La paradoja –dicho o hecho que parece contrario a la lógica– es incentivar el acercamiento a las librerías a la par que se ejecuta una política económica de ajuste, recesión y tarifazos. Las librerías de la calle Corrientes, que abrirán sus puertas hasta la medianoche, celebrarán la décima edición de La Noche de las librerías en un contexto teñido por el pesimismo de los actores de la industria editorial y un desplome en las ventas que oscila entre un diez y un veinte por ciento. La programación incluirá charlas con destacados escritores como Claudia Piñeiro, Eduardo Sacheri, Sergio Olguín, Esther Cross, Guillermo Martínez, Felipe Pigna y Samanta Schweblin, entre otros.Desde Adán Buenosayres –librería que estuvo a punto de cerrar el año pasado y que hoy funciona como una cooperativa–, un colectivo de gráficos, editores y libreras realizará un “Librazo” como forma de protesta, una iniciativa que consiste en regalar 30.000 textos, “uno por cada desaparecido, para protestar contra las posturas negacionistas del terrorismo de Estado”, dice el librero cooperativo David Esteban De Vita.
“El 2016 no fue un buen año para las pequeñas y medianas empresas editoriales”, confirma Diana Segovia, gerenta de la Cámara Argentina del Libro (CAL), a PáginaI12. “La producción total de novedades cayó un 5 por ciento, la producción del sector editorial comercial alrededor de un 15 por ciento y la producción de ejemplares un 25 por ciento. Esta caída se traduce en 20 millones menos de ejemplares producidos en relación al año anterior –explica la gerenta de la CAL–. En cuanto a las ventas del sector editorial pyme, de acuerdo a una encuesta que realizamos en la CAL, la caída en general fue de un 15 a un 20 por ciento en unidades vendidas en relación al año anterior. No tenemos datos relevados de la caída de ventas en las librerías, pero las pequeñas librerías mencionan una baja de un 10 por ciento en unidades”.
La editorial Corregidor programó a partir de las 19 una charla, lectura y recomendaciones con tres de sus autores, Débora Mundani, Ariel Urquiza y el cubano Marcial Gala, en la librería de la editorial (Rodríguez Peña 452). Juan Manuel Pampín, gerente comercial de Corregidor, cuenta que 2016 fue un año “con un sabor agridulce”. “Hemos publicado excelentes títulos, empezamos dos colecciones nuevas, nuestra primera colección infantil y una de literatura latinoamericana –enumera Pampín–. La realidad económica del país no nos ha acompañado, las ventas vienen con una caída continua y pronunciada, superior al 20 por ciento y que no se detiene. La falta de una política estatal de compra de libros, tal como había sucedido en años anteriores, terminó repercutiendo en los planes de las pequeñas y medianas editoriales. Una política de esas características implicaba, por simple derrame, que pudiéramos producir todos más y mejores libros y que la cadena –gráficos, imprenteros, editoriales– funcionara como un pequeño círculo virtuoso”.
¿Qué impacto tuvo la apertura de las importaciones en el sector editorial? Los datos del comercio exterior añaden más desasosiego: las exportaciones de libros en 2016 se mantuvieron en 27 millones de dólares y las importaciones aumentaron de 40 millones de dólares en 2015 a 78 millones de dólares en 2016. “Otra dificultad que se les suma a las editoriales pymes es que les está costando mucho exportar”, reconoce Segovia. “Los grandes conglomerados trasnacionales vieron facilitado el ingreso de los libros, pero muchos de ellos, al ser rezago de otros mercados, ingresan a nuestro país con precios muy bajos y termina compitiendo ‘deslealmente’ por el espacio en las librerías con la propia producción local, notablemente más cara que el material importado –plantea el gerente comercial de Corregidor–. En el caso de los libros argentinos en el mercado exterior, terminan quedando muy caros en relación con los otros mercados, España, México y Colombia, que poseen, en muchos casos, industrias culturales subsidiadas”. Víctor Malumián de Ediciones Godot aclara que es “muy difícil” discernir el impacto de la apertura de las importaciones de las medidas económicas generales. “La retracción en el consumo golpea en sectores muy diversos, entre ellos, nuestro rubro –advierte el editor–. Cuando se habla de apertura de importaciones, tenemos que distinguir claramente el libro de las editoriales con una edición cuidada del libro de saldo. Funcionan de manera muy distinta. Ningún editor puede estar en contra de la libre circulación de ideas. Lo que se critica es la inundación de libros producidos por una industria como la española que tiene grandes ventajas en comparación a la nuestra, como por ejemplo los costos industriales de la producción de libros”.
Las expectativas para este año son lúgubres. Malumián subraya que para las editoriales pequeñas como Ediciones Godot va a ser un año “muy duro”. “Vamos tener que afinar mucho los detalles en relación a la comercialización de los libros, logística y temas financieros. También vamos a poner mucho énfasis en llegar de formas originales al lector para que cada vez tengan más presente nuestros libros y los identifique en las librerías. Nos espera un año difícil”.