Tomás “Trinche” Carlovich, el jugador que nunca quiso trascender, perdió la vida ayer a los 74 años, en el Hospital de Emergencias Clemente Álvarez, como consecuencia de un golpe en el cabeza que había sufrido el miércoles, a manos de uno o dos hombres que lo atacaron en Eva Perón y Paraná para robarle su bicicleta. Admirado por colegas, Carlovich encontró la fama en un partido amistoso frente a la Selección Nacional, en un  equipo que compartió con jugadores de Central y Newell’s. No asistió a una convocatoria a la albiceleste por parte de César Luis Menotti y jugó muy poco partidos en Primera.

Su carrera se distinguió como volante central de Central Córdoba, donde llegó hasta el colmo de recibir la felicitación en pleno partido de un árbitro por un gol que acababa de convertir. Pero el Trinche había debutado en Central en 1969 sin mayor suerte. Jugador de tranco lento y poco ánimo para los entrenamientos, en Central Córdoba mostró su mejor expresión. “Le gusta irse a la casa y dispararle al entrenamiento”, explicó Carlos Griguol a la revista El Gráfico sobre su fallido estreno con el Canaya.

De su carrera no hay videos ni registro alguno de sus goles. Lo que queda es el relato de los que lo vieron jugar. A las anécdotas, el propio Trinche le esquivaba el recuerdo. “Puede ser que me haya llamado Menotti a la Selección, yo no me acuerdo”, se excusaba. El Flaco Menotti quiso darle una oportunidad en la mayor asombrado por su juego. “La pelota iba con él”, aseguró. En Buenos Aires su fútbol llamó la atención en el recordado partido de 1974, en cancha de Newell’s, cuando un combinado de futbolistas de Central y Newell’s, con Mario Kempes y Mario Zanabria, entre otros, y el Trinche, jugaron un amistoso con la Selección que se preparaba para el Mundial de Alemania. El equipo de la ciudad se impuso por 3 a 1 y Carlovich fue una de las figuras. De aquel partido inolvidable solo están las crónicas de los diarios.

El Trinche siempre regresó al Gabino Sosa y al cariño de la gente sin vanidades. 

En Colón llegó a jugar algunos partidos en Primera, pero las lesiones y la falta de continuidad no le dieron mayor lugar en el equipo. En 1978 volvió a Central Córdoba. Pasó por Mendoza, en Deportivo Maipú y Talleres. Pero en 1980 otra vez se encontró en Tablada. Su carrera es la de un jugador que luchaba por ganarse unos pesos. Pero en aquel entonces no sabía la admiración que despertaba.

“Desde que llegué me dicen que el mejor ya jugó en Rosario y es un tal Carlovich”, declaró Diego Armando Maradona, en 1993, cuando vino a la ciudad para jugar en Newell’s. El reconocimiento en el mundo del fútbol empezaba a crecer a casi diez años de su retiro. “Fue el mejor jugador que vi”, aseguró Ubaldo Matildo Fillol, quizá el mejor arquero de todos los tiempos, en la biografía de Alejandro Caravario.

Ciudadano ilustre de la ciudad, en Tablada es la referencia del barrio. Su excesiva modestia alimentaron la leyenda deportiva. Reacio a contar sus vivencias deportivas, su historia de jugador extraordinario se reconstruye por el relato de quienes lo vieron jugar y lo acompañaron en algún momento de su carrera. Y allí descansará por siempre su nombre y su fútbol.