Generalmente, Ricky Gervais tiene un timing cómico muy confiable. Ayudó al resurgimiento de la comedia de vergüenza ajena en estilo documental como creador y actor de The Office. Y se posicionó con bastante éxito en contra del atildado público hollywoodense que ocasionalmente lo invita a burlarse en sus narices como conductor de los Globos de Oro. En su rutina de enero pasado, Gervais se mofó abiertamente de sus pares célebres por su exhibición de conciencia social a la vez que trabajan para corporaciones como Amazon, Apple –“una compañía que maneja fábricas de explotación en China”- y Disney. “Si Isis pusiera un servicio de streaming, ustedes llamarían a sus agentes, ¿o no?”, dijo.

Pero ¿será este momento cultural igualmente receptivo a la segunda temporada de After Life, la oscura comedia cuya segunda temporada acaba de subir Netflix a su plataforma? En el programa, que él mismo escribe y dirige, Gervais asume el rol principal de Tony Johnson, un viudo que aún llora a su esposa, Lisa (Kerry Godliman), quien murió de cáncer de mama. En su dolor, Tony resuelve convertirse en la persona que siempre quiso ser –asertivo, apolítico y largamente resistente a los esfuerzos de amigos que esperan conducirlo a caminos más positivos.

After Life está imbuida de un existencialismo que en este momento podría ser el tónico ideal o ser demasiado incómodamente real. Y Gervais sabe que su tono es engañoso aun bajo circunstancias normales. Tal como dice en un videochat desde su hogar en el norte de Londres: “Mi mayor preocupación es si la gente puede ir de reírse de algo ridículo a llorar por algo muy real. Creo que la respuesta es afirmativa.”

-¿Cómo va tu cuarentena?

-Estamos en uno de los mejores lugares, Vale of Health (Valle de la Salud). Creo que es un buen signo. Estamos en aislamiento, pero te permiten ejercitarte todos los días. Me he convertido en esa clase de tipo. Cuando veo a la gente de picnic y cosas como esas, me dan ganas de llamar a la policía: “¡Acá hay unos inútiles divirtiéndose y haciendo juegos!”

-¿Son las cosas realmente tan diferentes para vos?

-Más allá de las presentaciones que fueron pospuestas, mi vida no ha cambiado demasiado. No solía salir demasiado, y siempre hay suficiente alcohol en la casa como para un invierno nuclear. No me vas a escuchar protestando. No cuando, cada día, veo a alguna celebridad millonaria quejándose de que no estará en la tele esa noche. O “Nadé un poco en la piscina y me hizo sentir un poco mejor”. (Empieza a cantar) Imagine there’s no heaven...

-Tu tipo de comedia suele ser crítico de la fama y de la gente que la codicia. ¿Creés que la pandemia ha acelerado nuestro disgusto por la cultura de la celebridad?

-No tengo nada contra nadie que quiera ser una celebridad o ser famoso. Pienso que la gente está un poquito harta de que la sermoneen. Ahora los famosos piensan: “El público general necesita ver mi rostro. No pueden ir al cine. Necesito hacer algo”. Y cuando mirás sus ojos sabés que, incluso si están haciendo algo bueno, de algún modo están pensando “Oh, podría llorar de lo buena persona que soy”. Por favor...

-Pero cuando hacés rutinas de stand up como la que hiciste en los Globos de Oro, ¿no tenés que mirar por encima del hombro cuando termina la noche?

-No, el mundo no ha cambiado. Nadie me mira de manera diferente. Y en realidad no tengo nada contra esas personas. Creo que ese es el error que comete la gente: piensa que cada broma es una ventana al alma del comediante, que porque yo lo escribí y lo interpreto bajo mi propio nombre ese soy yo. Y no es así. Yo tiro un chiste por la mitad y cambio mi postura para mejorarlo. Pretendo ser de derecha, de izquierda, cualquier cosa, o nada. Tengo que ir detrás de las personas más adineradas de la sala, de la NBC y la Hollywood Foreign Press Association (ente que organiza los Globos). Tengo que ser el bufón de la corte, pero un bufón de la corte tiene que asegurarse también de que no lo ejecuten. Tengo que hacer que todos los plebeyos se rían del rey, pero de algún modo al rey tiene que gustarle (se ríe).

-Muchos políticos conservadores se volvieron fans tuyos tras esa performance porque sintieron que finalmente te habías metido con la elite de Hollywood. ¿Se alejaron cuando finalmente se dieron cuenta que no compartías sus puntos de vista en otras cuestiones?

-No me di cuenta de eso en Twitter hasta que un par de liberales descontentos de pronto dijeron “Oh, Gervais ahora es de extrema derecha”. Y dije, ¿qué? ¿Qué hay de derecha en meterse con las corporaciones más ricas y poderosas del planeta? Pero esto me ha pasado antes. Gente que me seguía y que si eran de derecha probablemente no eran ateos como yo. Probablemente no les gusta el lenguaje que a veces uso. Probablemente no coinciden con mi postura contraria a la caza deportiva. En general, creo que la gente más normal sigue a una persona por una o dos razones en particular. Si lo tweets que odio superan a los que me gustan, le doy unfollow. Nadie tiene que ser perfecto para tener amigos. Solo tiene que estar OK en el balance.

-En After Life los temas de la muerte y cómo lidiamos con la pérdida son muy penetrantes. ¿Eso lo hace estar más a tono con el momento actual? ¿O hace que sea más difícil de mirar?

-Creo que nos preguntamos demasiado por las reacciones de la gente. Nos preocupa cómo puedan tomarlo en sus casas. Y la vida real es mucho peor. Pueden recibir esto. Me pasma que la gente aún piense “Oh, no deberías hacer bromas sobre eso”. Lo estamos leyendo en los diarios, ¿por qué no podemos bromear sobre eso? Con otros shows que hice, la gente podía acercarse en la calle y usualmente decirme “Me encanta el programa”. Pero con este –y esto era antes del coronavirus- se me acercan y dicen “solo quería decirte que perdí a mi hermana tres semanas atrás”. O “Perdí a mi marido”. Nadie dijo “Tuve que sacarlo porque era demasiado perturbador” o “me recordó algo malo”. De pronto te das cuenta, por supuesto: todos sufren por algo. Y cuanto más viejo sos, más tenés para sufrir.

-Hay una escena en uno de los nuevos episodios en el que Tony le dice a otro personaje: “Para vos todo es malo. Todos estamos muriendo. Estar saludable es solo morir más lentamente”. ¿Pensás de manera diferente hoy de un momento como ese?

-Creo que sería diferente si hubiera hecho un show específico sobre el coronavirus... de lo cual habrá cientos. Y novelas. Y extraños, ficticios reality shows. Pero en lo abstracto es un broma sobre la muerte, y la gente muere todo el tiempo. Nadie dice “nadie morirá este año, esa broma envejeció mal”. Tony actúa de manera nihilista. Le recuerda a la gente que todavía no lo superó. Todavía quiere castigar al mundo. De algún modo hay cierto narcisismo en su sufrimiento. Y de pronto se enfrenta a gente que es peor que él, que lo hace sentir levemente descolocado. Todos atravesamos eso.

-¿Qué cosas nos sacan del nihilismo, de actitudes como esa?

-Una de las ideas de After Life es cómo lo mundano nos salva. Necesitamos esas pequeñas cosas. El hecho de que el perro, literal y metafóricamente, salva la vida de Tony, una y otra vez. Le digo al perro “Si supieras abrir una lata yo ya estaría muerto”. La muerte es el último tabú. Es inminente. Va a suceder. Solo no queremos que suceda ahora, sea lo que sea. Pero aún podemos bromear sobre eso. No sé si eso hace que el programa sea más conmovedor o entretenido que en cualquier otro momento. Pero ahora la gente hace todas las cosas que se supone que tienen que hacer. Se quedan en casa. Se lavan las manos. Telefonean a su familia. Y entonces, supongo, quieren ver Tiger King. ¿Sabés? Nadie está pensando en el coronavirus cuando lo mira. Y la vida sigue. La vida tiene que seguir. La vida sigue.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.