Bonnie & Clyde
Arthur Penn
1967
Fue el principio de un viaje sorprendente. La aventura de Warren Beatty de escaparse de la prisión del galán convertida en una declaración de principios sobre el sexo y la violencia en el cine. No solo resignificó las historias de gángsters de los años 30, convirtiéndolas en matriz de un género clave del Nuevo Hollywood, sino que propuso una estética atrevida y desenfadada que daba cuenta del tiempo que se avecinaba. Robert Towne fue quien dio forma al guion a pedido de Beatty y entró a Hollywood desde las sombras para luego asomarse a la luz de la consagración.
El bebé de Rosemary
Roman Polanski
1968
Roman Polanski, luego de su despegue en Polonia y su triunfo en París, llegaba a Hollywood para mostrarle su rostro más espeluznante. El alumbramiento del hijo del diablo fue no solo el inicio del terror satánico como síntoma de aquel tiempo –que tuvo en El exorcista otro de los hitos de la década-, termómetro de las peores pesadillas de la generación que perdía su cetro, sino también el mejor ejemplo del culto a la sugestión. Fue uno de los bautismos de gloria de Robert Evans como productor, la demostración de que su riesgo y su soberbia podían dar los mejores frutos.
Busco mi destino
Dennis Hopper
1969
La irrupción de Peter Fonda y Dennis Hopper en el cine como representación de una nueva juventud sintetizó el cambio definitivo de época. Drogas, rutas del sur, violencia y marginalidad mostraban una narrativa distintiva y novedosa. Jack Nicholson aparecía en una de las paradas del viaje y su presencia se impuso como una nueva forma de actuación, guiada por un naturalismo feroz e inolvidable. Después vendrían las películas con Bob Rafelson y el resto es historia.
El padrino
Francis Ford Coppola
1972
La voluntad de Robert Evans de aunar el arte y el dinero dio el mejor resultado posible en El padrino. Una película que conjugaba las ambiciones creativas y el éxito económico se convirtió en un clásico único, celebrado como una de las grandes películas de todos los tiempos, ópera de grandeza y consagración. El Nuevo Hollywood adquiría su mayoría de edad, Evans se instituía como uno de sus grandes nombres y Coppola encontraba su gloria para siempre.
Tiburón
Steven Spielberg
1975
Un año después de Barrio chino, Tiburón cambió las reglas de juego. Su inmenso éxito, junto con el de La guerra de las galaxias de George Lucas dos años después, sentó las bases del negocio cinematográfico contemporáneo. Cine de impacto, de tensión, cine para adolescentes, cine de secuelas y merchandising. Tiburón dio forma a los miedos y las ansiedades de la era post Watergate y declaró la sustitución de la figura del director por la del productor, hueco clave en el que Spielberg gestó su permanencia.
Las puertas del cielo
Michael Cimino
1980
Fue la tumba definitiva del Nuevo Hollywood. El final de las esperanzas de continuación de ese proyecto creativo de ambiciones y disparates. Una película sobre la historia de los Estados Unidos, el revés de los mitos del western, una epopeya de varias horas de duración, con una actriz francesa como Isabelle Huppert probando suerte en el imaginario norteamericano. El talento y la locura de Cimino, que había demostrado su valía en El francotirador, se estrellaron contra una realidad insuperable: la del fracaso. Todo terminó allí, el cine de los 80 contó las nuevas historias.