Con todo lo que sucedió desde la explosión de popularidad del rock argentino, a veces hay que recordar y remarcar que alguna vez esto fue un ghetto. En rigor, hoy que el rock no ostenta la pole position del arrastre popular, en más de un sentido la escena independiente se asemeja a lo que sucedía a comienzos de los ’80, cuando Virus, Los Abuelos, Soda Stereo, Sumo o Patricio Rey eran contraseñas que se barajaban entre un apretado pueblito de seguidores.
Y en ese pueblito, Tom Lupo era un referente. En la Twist & Gritos estaban todos esos nombres y más. En el “Tom Lupo Show” de Submarino Amarillo sonaban esas músicas. No había Spotify ni Google ni YouTube ni un carajo: solo contadas revistas y contadísimos espacios radiales que las difundían. La Guerra de Malvinas y la prohibición de la música anglo empezaban a ser cosa del pasado, el rock argentino volvía a ser objeto de razzias policiales y miradas desconfiadas o condescendientes. Pero lo teníamos a Tom.
Tom Lupo, la voz algo cascada y la cadencia de poeta, la sintonía fina para saber que había mucho más que lo que se asomaba a la superficie y la inquietud de ir a buscarlo, los silencios y la carcajada surcando la noche. El tipo que dialogaba a fondo con Fede Moura y con Luca, y por ese diálogo y la lacaniana frase “el hombre en lo afectivo no progresa, lo que progresa es la tecnología” terminaba en el estudio El Hornero Amable impulsando una histórica grabación tecno de “Años” con Prodan y Andrés Calamaro. La voz radial que te hablaba de rock y de poesía y de psicoanálisis y de las vivencias de la calle: Tom no compartimentaba la vida, la vivía. Te contagiaba. Te daba ganas de salir a vivir la tuya.
En una encarnación anterior de Nacional Rock, Territorio Comanche compartía productor –el gran José León Pace- con El pez náufrago, el programa de Tom en Del Plata. Daniel Tognetti lo invitó a “desclasificar archivos”, a presentar algunas de esas entrevistas de los ’80 y contar el detrás de escena; era un placer y un orgullo compartir algo con ese hombre que había colaborado a enamorarme de la radio. El sábado 20 de junio de 2015 estábamos por salir al aire cuando Pace se enteró de lo que había pasado en Avenida Del Libertador; esa mañana hicimos el programa con un nudo de angustia, porque todo indicaba que su estado era muy grave. Casi cinco años después, la noticia de su muerte nos encontró otra vez en un estudio: la tristeza nos empujó a tratar de hacerle el mejor homenaje posible, justo en ese espacio donde se movió con maestría y con gracia.
Hay quien cree que la radio es un asunto efímero, palabras que se dicen, cuelgan en el aire y se van por ahí. Los tipos como Tom Lupo demuestran que la radio es eterna. Y deja huellas bien duraderas.