Desde Roma
Un poco de vida ha vuelto a Italia. Las calles ya no están horrendamente silenciosas como estos casi dos meses de cuarentena por el coronavirus, cuando se escuchaban sólo las sirenas de las ambulancias. Más de cuatro millones de personas volvieron este lunes al trabajo en todo el país dándole un empujón a la economía y a la vida cotidiana.
En Roma, la nueva etapa de recuperación de la pandemia llamada Fase 2, se está caracterizando por un movimiento mayor de autos de aquí para allá pero no tanto de micros y tranvías, porque la gente, si puede, prefiere usar el propio auto para trasladarse y mejor protegerse del virus.
En los micros, de todas maneras, es obligatorio el uso de mascarillas y guantes y la distancia de al menos un metro entre las personas. En algunas plazas se vieron niños con triciclos y pelotas jugando con sus madres, y por otro lado, adultos que corrían a lo largo de las veredas y las calles como verdaderos deportistas. Pero en puntos claves de Roma, como el Puente Sixto o el Puente Sant’Angelo, que llevan al famoso barrio de Trastevere y al Vaticano respectivamente y que normalmente están atestados de turistas, hoy sólo tres o cuatro personas los atravesaban.
Todavía quedan muchos en casa que recién podrán volver a trabajar el 18 de mayo o el 1 de junio, dependiendo del tipo de actividades, y según las disposiciones del gobierno, válidas siempre y cuando la curva de contagios de la pandemia en el país no cambie bruscamente. Hasta ahora, el total de positivos al test del coronavirus ha ido disminuyendo desde el 26 de abril, pasando de 106.103 casos aquel día a 99.980 el 4 de mayo, lo que significa un dato muy positivo para las previsiones sobre la marcha de la pandemia, según las autoridades sanitarias.
Este lunes retomaron actividades como la producción del sector manufacturero, las empresas que producen para exportación, las que se ocupan del comercio mayorista, algunas actividades de la construcción. Pero también los lugares de elaboración y venta de comida para llevar, los comercios que se ocupan de computadoras y comunicación, las ferreterías, librerías y florerías, entre otras. También están permitidas muchas otras actividades como las inmobiliarias y las financieras y bancarias. Los restaurantes y bares deben seguir cerrados, lo mismo que las peluquerías y los comercios minoristas no alimentarios, además de escuelas y universidades.
Pero probablemente la más importante de estas medidas es la posibilidad de visitar a los propios familiares por primera vez en dos meses, y la posibilidad de hacer prácticas deportivas individualmente. Los italianos están chochos porque piensan, entre otras cosas, que ahora podrán empezar a adelgazar. Y cuentan un chiste que hace alusión a este tema. “Al principio nos cerraron la puerta, no nos dejaron salir por dos meses. Al final nos abren la puerta pero no se si podré salir yo porque me quedará chica”.
Antonio Castaldo, 39 años, es un empresario del área restaurantes ligados al turismo. Con su socio, Juan Francisco Montanari - un italiano nacido en Argentina- tenían un pequeño restaurant en el centro de Roma que está cerrado desde hace dos meses. “Ahora, aun cuando el Estado está haciendo grandes esfuerzos para ayudar a los empresarios, eso no basta. Los empresarios en este momento debemos arriesgar el doble. No tanto para ganar dinero sino para sobrevivir. Hay que invertir más en recursos humanos y en nuevas ideas”, comentó a PáginaI12. “El restaurante en Italia tiene un gran contenido social -continuó-. La gente seguramente iba a comer pero sobre todo era un modo para estar juntos con otra gente, con los amigos. Y ahora eso no es posible. Los restaurantes no retomarán su actividad rápidamente. Por eso decidimos abrir una pizzeria, porque el take away (comida para llevar) se ha hecho muy común ahora y en parte para ayudar a nuestro viejo equipo de colaboradores que podrán retomar su trabajo, aunque no todos por ahora”.
“Hay mucho miedo ahora, porque de todas maneras estar en contacto con el público te somete a un mayor riesgo. Pero es un miedo relativo, en realidad es como si fuera el primer día de escuela, en el secundario. Yo me siento un poco así, como si fuera el primer día del secundario, donde hay un poco de miedo pero también de entusiasmo por conocer un mundo nuevo. Otra cosa que se nos presenta es la incógnita, no sabemos cómo irá, no sabemos cómo reaccionarán las personas. Pero yo soy siempre un curioso, los desafíos me apasionan mucho”, concluyó.
Gianna Tabo’, 57 años, trabaja desde hace 8 años como secretaria de una empresa que administra condominios, ella se ocupa de 50 de ellos. Pero como la empresa no se podía mantener en plena actividad durante la cuarentena, el propietario decidió ponerla en la llamada “cassa integrazione”, es decir un subsidio que da el Estado a las empresas en dificultad para que que puedan pagar los sueldos de sus dependientes. De todas maneras ella iba a la oficina una vez por semana para resolver una serie de tareas que no se pueden hacer vía Internet. “En estos dos meses hemos tenido la mitad del trabajo que tenemos normalmente. Hoy hemos comenzado el trabajo normal. Iré todos los días, en auto, con mi colega de trabajo. Y saldré de la oficina dos horas antes, porque ella está en el período de postmaternidad y tiene permitido retirarse dos horas antes. Si no voy con ella tengo que tomar un autobús y no creo que a los jefes les convenga porque el coronavirus se lo podrían tomar también ellos”, contó.
Y sobre su impresión de la ciudad después de haber recorrido varios barrios hasta llegar a su trabajo, indicó que “esta mañana el tráfico era casi igual al periodo del verano, cuando están cerradas las escuelas. Normalmente, si están abiertas, los chicos entran a la misma hora más o menos en la que yo voy a trabajar. Y como a menudo los padres los acompañan en auto, el tráfico se multiplica. Había muchos bares abiertos con el pretexto de que hacen comida para llevar, cuando en realidad deberían abrir recién en junio. Tal vez habría sido más seguro que los negocios abrieran más tarde. Mucha gente no tiene sentido de responsabilidad”.
“Para mí fue un día cualquiera -concluyó-. Tenemos muchísimo trabajo atrasado, después de casi dos meses de limitaciones. Nuestro trabajo se realiza fundamentalmente en la oficina y nunca habíamos probado hacerlo ni siquiera parcialmente desde casa. Ahora la empresa adoptó un programa Internet nuevo y desde casa pudimos trabajar con la computadora durante la cuarentena. Fue una experiencia positiva.”.
Claudia Loconte, 26 años, trabaja desde hace cinco años en una agencia inmobiliaria de Roma. “Nosotros hemos empezado a trabajar hoy con limitaciones. Debemos hacer una autocertificación no sólo para ir al trabajo sino para hacer las citas con los posibles compradores que quieran visitar las propiedades y a los que también tenemos que dar una autocertificación”, explicó refiriéndose a los documentos que hay que presentar a la policía si ésta los detiene por la calle preguntándoles por qué se encuentra fuera de su casa. “Siempre tenemos que usar barbijos, guantes y respetar las distancia de seguridad entre las personas -continuó-. Seguramente tendremos menos clientes de los que teníamos hasta hace dos meses. El sector de ventas de inmuebles tal vez no morirá jamás pero trabajaremos de modo diferente, sobre todo haremos más trabajo telefónico”. Y respecto a sus sensaciones personales al volver al trabajo añadió: “Ha sido extraño volver al trabajo, extraño porque trabajar con barbijo y guantes en una oficina no es algo habitual, pero nos acostumbraremos…. Al mismo tiempo es satisfactorio, porque como agencia inmobiliaria estamos entre las primeras empresas que han retomado hoy su actividad”.