Su muerte es también una certeza: no van a haber más Tom Lupo. Con esa formación intelectual y esa locura artística de los setenta, Tom fue uno de los últimos de aquellos maestros de la radio. ¿Dónde vamos a encontrar a un tipo que tenga la literatura, la noche, el rock, el pensamiento, el boxeo, la poesía y la conciencia provincial de su Chaco natal como la que concentraba Tom? Tipos así no se encuentran más. ¿O acaso creemos que los Instagramers nos van a dar un Tom Lupo? Y no creo que sea nostalgia berreta, sino que es una descripción de lo que fue Tom, que era hijo de una generación que casi que venía con la obligatoriedad de formarse. Por interés y gusto personal, pero también porque era necesario hasta para levantarse una mina. Una cabeza formada, leída, era mejor que un buen miembro en aquellos tiempos.
Tom era un feńomeno, un gran generador de ideas, un transgresor al que le encantaba tanto el arte como el debate. Me di el lujo de tenerlo en mis programas de radio (Bien levantado) y de TV (Bendita). Después de tenerlo como referente, lo pude sentar al lado mío. Tom estaba muy feliz porque siempre había hecho radio noctámbula y media suburbana, y poder ser parte de una cosa masiva y popular le resultaba divertido. Cuando lo invité a a ser parte de Bendita, porque a él le divertía el ciclo, dudó mucho en aceptar, se sentía inseguro. Le tuve que explicar que en la tele no todo era cierto, que él venía a ofrecer su filosofía al pueblo, y recién ahí se prendió. Fue una felicidad tenerlo un rato al lado.
He leído una minúscula parte de lo que leyó Tom en su vida. Pero en algún lugar nos encontramos. No sé en cuál. Pero los dos nos disfrutábamos. Por ahí lo único que nos unía era nuestra condición de atorrantes.
Toda muerte es absurda, pero algunas son mas absurdas que otras. Y la de Tom, a partir de ese accidente horrible, es una de esas.
Lo vamos a extrañar mucho. Ya lo veníamos extrañando.