Cualquier flexibilización de la cuarentena implica, necesariamente, evitar que el servicio de transporte público no se convierta en un espacio propagador de contagios. Esto es lo que analiza el presidente Alberto Fernández con su ministro de Transporte, Mario Meoni, donde también participan el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta y el gobernador bonaerense, Axel Kicillof. El objetivo es delinear alternativas para evitar que los colectivos, subtes y trenes vuelvan a estar abarrotados de pasajeros como ocurría antes de la pandemia y permitir la reapertura de actividades fruto de la necesidad de relanzar la producción económica.
Antes de que se implemente el aislamiento obligatorio, entre la Capital Federal y el gran Buenos Aires se movilizaban 4.242.000 millones de pasajeros. En los primeros días de la cuarentena esa cifra bajó a 450.000 personas que usaron el transporte público. Como es obvio, la apertura de actividades y cierto desgaste en la cuarentena fueron produciendo subas --no descomunales, pero subas al fin-- que llevaron el número a 908.000 este lunes 4 de mayo.
Es evidente que el área metropolitana plantea problemas muy distintos a los que afronta buena parte del país. Por ejemplo, Mar del Plata --ciudad de 750.000 habitantes-- está pidiendo que se autorice un cierto regreso a la normalidad y entre sus argumentos está que casi no tiene contagios, pero sobre todo que la gran parte de sus habitantes no usan el transporte público: van a trabajar en moto, bicicleta o caminando. Además, tiene un control sobre el ingreso a la ciudad, de manera que puede impedir que llegue gente desde lugares con mayor proporción de contagiados.
Ninguna de esas condiciones se dan en Capital y el conurbano. Por lo tanto, la única alternativa posible a estudiar es impedir la invasión masiva -y los contagios- en el transporte público. A simple vista, los medios de comunicación informaron que a Buenos Aires entran muchos más autos que antes y que se ve más gente por la calle. Desde el punto de vista del Ejecutivo no son los factores más preocupantes: es más, hay evidente relajo de los controles. El auto es una alternativa al transporte público y la gente en la calle, siempre que respete distancias y use barbijos, tampoco plantea altos riesgos. Por ahora, hay un alto respeto en esos terrenos -distancias y barbijos- y también se cuida mucho la cantidad de personas que ingresan en negocios, supermercados y farmacias.
El problema central son los trenes, colectivos y subtes, puntos fundamentales de contagio, aunque hay diferencias en los tres medios de transporte. Los mecanismos que se están evaluando son los siguientes:
* Implementar horarios escalonados. Se está pensando en que los bancos funcionan desde las 8 de la mañana, los comercios sólo desde las 10. Se habló también que la construcción privada estaría permitida únicamente con arranque a las seis de la mañana. El objetivo es bajar la circulación en las horas pico y distribuir el movimiento.
* Se habilitaron las combis y camionetas. Son unos dos mil vehiculos que circulan entre el conurbano y la ciudad de Buenos Aires. Esto descomprime el transporte público.
* Se buscaría que las grandes empresas muevan su personal en combis y micros escolares. Por ejemplo, Tigre pidió autorización para que vuelvan algunas fábricas y astilleros que moverían sus trabajadores sin usar el transporte público. Este modelo también podría aplicarse en la construcción.
* Se fomentarían carriles exclusivos para motos, de manera de incentivar el uso de ese vehículo y, por supuesto, bajándole pasajeros a trenes, colectivos y subtes.
* Más acento todavía en bicisendas y en uso de bicicletas.
Por supuesto que de todas maneras aumentaría el número de pasajeros si se habilitan actividades que suman muchos miles de personas: construcción, comercio, servicio doméstico, profesionales, pequeños talleres, fábricas.
En este terreno la batalla estará entonces en expandir todo lo posible el sistema de transporte para que se respeten las distancias entre los pasajeros.
* El lunes, cuando hubo en total 908.000 pasajeros, se pusieron en la calle unos 9.000 colectivos. Hay capacidad para aumentar esa cifra. Antes de la Covid--19 funcionaban unas 12.000 unidades en un día hábil y se dice que podrían llegar hasta 15.000.
* El mayor de los problemas está en los trenes, porque no hay formaciones suficientes para aumentar frecuencias; porque no se le hizo mantenimiento a las vías, porque no se instalaron los frenos automáticos y porque la edad del personal hace que muchos estén en la franja de riesgo y, por lo tanto, seguirán en sus hogares. El macrismo hizo marketing político con la tragedia de Once, pero no invirtió ni un peso ni en nuevas formaciones ni en mejorar la seguridad. La alternativa es agregar micros de larga distancia que hagan el mismo recorrido del tren y aumentar la frecuencia de las líneas de colectivo que hacen un camino paralelo. Es una solución compleja, porque el micro tarda mucho más que el tren.
* El subte está funcionando con un 45 por ciento de las formaciones que circulaban antes de la pandemia. No podría volver al 100 por ciento porque tiene personal en edad de riesgo y licencias por ese motivo. Pero con refuerzos en los horarios más complicados podría llegar a un porcentaje parecido al 60 por ciento desde la semana próxima. La clave --según piensan en Metrovías-- es que se segmenten los horarios, o sea que haya horarios distintos para las distintas actividades. En las últimas semanas se vieron vagones cargados a determinadas horas y vagones vacíos casi todo el resto del día. En este terreno es que habría que trabajar.
Cualquier paso que se dé requerirá una evaluación día a día. Los errores que se cometan se pagarán con contagios y con víctimas, por lo que hay acuerdo en que se pueden dar pasos, pero con el ojo puesto en que no se pueden poner en riesgo los magníficos resultados conseguidos hasta ahora.