Frente al avance del coronavirus en los asentamientos y villas, la organización Barrios de Pie está creando Juntas de Emergencia Barriales para reforzar la trama de cuidados colectivos. La primera fue creada hace tres semanas, en Pablo Podestá, municipio de Tres de Febrero, luego de que los vecinos de Villa París tuvieron que cortar la calle para que la policía científica se llevara el cuerpo de un hombre que había muerto en su casa y que permaneció en el lugar más de 12 horas sin que las autoridades se hicieran cargo de retirarlo. Sus familiares, preocupados porque el hombre había tenido fiebre y dificultades para respirar, pasaron toda la noche junto al cuerpo sin saber qué hacer, esperando una asistencia que se demoró en intervenir y determinar las razones de la muerte. El protocolo de la covid-19 se activó luego de que el corte de calles hizo pública la demanda.
Otros barrios se han ido organizando desde ese momento con Juntas de Emergencia. El modelo es bien conocido en los movimientos desde finales de los '90. “Es necesario estar conectados para reclamar ante los municipios, incluso para que el estado pueda llegar a zonas en las que no tiene llegada”, señaló a PáginaI12 Silvia Saravia, coordinadora de la agrupación.
Los grupos funcionan vía whatsapp y con los contactos diarios de quienes están a cargo de ollas populares y la distribución de alimentos. “Se van creando ante distintas situaciones: cuando en un municipio no existe un comité de emergencia, o cuando faltan recursos. Creemos que hay que promover este tipo de organización territorial para poner en común la información sobre lo que va pasando. Nosotros, como movimiento, tenemos presencia en 2300 barrios populares. Hicimos una planificación y nos propusimos que por lo menos en dos mil sean creadas estas Juntas”.
Saravia señaló que para los municipios no siempre es fácil llegar al entramado social. “En algunos hay políticas públicas activas, pero no en todos; las consecuencias quedaron claras con lo que está sucediendo en la Villa 31, donde se dispararon los contagios. Hay un trabajo para hacer, sobre todo en relación a qué protocolo seguir cuando aparece un caso de coronavirus. Falta además mayor presencia entre los vecinos para que tomen medidas de prevención. Nos pasó en San Martín, donde ocurrió el primer caso de covid de la provincia de Buenos Aires. La señora que se enfermó, que había estado en Italia, es tía de una compañera que milita en nuestro movimiento. Cuando volvió de su viaje la señora visitó a todos sus familiares antes de tener síntomas y ser internada; para activar el protocolo pasaron después varios días: desde un martes, cuando le hicieron el hisopado, hasta el viernes, cuando se confirmó que tenía el virus. Lo vivimos con preocupación y lo hablamos con el municipio, porque ese sábado la familia todavía no tenía ninguna indicación de qué debía hacer. Aunque por suerte no hubo más contagiados, toda la situación que nos tocó de cerca nos alertó sobre la necesidad de estar conectados”, cuenta.
Quienes trabajan en los barrios ven que aunque todo el mundo sepa cuáles son las principales medidas preventivas, como mantener la distancia física o no compartir el mate, todavía muchos no las incorporan. “En las reuniones para prevenir el coronavirus aparece alguno ofreciendo un mate, o pasándose un vaso para compartir una gaseosa”. En Quilmes, los equipos de la municipalidad que recorrieron los barrios donde hubo brotes encontraron las mismas situaciones, según contó días atrás la intendenta Mayra Mendoza cuando decidió implementar el programa Cuidarnos, con el que creó equipos territoriales para reforzar la prevención.
“Creemos que en este punto no hay falta de difusión, sino que se necesita mayor presencia. Tiene que haber compañeros presentes en el lugar, con conciencia y que además estén dispuestos a discutirlo, a decirlo en voz alta”, opina Saravia. “La Junta de Emergencia, en ese sentido, es una forma, un modelo para los vecinos trabajen con los centros de salud barriales. Para que se pueda cuidar también que en el momento de ir a retirar alimentos no haya aglomeraciones. La presencia, en ese momento, no puede faltar”, asegura.
Otro punto a trabajar es el de las agresiones. “La bebé de seis meses de una de nuestras compañeras tuvo coronavirus. Lo negativizó rápido, en una semana le dieron el alta. La mamá no tuvo el virus y el entorno tampoco, por lo que creemos que la bebé pudo haberse contagiado en un colectivo. Cuando tuvo el diagnóstico hubo situaciones difíciles en su cuadra. Una parte del barrio fue muy agresiva y responsabilizó a la madre por el contagio. Hubo que salir a trabajar el concepto de que nadie tiene la culpa de enfermarse, de que lo que se debe hacer es ayudar la familia para que pueda mantener el aislamiento, hacerle las compras, acercarles lo que necesiten para que no salgan de su casa. En aquel momento activamos un protocolo propio, porque en el mismo terreno donde ella vive también reside su hermano, que trabaja en una cooperativa de saneamiento de arroyos. Decidimos suspender todo el trabajo de la cooperativa hasta que desde el hospital nos dijeran qué hacer. Para todas estas situaciones hay que más en claro el protocolo a seguir, tener organización y articular con los municipios”, finaliza Saravia.