"El tiempo es una invención del movimiento. Aquel que no se mueve no ve pasar el tiempo”. Amelie Nothomb
Recorto esta frase del libro Metafísica de los tubos de Amelie Nothomb, ¿acaso el confinamiento, no es esto? ¿Una experiencia en la cual el tiempo y el movimiento se ven afectados? Era inimaginable que el avance del coronavirus llegaría a nosotros, alterando nuestras rutinas, nuestros proyectos, nuestra práctica.
La pandemia es un acontecimiento imprevisto, la irrupción de algo fuera de cálculo, imposible de determinar. Miquel Bassols lo plantea como un real sin ley, en tanto no es posible predecir. Ese imprevisto, introduce una alteración del tiempo, que hace lugar a la incertidumbre más radical. De golpe, abruptamente, nos detuvo este virus nombrado como “enemigo invisible” y la medida para regularlo es “quedate en casa”.
El movimiento cotidiano y el tiempo cobraron otra dimensión. ¿Cómo hacer con nuestro cuerpo, dónde colocarlo, cómo arreglarnos con él?, ¿Y el tiempo?, hasta hace poco no alcanzaba, ahora el tiempo incomoda, hasta angustia.
Lacan en su texto Joyce El Síntoma, señala “el hombre tiene un cuerpo o sea habla con su cuerpo” “no se es un cuerpo” y agrega: “el misterio del cuerpo hablante”. Entiendo que el misterio radica en que el cuerpo se siente, no se piensa,
El aislamiento, nos confronta a un sin número de síntomas. Cuerpos inquietos, hiperactivos, cuerpos que quedan tirados en un sillón, en la cama… Estos son los relatos que escucho de los pacientes.
Se come más, se fuma más, se bebe más… también quienes no hacían actividad física se ven impelidos a moverse, porque detenerse los angustia. Hay que poner el cuerpo en movimiento porque la cabeza no para. El cuerpo es mortal, implica la experiencia de un límite temporal. El cuerpo es mortal afectado por la pulsión que Freud denominó pulsión de muerte. En la prisa y el vértigo con que vivíamos, creíamos eludir el encuentro con “somos mortales”. La pandemia nos detuvo, el encuentro con la finitud trajo variedad de afectos y sensaciones en el cuerpo.
¿Desde nuestra práctica analítica como continuar los análisis? El cuerpo del analista y el del analizante quedan sustraídos, el recurso es valernos de la tecnología, haciendo uso de Skype, video llamadas o el teléfono fijo. Las sesiones telefónicas, produjeron efectos en mí como analista y en los analizantes.
La voz cobró un nuevo espesor y dimensión, advertí sus usos en el acto analítico y en la interpretación. La voz dio presencia al analista, bajo sus efectos; un analizante neurótico, en una sesión, introdujo algo que hasta el momento estaba silenciado. En los avatares de su vida amorosa, sus partenaires duran un tiempo, advirtió que hay una voz como mandato, que dice “esta relación no va a funcionar, tiene fecha de vencimiento”.
En otro caso, un analizante relata estar impedido de moverse, no puede salir del sillón, el desgano lo invade, luego de una sesión telefónica, comenta “algo distinto me aconteció, escuché su voz, me movilizó, salí del sillón y comencé a estudiar”.
El analista semblante del objeto voz, puede tocar algo en el cuerpo. Hay acto analítico si hay resonancia en el cuerpo del analizante, operando sobre el goce del cuerpo que se tiene.
¿La presencia virtual sustituye la presencia real de los cuerpos? ¿La voz al teléfono sustituye la presencia del analista, en carne y hueso?
Aún pienso que no es sustituible. Los tiempos de la pandemia, nos permiten explorar una zona que ignoramos y de la cual veremos que conclusiones extraemos. Por ahora, es la manera posible de sostener el psicoanálisis.
*Miembro de la EOL y de la AMP