Desde Barcelona
UNO Lo terrible de estos días es que tienen algo de disco rayado. Y lo peor de todo es que se trata de ese disco fantasma que ya incluye todas las canciones alusivas y a partir de la llegada del Covid-19. Nuevo género más tóxico que viral --"la escribí en minutos", explican sin que haga falta; ¿no deberían pagar un impuesto especial aquellos que las propagan?-- y al que se han apuntado casi todos. Y, agh, tantas versiones de "Resistiré" ya se hacen insoportables (¿para cuándo una "Resistiré a 'Resistiré'"?). Y, sí, pronto alguien compondrá "Desescalaré". Y el desescalante pero aún alarmado Rodríguez no piensa mucho en las fases 0 a 3 rumbo hacia la "nueva normalidad" (llenas de complejas cláusulas que se contradicen entre ellas) y sí en los científicos de la Boston University que consiguieron algoritmo poner música --y por suerte no letra-- a las proteínas espiculares de la espiga del Coronavirus. Y no suena al Adagio for Strings de Samuel Barber sino a ese techno barato con el que suelen abrir los más malos noticieros. De ahí que Rodríguez se proteja invocando el genio y figura de Harry Nilsson.
Nilsson (Brooklyn, 1941-1994) cuya memoria suele descansar más o menos en paz sobre dos covers que reinventó a su manera: "Everybody's Talkin'" de Fred Neil y "Without You" de Badfinger. Sí: a Nilsson le gustaba cantar a otros y hacerlos suyos. Así dedicó también un álbum completo a las canciones de Randy Newman, otro a standarts, grabó algunos clásicos más hasta romperse la garganta junto a John Lennon (de quien fue compañero de correrías alcohólicas-cocaínicas durante su "fin de semana perdido" junto a los autodenominados The Hollywood Vampires) y luego se dedicó a ese deporte para muchos inexplicable pero en realidad tan obvio que es la autodestrucción. Pero la grandeza de Nilsson (puede verificarse en ese concierto de antología para la BBC, en el documental Who Is Harry Nilsson (And Why Is Everybody Talkin' About Him)? de John Scheinfeld, en la biografía Nilsson: The Life of a Singer-Songwriter de Alyn Shipton, o en el sentido homenaje de sus pares en el cd For The Love of Harry: Everybody Sings Nilsson ) son sus propias canciones. Entre ellas, la muy romántica "Don't Forget Me", con ese verso donde casi se susurra "Y cuando seamos viejos y estemos llenos de cáncer". O la apasionada "You're Breakin' My Heart", donde se grita "You're breakin' my heart / You're tearin' it apart / So fuck you". O, para Rodríguez, la mejor de todas y sus favorita: "One". La que en su momento fue hit para Three Dog Night y tantos años después redes(cubrió) la gran Aimee Mann para los títulos de esa gran película sobre la soledad y la distancia de (in)seguridad que es Magnolia de Paul Thomas Anderson. Canción donde se confía eso de "Uno es el número más solitario que jamás harás / Dos puede ser tan malo como el uno, porque es el número más solitario después del número uno". Y Rodríguez la escucha mientras todos hablan acerca de ese video/infidelidad, y él no oye ni una palabra de las que dicen salvo los ecos de su mente, y supone que así es cómo va la historia.
DOS Y Nilsson era en su momento uno de los artistas favoritos de los Beatles ("Nilsson", respondieron cuando en 1968 les preguntaron cuál era su banda favorita) y "Ah, mira a toda esa gente solitaria", cantaban y cantan y seguirán cantando. Y lo hacen mientras Rodríguez --recluido en su pequeña y débil fortaleza de la soledad por cortesía del kriptonítico Covid-19-- sostiene en sus manos y ojos La ciudad solitaria, de Olivia Laing. Libro perfecto para la ocasión y estado de ánimo ahora que --al menos eso parecería-- llega el fin de la buena soledad y se retoman las malas compañías, coronavirus incluido.
El tercer ensayo-crónica-memoir de Laing (Inglaterra, 1977) amplía rasgos ya discernidos en su To the River (donde seguía el serpenteante curso del Ouse, río en el que se suicida Virginia Woolf) y en El viaje a Echo Spring (remontando los naufragios etílicos de Hemingway & Fitzgerald & Cheever & Carver siempre sedientos por ahogar sus blues de autor). Ahora Laing (a partir de una mudanza a New York por amor que acabó en separación y aislamiento) se relaciona con, para ella, diferentes íconos del estar a solas: el cuadro "Nighthawks" de Edward Hopper y las fotos de Nan Goldin, la "Strange Fruit" de Billie Holiday y el "mutant chantant" Klaus Nomi, el solipsista siempre en banda Andy Warhol y la sociópata Valerie Solanas, el autoexiliada Greta Garbo y su acoso por el paparazzo Ted Leyson, James Stewart espiando a sus vecinos en La ventana indiscreta y el artista/portero Henry Darger y el activista David Wojnarowitz en una Manhattan sitiada por el sida.
La ciudad solitaria es también, a su manera, un manual de auto-ayuda para este supuesto deshielo escalofriante que acaba de comenzar y en el que al arte consuela y enseña a soportar y hasta nutrirse de su soledad. Esa sustancia que para muchos limita peligrosamente con la depresión pero que, bien administrada, puede resultar algo muy enriquecedor mientras The Beatles continúan preguntándose de dónde vienen y a dónde pertenece toda esa gente solitaria sabiendo que la respuesta es aquí. Y que, si hay suerte, la siguiente canción será "All Together Now". Mientras tanto, la gente corre descontrolada a las calles con la sospecha de que pronto volverá a ser encerrada por "razones de fuerza mayor" y Rodríguez seguirá siendo "One" y oyendo que "Ahora paso mi tiempo haciendo rimas con la palabra yesterday".
TRES Y Rodríguez (el síntoma comienza a decaer y las personas salen más o menos deportivamente y en tromba y juntos pero separados, aunque no todo lo que convendría) leyó que las autoridades del Reino Unido crearon en 2018 algo llamado Ministerio de la Soledad. Organismo a paliar "la triste realidad de la vida moderna". Ya se sabe: hiperconexión para infracomunicación. Dos años después, el enfermizo aislamiento para conservar la salud es una vuelta de tuerca y retruécano uniformante en el que todos son casi indistinguibles unos de otros con el agravante de ya casi no tener identificatorias huellas digitales por lavarse tanto las manos con geles que, seguro, serán la causa de futuras pestes y... ¡Kawasaki! Sí: las personas se han convertido en mascotas de sí mismas: animales domésticos a los que paternalistas mandatarios responsabilizan del propio cuidado. En cualquier caso, cualquier cosa vale para no pensar demasiado en el apurado e improvisado plan de desescalada porque el gobierno español temía verse como el último en Europa en marcar hoja de ruta y sonar a mal cover de los demás.
Así que ahora (¿quién dijo esa tontería de "mejor solo que mal acompañado"?, ¿habrá acaso peor compañía que uno mismo cuando uno se siente incierta y exactamente así?), Rodríguez, a las 20:00, va a salir al balcón. Y alzará los brazos fingiendo que hace ejercicios cuando en realidad, con los ojos cerrados, se convencerá de que sus vecinos lo aplauden a él y a su número donde late el corazón roto de su vieja y rayada y al descubierto fucking versión de "One".