Desde España
En Argentina se llamó ‘el submarino’ y en España, ‘la bañera’. Nombres diferentes para una misma expresión del oprobio. Sumergir la cabeza de los detenidos políticos en agua nauseabunda hasta provocarles el ahogamiento era una de sus técnicas preferidas. Antonio González Pacheco fue una de las caras más visibles de la temida Brigada Político Social, la policía política que que intentó detener a fuerza de torturas y detenciones arbitrarias la llegada de la democracia a España en los últimos años del franquismo y los primeros de la transición. El policía murió este jueves en Madrid por coronavirus.
“Mírame ¿Sabes quién soy? Billy el Niño”. A diferencia de la mayoría de sus compañeros, que preferían actuar con más discreción u ocultarse en el anonimato, González Pacheco presumía ante los militantes políticos y sindicales que caían en sus manos. Los testimonios de quienes sufrieron torturas y palizas todavía estremecen. “Ya no parirás más, puta”, le dijo tras golpearla por enésima vez en el estómago a la abogada y militante feminista Lidia Falcón después de tres días días seguidos de interrogatorio brutal en las mazmorras del régimen.
Corría el año 1974, a Franco todavía le quedaba un año de vida y ETA acababa de atentar en una cafetería frecuentada por policías. Falcón no había tenido relación ni con el atentado ni con ETA, pero la explosión, en la que habían muerto 13 personas, daba a la policía franquista la excusa adecuada para perseguir disidentes. Al ser detenida, los policías preguntaron a la abogada si sufría alguna dolencia. Les comunicó que acababa de pasar una hepatitis. Durante los nueve días que estuvo en manos de sus torturadores en la Dirección General de Seguridad no dejaron de pegarle en el hígado.
Sádico y sistemático, Billy el Niño, a quien llamaban así por sus facciones casi de adolescente aunque cuando su crueldad lo hizo tan célebre como temido entre los militantes antifranquistas ya rondaba los 30 años, era mucho más que un burócrata de la tortura como tantos que abundaban entre la policía de la dictadura. La mayor parte de sus cientos de víctimas coinciden en que cuando castigaba a los prisioneros, los ojos se le iluminaban de placer. Se había perfeccionado en las artes marciales para que sus golpes fueran más certeros y eficaces a la hora de causar dolor.
Convertirse en referente de la represión contra los disidentes políticos estuvo lejos de suponer un problema para González Pacheco. El régimen franquista lo premió con medallas y reconocimientos, y cuando la transición permitió la llegada de la democracia, se reconvirtió en una pieza clave de lo que en España se conoce como ‘las cloacas del Estado’. En 1977, dos años antes de la muerte de Franco y uno antes de que se aprobara la nueva constitución, fue ascendido a inspector del Cuerpo Superior de Policía. Se integró en la Brigada Central de Información, la policía secreta que sustituyó a la Brigada Político Social. En1981 fue trasladado a la Comisaría General de Policía Judicial y al año siguiente dejó el servicio para pasar a trabajar en la seguridad de empresas privadas.
Uno de los acuerdos de la Transición Española fue garantizar la impunidad de los crímenes del franquismo. 45 años después de la muerte del dictador no ha habido proceso alguno por los cientos de miles de muertos, la mayoría de los cuales siguen desaparecidos enterrados en cunetas y fosas comunes.
Billy el Niño tuvo un retiro apacible alejado de cualquier apuro económico. A lo largo de su carrera le concedieron cinco medallas que aumentaron su pensión en un 50 por ciento, según reveló un informe conocido recientemente. La primera le fue otorgada en 1972, durante la dictadura, pero todas las restantes, ya en democracia. La última, en 1982. Uno de los acuerdos de gobierno entre el PSOE y Podemos que posibilitó la llegada de Pedro Sánchez al poder preveía retirarle estos reconocimientos y sus beneficios económicos, pero el policía murió antes de que este proceso siquiera se iniciara.
El único intento más o menos serio de acabar con su impunidad fue una querella presentada por sus víctimas ante los tribunales argentinos alegando el principio de justicia universal para los crímenes de lesa humanidad. En esa querella, Lidia Falcón plasmó por primera vez en 40 años por escrito las torturas a las que había sido sometida.
El 18 de septiembre de 2013 la jueza argentina María Servini dictó orden internacional de búsqueda y captura contra él. Desde entonces, Argentina le reclamaba por un delito de torturas cometido contra 13 personas entre 1971 y 1975. En 2014, la Audiencia Nacional de España rechazó la extradición al considerar que estos delitos estaban prescritos.
Billy el Niño murió este jueves en Madrid a los 74 años víctima del coronavirus. Se fue sin responder por sus crímenes.