okâsan, de Mori Ponsowy, Reservoir Books, 2019