El odio que tengo por esta sociedad está basado en el estupor que siento sobre mi misma. Machista, complicada, indecisa, centrista, casi altruista, con un ego que tan alto, que caerse de él es como saltar de las torres gemelas prendidas fuego. De un refinamiento tal, que en un menudo gesto deja entrever al sátiro. Siempre alerta, siempre dispuesta, ¿a qué? a saltar. Mentira, engaño. Nunca salta, solo amaga. Parece que las épocas de los grandes saltos han acabado.

Es hora de quedarse en casa… tic tac… y, en ocasiones, en un acto de arrebato, asomarse por el balcón. Pero de modo obsceno, con un gran salto que culmina con los pelos que cuelgan de la baranda, en un mínimo asomo. Viento. Son las nueve de la noche y aplauden, me aplauden.

Una mujer que mientras come, tose. Suma, resta, divide en cero. Puro cero, estruendo de pura cháchara. Una mujer sola en un departamento tan propio como ajeno, que de solo verla sentada allí parece la belle époque convertida en quimera: en una incapaz de producir nada. Ni palabras, ni gestos, ni ruidos, ni hijos, ni sonrisas. Una incapaz de comprender la causa de su… Ya lo ha olvidado.

Un espejo implora. Planos medios, caras quietas que lloran. La Carmen de la siesta, mira a la otra en la ventana de una caja. Dentro de otras casas, son mujeres de la siesta. Imploran, Carmen, oh bella y rítmica Carmen, como te has perdido, vuelve a ser la de antes, vuelve a ser Carmen, o si lo prefieres, una señorita de las publicidades, de las casas, de las esquinas de los valles, de los hoteles internacionales, porque eres de nuestros sueños más rezados, el que más nos sacas los pesares.

Tranquila que la que tose siempre sabe que a la vuelta hay un hombre que la espera, que los niños estarán acostados, que la puerta tendrá dos vueltas de llave, que la crema estará fría en las arrugas del mañana, ya estará seca, y la ropa en la ventana. Stop. Pelos que cuelgan por la baranda… Stop, no, no se termina así, que está prohibido, una mujer no se quita la vida con sus propias manos. Stop.

Manos de madre, masa de manos, pija de manos, útiles manos, trabajos de manos. Mientras ella duerme, trabajan las manos, explotan las manos, medusas de manos, enredos de manos, sangre de manos, matan con manos a manos que chillan. Stop. No, no se termina así, está prohibido.

La mujer que tose imagina, suspende su ropa del tiempo en un balcón de espera, se pregunta lo que sabe que vendrá. Es divertido hacerse la que no sabe que viene lo mejor, el beso. Él vuelve y ella es Carmen, la malcontenta, la raquítica de tristeza, la de los hombres de la vuelta. Otra Carmen en la ventana soñada de un tren de sueños húmedos, reflejada, incitada a morder nuevamente, a abrigar con sus piernas.

Mujer animada,

Mujer dibujito,

Mujer biónica,

Suenan las campanas, ¿por quién doblan?

Por vos, ¡por quien más! Doblan por tu partida.

Lo gritan como el gol más esperado de la cancha.

Decí cancha y apretate la boca: connncha…

Si la tuya, esa maltratada y aturdida, residuo de tanta basura ajena.

Casa de muñecas, caza de demoños.

Enciclopedia, mal usada, olvidada, llena de polvo, de marcas, reemplazada.

Llanto en suspenso, a media luz, sentada sola en el comedor, con un gesto monótono de pantalla.

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