A pesar de ser la economía una ciencia, la corriente liberal neoclásica, predominante en la actualidad, ha abjurado a un principio científico básico: el someter sus postulados a observación empírica para ver si funcionan o no. Son dogmáticos y no se preocupan por la comprobación causa-efecto. Dan por “naturales de la creación” a hechos que son en realidad surgidos de una construcción política intencionada. Los neoclásicos no se preguntan cuál es el origen del valor en la economía. Lo dan por supuesto y a partir de allí usan como una revelación sagrada a la “libre” oferta y demanda, para reducir todo a axiomas infantiles.
El objetivo de los capitalistas es acumular valor de manera infinita. Pero chocan con los problemas de que la productividad material tiene límites. También tiene límites la población que puede comprar los bienes producidos. Y también tiene límites el tiempo necesario para fabricar esos bienes. Para salvarle al capitalista estos escollos de la vida real (y que puedan seguir acumulando indefinidamente) se inventó al capitalismo financiero. El fetichismo de la mercancía material rompe aquí sus cadenas que lo atan a la realidad, y el capital comienza a reproducirse en el mundo virtual. Veamos unos números.
El 1 por ciento ciento de la población mundial posee el 45 por ciento de la riqueza global. ¿Dónde la guardaron? El PBI mundial es de 87 billones de dólares, pero la deuda pública y privada mundial es de 200 billones de dólares. ¿De dónde va a salir la plata para pagarla? Bueno, la pagamos con todo el dinero que anda danto vuelta por el mundo. Tampoco alcanza, ya que ésta suma asciende a 106 billones de dólares. Y ni hablemos si quisiéramos cancelar en un solo día todos los derivados financieros globales. Éstos ascienden a 600 billones de dólares (7 PBI mundiales).
Amazon vale 9 veces lo que vale Ford, y la virtual Facebook el triple de lo que vale la fierrera Volkswagen. Uber siempre dio pérdidas millonarias desde que se creó, pero tuvieron que pasar 10 años para que el mercado “se diera cuenta”. Los bancos “planeros” de Estados Unidos recibieron 5 billones de dólares de subsidios de su gobierno en reconocimiento a su hazaña de la crisis subprime (un esquema Ponzi inmobiliario) que ellos mismos inventaron.
Señores, bienvenidos al mundo del valor ficticio. Los neoliberales encolerizarán diciendo que los valores los fijan oferta y demanda y las expectativas racionales de las personas, y que yo no tengo derecho ni a juzgar ni a meterme con las libertades de la gente para elegir lo que quiere. Y no, no la tengo. Pero un día llega la covid-19 (sin pedirle permiso ni a Friedman ni a Hayek) y Nueva York, la ciudad más rica del mundo, no puede ni proveerles barbijos a sus médicos. Señores, bienvenidos a la revancha del mundo real.
Y en este escenario de hecatombe en el castillo de naipes virtual viene Argentina y dice que ella continua dispuesta a pagar sus deudas. Les ofrece a los bonistas una reestructuración con una quita módica del 5,4 por ciento en el capital y de 62 por ciento de los intereses. Es mucho más de lo que los bonistas obtendrían vendiendo esos bonos en el mercado secundario. ¿Demandarán al país intentando reeditar la extravagante epopeya de Griesa? Hay que tener espaldas para aguantar diez años si se quiere hacer eso. Además, Griesa se murió y tienen que rogar que para llegue al gobierno argentino otro entusiasta del vaciamiento nacional como Mauricio Macri.
El profesor y consultor Pablo Tigani se tomó un trabajo raro para los economistas neoclásicos: investigar la realidad. Así, preguntó a la gente de Wall Street que pensaba de la oferta Argentina. Y se dio con que tiene una acogida razonablemente positiva, dentro del ambiente de depredación que impera en ese particular ecosistema. Las posibilidades de que aparezcan los buitres siempre están. Eso es algo sistémico, dada la presión de los fondos de cobertura por obtener el rendimiento alfa, o tasa de ganancia superior a lo que ofrece cualquier otra actividad financiera. Algo que los empuja a caminar siempre al filo de la legalidad, como bien lo caracteriza David Shapiro, experto de delitos financieros de la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Pero hasta esto está menguado. En un mundo donde se esperan incumplimientos de todos los colores y sabores, aparece una Argentina queriendo pagar. Nada desdeñable.
Alfredo Zaiat sostiene que muchos periodistas económicos no informan, sino que “comercializan con información económica” Parte de ellos tienen conchabo con empresas acreedoras, como lo es el multimedios más grande del país. Ellos pintarán un panorama apocalíptico para la oferta Argentina. Pero para apocalipsis, ya nos alcanza con prender la TV y ver qué pasa en el mundo con la pandemia. La Gran Manzana hasta parece presa de un castigo bíblico. El “toro atacante” de bronce de Wall Street no está para embestir como en mejores tiempos. Y el equipo económico Argentino viene manejando el capote. Tenemos expectativas de ver una buena media verónica.
*Doctor en Derecho Público y Economía de Gobierno. Docente UNDAV.