Aún en momentos en que la cuarentena estricta empieza a ceder en algunos países, si algo queda en claro es que el teatro, la ópera y la danza, los shows y conciertos de música, y también las salas y los festivales de cine serán las actividades que más tarde reanudarán su accionar post covid-19, cuando el virus deje de ser una amenaza mundial. Eso que en los últimos días se ha dado en llamar “nueva normalidad” parece todavía una quimera para la actividad artística en espacios públicos, en un escenario dominado aún por la pandemia. Página/12 convocó a directores y programadores de festivales internacionales de cine, para compartir una serie de reflexiones --necesariamente provisorias-- sobre la situación del cine y su público en tiempos de coronavirus.

“Estamos en una situación muy frágil, nosotros, la cultura que amamos y de alguna manera representamos, y el cine también, como forma de arte, como instrumento para narrar el mundo y como una actividad que da trabajo a mucha gente, nosotros incluidos”, señala el italiano Carlo Chatrian, director artístico de la Berlinale, el último gran festival internacional de cine en realizarse, en febrero pasado, cuando la OMS todavía no había declarado la pandemia. “Esta fragilidad es algo real y también mental. Estaba planteada ya antes de la covid-19. Y si ahora tenemos dudas o preguntas sobre el futuro del cine, es porque la evolución fue muy rápida”.

Para Chatrian, “los festivales son los baluartes de un cine de resistencia, un cine que se construye con un intercambio continuo de ideas, de imágenes, de relatos, de personas, de dinero. El cine de los festivales es un cine de comunidades, un cine de pueblo; y con pueblo entiendo la sala de cine, principalmente. Esta idea de un cine que necesita que las personas viajen y se encuentren funciona al revés del cine comercial. Un cine que --para explicarme mejor-- voy llamar el cine Marvel. El cine Marvel piensa la sala de cine, y todo lo que está al su alrededor, como un apéndice. Hasta ahora la sala fue su herramienta de marketing más fuerte, pero éste tipo de cine se puede arreglar bien sin las salas, sin contacto físico, sin espectadores en las butacas. El cine de festival no puede existir sin esta idea de comunidad o de muchas comunidades que entran en contacto virtual en internet pero que necesitan, de cuando en cuando, presencias físicas”.

El canadiense Brad Deane, director de la TIFF Cinematheque y programador del Festival de Toronto, es más optimista: “Definitivamente creo que hay un futuro para el cine después de la covid-19. El cine ha soportado muchas amenazas a lo largo de su historia (guerras, golpes de estado, disturbios civiles, crisis financieras, enfermedades e innumerables avances tecnológicos) y aunque la experiencia de ver películas en casa nunca ha sido mejor, todavía hay algo poderoso y único en la experiencia de unirse en un espacio lleno de extraños para ver una película”.

“Es bastante improbable que la sala de cine conozca su capitulación debido a la pandemia, siempre y cuando la imperiosa vacuna llegue para todos y no pase más de un año”, apunta Roger Koza, director artístico del DocBuenosAires y programador de la Viennale y del festival de Hamburgo. “La extensión de la excepción en el tiempo sí podría significar el quiebre económico de las salas y la eventual modificación de los hábitos relacionados al lugar en el que se ven películas. Si así fuera, la desaparición de las salas de cine sería una pérdida menor frente a otras, porque de no aparecer una vacuna los cimientos de la civilización estarán en riesgo y todo lo que se desprende de esa hipotética catástrofe ni siquiera es imaginable”.

Para Cristina Nord, directora del Forum del Cine Joven de la Berlinale, “la salud de las personas es la prioridad. Los festivales deben tener lugar online o abstenerse de tener lugar mientras el virus se esté propagando. Los responsables deben tratar de ser lo más transparentes que sea posible sobre sus planes para que todas las personas afectadas –cineastas, periodistas, programadores, publicistas, miembros del personal, voluntarios, etcétera- puedan reaccionar en consecuencia. Sé que estas decisiones son muy duras, porque mucho trabajo y compromiso pasarán desapercibidos. Por lo tanto, admiro el coraje y la decisión de Linz' Crossing Europe, el Bafici y la Quinzaine des réalisateurs y Semaine de la critique de Cannes para cancelar sus actividades”.

Koza coincide en que “la responsabilidad inmediata es cancelar la realización de los festivales hasta que no exista una vacuna que conjure el riesgo concreto de contagios. El reciente anuncio de Venecia para el año en curso tiene algo de obsceno y psicópata. Celebrar un festival cuando la pila de muertos en Italia ni siquiera ha podido conocer un entierro digno es como mínimo ominoso. Ni qué decir de la situación económica de ese país. Tan solo basta imaginar a las estrellas de Hollywood paseándose por la alfombra roja (si es que sobreviven al desastre sanitario de su país) para percibir la inadecuación del festival en el presente. Una vez que esté la vacuna, hay que invocar el placer y la alegría de la cinefilia como nunca, y pensar, mientras tanto, en la espera, qué buscamos con los festivales y qué cosas novedosas podemos implementar. Se acumularán películas y el deseo del encuentro en una sala será incontenible; el reinicio de los festivales será vivido como un milagro”.

Para Cecilia Barrionuevo, directora artística del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, es muy claro que “no es lo mismo ver una película en el cine que en la televisión o en la computadora de nuestra casa. La película puede ser la misma, pero la percepción es diferente, se pierde en términos de encuentro entre personas para ver y compartir. Un festival requiere y está conformado por una comunidad que lo define. Si al cine le quitamos la dimensión social, de encuentro y experiencia colectiva, ¿qué nos queda? Porque eso que pasa en una sala, no sucede atomizados en pantallas en nuestra casa. Las audiencias van a volver a tener confianza para compartir proyecciones. Esta es una situación excepcional”.

¿Virtual o presencial?

Ante la proliferación de festivales que deciden llevar a cabo sus ediciones online, como Visions du réel y Locarno en Suiza, Sheffield en Gran Bretaña o el CPH Doc de Copenhague, se ha abierto una discusión sobre el tema en la esfera cinéfila. “Creo que esto depende de la naturaleza de cada festival en particular”, distingue Brad Deane. “Cada festival es diferente, por lo que algunos podrían querer esperar a realizar la clásica edición presencial, algunos optarán por la versión digital y finalmente algunos incluso podrían elegir un híbrido de ambos. En los últimos años nos hemos enfrentado cada vez más a esta cuestión de la transmisión en línea frente a la experiencia en el cine y espero que esta situación pueda ayudarnos a ver más claramente las ventajas de unos y otros. Sin embargo, es importante que los festivales consideren bien cómo muestran sus películas. En mi opinión, no todas las películas funcionan en todas las plataformas: algunas películas funcionan mejor en salas de cine, otras en espacios de galería y algunas funcionan mejor online, por lo cual es importante que los curadores (y los cineastas) hagan estas distinciones”.

Cristina Nord concuerda: “Hay buenos argumentos a favor de los festivales en línea y buenos argumentos en su contra, por lo que es difícil adoptar una postura general. Diría que depende mucho del festival y de sus circunstancias específicas”. Pero Koza disiente: “Un festival de cine, por definición, consiste en el encuentro masivo de personas diversas y con intereses disímiles, durante un tiempo específico, que desean ver películas muy distintas y de procedencias distantes, y quieren participar de una experiencia colectiva de interés y discusión. Pasar al festival digital es traicionar en parte el concepto general y la genealogía de una práctica concreta de encuentro. Lo que sí podrían hacer los festivales, a modo de excepción, es seleccionar películas exhibidas con anterioridad, revisar la historia de su propuesta y esperar por este año. También se puede pensar en versiones homeopáticas: una selección mínima, una propuesta de urgencia para mantener la vida del festival y los puestos de trabajo”.

Para Cecilia Barrionuevo, “hay que encontrar caminos para que los festivales, que son importantes agentes responsables de que el cine como forma de arte sobreviva, sigan facilitando el acceso a las películas y a quienes las hacen. La plataforma de visibilización que ofrecen los festivales es única. No creo que haya que resignarse a la vida digital, pero hay que entender que estamos transitando una situación de excepcionalidad y en base a eso hay que pensar en cada festival según sus necesidades, perfil, momento del año, ciudad, coyuntura”.

Y Chatrian agrega: “Lo que está en el centro de mi pensamiento es el público y la relación entre el público y la sala. Sin público en la sala algunas películas no serían posibles. La sala no es solo un lugar social, donde el miedo y el deseo se mezclan, es también el lugar de una mirada que no es posible sin la oscuridad, el silencio y la tensión de compartir algo con alguien extraño. No sé explicar eso de otra manera, porque es algo bastante visceral antes que intelectual. Solo sé que sin salas de cine cierto cine no puede existir”.

Homo homogéneo

El cierre de salas en todo el mundo, entre las que están no sólo los multicines sino también las de las cinematecas y las que cultivan un perfil dedicado al cine de autor, empujó a buena parte de los espectadores a las plataformas online dominantes y de mayor alcance. Sin ir más lejos, Netflix anunció hace unos días que sus beneficios entre enero y marzo fueron de 709 millones de dólares y que duplicaron los obtenidos en el mismo período de 2019. Asimismo se supo que sumaron 15,8 millones de nuevos suscriptores en todo el mundo en solo en solo tres meses, cifra jamás experimentada por la compañía. ¿Hay un riesgo de homogeneización de la mirada, aún mayor de la que ya había antes? “Hay muchas excelentes plataformas en línea para películas fuera de Hollywood: MUBI, el Criterion Channel, el del British Film Institute y la plataforma Retina Latina, sólo por nombrar algunas”, enumera Brad Deane. “Pero sí, las plataformas más grandes parecen ocupar más espacio. Creo que hemos visto a Hollywood hacer cada vez menos películas a lo largo de los años, mientras que las grandes compañías de streaming parecen hacer más y más series; al final todo se trata de economía”.

Cristina Nord introduce un desafiante punto de debate: “De hecho, estoy descubriendo un montón de cosas interesantes en Netflix, que tiene un buen ojo para películas populares de lugares que no sean Hollywood. Hay más diversidad de lo que uno podría suponer. Ahondar en el mundo de la cultura pop británico-nigeriana, o coreana, o afroamericana, podría ser una buena manera de ampliar el horizonte. Incluso iría tan lejos como para decir que el cine de autor no es exactamente un bastión de la diversidad; por lo tanto, el cine de autor podría aprender algo de este enfoque. Recientemente, tuve mi primer encuentro en profundidad con un k-drama, Aterrizaje de emergencia en tu corazón, y aunque funciona como una telenovela y sentía al principio un placer culpable, después de un tiempo me fascinó su particular mezcla de tontería y seriedad, amor y política, Corea del Norte y del Sur”.

Según Deane, “cada año siempre hay algunas series o películas de Hollywood que son muy buenas, pero se siente más como la excepción que la regla. Tal vez suene un poco negativo, pero creo que tenemos que aceptar que las películas ya no tienen la misma posición dominante en la cultura popular como lo tuvieron en el siglo anterior. Otras formas de arte, como la pintura o la ópera, han pasado por transformaciones similares y siguen prosperando, aunque de diferentes maneras. Lo bueno es que todavía hay públicos significativos en todo el mundo que buscan películas que no formen parte del sistema mainstream. Es más, da la impresión de que ahora hay un festival internacional de cine de algún tipo en casi todas las ciudades del mundo, así que seguramente también hay ahora una demanda de este tipo de películas en alguna plataforma online”.

No future?

Mientras algunas regiones de algunos países (Texas en los Estados Unidos, Renania del Norte-Westfalia en Alemania) ya anuncian, quizás prematuramente, la apertura de sus multisalas para junio o julio, imaginar el futuro inmediato con una sala de cine poblada de espectadores, como era común hasta hace dos meses y medio atrás, todavía sigue siendo hoy un escenario de ciencia-ficción. Y más aún para el cine de autor y encuentros multitudinarios como los festivales de cine.

“De alguna manera, se podría decir que el cine de autor ya hizo su recorrido”, apunta Chatrian. “El éxito mundial de Parasite puede ser un poco su canto del cisne. O al revés, el principio de algo nuevo. Puede suceder que la reducción de películas (porque entiendo que la producción se va a reducir) sea una manera de hacer al cine independiente más fuerte, más sólido. El 2021 va decir mucho sobre este tema”.

Según Barrionuevo, “es un momento complejo, en el que es más fácil ver series o películas de narrativas más convencionales de las que suelen programar los festivales. Pero soy optimista con el público y confío en que tras el confinamiento la gente va a volver a las salas con más ganas. No creo que los hábitos de quienes asisten a los festivales de cine cambien o desaparezcan tras esta situación excepcional”.

“Esto del virus pone en discusión la dimensión social de nuestra vida”, insiste Chatrian. “Parece la última broma del diablo, porque acelera algo que ya estaba en acción. De una manera paradójica y herética también, me sorprendo al pensar que los jóvenes no parecen tan afectados por el virus, porque son aquellos que menos sienten esa preocupación de perder el contacto social. Su mundo ya esta desconectado de la dimensión social; entonces el lockdown no es para ellos algo tan grave. En este sentido, quizás, la cuarentena ponga a prueba una reacción de su parte. Quizás después esta clausura el deseo de estar conectado físicamente resurgirá”.

 

“Esperemos que esta sombría situación en el presente sólo conduzca a un futuro más prometedor”, apunta Brad Deane. “Godard a menudo ha formulado la que creo que es una pregunta clave, que siempre deberíamos hacernos: ‘La pregunta no es si el cine perdurará, sino si tiene el derecho a perdurar’. La respuesta depende de nosotros”.