Tiempo de caza 6 puntos
Sanyangeui sigan, Corea del Sur, 2020.
Dirección y guion: Yoon Sung-hyun.
Fotografía: Lim Won Geun.
Duración: 134 minutos.
Intérpretes: Lee Jehoon, Ahn Jae-hong, Choi Woo-sik, Park Jung-min, Park Hae-soo.
Estreno en Netflix.
¿Cómo evaluar una película magníficamente narrada, pero cuya materia narrativa sufre de más de una debilidad? Es el caso de Tiempo de caza, del director coreano Yoon Sung-hyun, que puede hallarse en la plataforma de Netflix. La película presenta a tres amigos que se proponen robar la tentadora caja fuerte de una casa ilegal de juegos, a quienes está claro que la tarea les queda más grande que una remera XL a Messi. Eso en la primera parte. La segunda está dedicada a la persecución (la caza del título) a las que los somete un terrible asesino. Persecución que por un lado es una consecuencia lógica de que los treintañeros se hayan puesto a jugar con fuego, y por otro permite al director un vuelco si no de género, si al menos de registro, tal como es habitual en el cine coreano.
Movidos por la descripción que uno de ellos hace de un Taiwan parecido a Hawai (palmeras, mar color esmeralda, muchas chicas), los tres treintañeros deciden cometer el robo para viajar hasta allí. Que uno quiera irse de pesca, otro a comer sushi y el tercero a tomar vino habla de la ingenuidad de los tres, que acometen el asalto como quien saca un boleto para pasear. Curiosamente el atraco está tan cuidadosamente planificado como el de cualquier película del género, con un mapa del lugar, cronómetros sincronizados y apenas tres minutos para dar cuenta de él.
Aquí y para no espoilear debe darse un salto hasta el hitman que los persigue, a quien en la primera escena se ve en un depósito en el que almacena media docena de cadáveres en bolsas de plástico. Si antes de eso Tiempo de caza fue una historia un poco de amigos y otro poco de robos, en la segunda parte e impulsada por la cacería del asesino por contrato a los tres inocentes ladrones, se vuelve un thriller con persecuciones (más a pie que en auto), abundantes tiroteos y un perseguidor que parece un clon implacable de Terminator. Éste es presentado siempre en sombras, como para acentuar una condición que aproxima a la película a un film de terror.
Todo esto tiene lugar en una Seúl alternativa, o de un futuro inmediato, en la que todo se presenta derruido, con edificios y enormes depósitos abandonados y las calles llenas de gente sin techo. Ese marco es uno de los factores de interés del relato, así como una puesta en escena que sabe ser relajada o tensa, según las necesidades de la narración. Este se ve afectado, sin embargo, por variados desafíos a la verosimilitud, que van de los inexperientes que cometen un asalto perfecto y manejan armas como si toda la vida lo hubieran hecho, a los clásicos disparos que el temible asesino no falla jamás, salvo cuando tiene que tirarles a los héroes, ocasión en que pifia reiteradamente. Otro factor que conspira es la previsibilidad del destino de los protagonistas, unos pichoncitos a los que no les da el pinet y se meten donde no deben. Destino que otra convención --la de la supervivencia de los héroes a toda costa y contra toda razón-- puede llegar a torcer in extremis.