“Son tantas las películas posibles en la historia de una persona”, dice la realizadora Cecilia del Valle en relación a Canela, que estrena el jueves próximo en la plataforma Puentes de Cine . Seleccionada en la Competencia Oficial Argentina del (cancelado) Bafici, la película de la directora rosarina acompaña desde el retrato la vida de Canela Grandi, mujer trans de 62 años, docente y arquitecta.
Son muchos los lugares, varias las aristas, con los que abordar la vida de Canela. Lo que sobresale es su persona avasallante, de brillo, capaz de encontrar salidas ocurrentes y espontáneas, mientras la cámara acompaña en afecto y cercanía. “Cuando ya me había relajado, cuando ya la premura por terminarla prácticamente no existía, fue cuando empecé a escuchar lo que la película tenía para decirme. Sé que parece una frase hecha, pero de verdad había algo que estaba sucediendo y que no tenía que ver con aquel primer guion que hice para presentar al INCAA. Creo que hay un abismo. Reescrituras, cinco años y pico de construcción, de laboratorio, con la propia impronta que el tiempo dejaba en la vida misma. Por ejemplo, una de sus hijas se fue a vivir a Europa, su madre se muere, ella se jubila, saca el DNI, empieza el proceso de hormonización, pasaron muchísimas cosas. Hoy festejo ese tiempo transcurrido, que hizo que la película tenga ese tono, que a mí me gusta”, explica Cecilia del Valle a Rosario/12.
A los 48 años, Áyax Grandi decidió ser Canela. Con 62 años, se pregunta si operar su cuerpo. La edad, el riesgo concomitante, los consejos de amigas, el diálogo con sus hijos. Mientras, Canela visita las obras que supervisa. Lo hace con su camioneta gigante y naranja. Da clases en la Siberia. Lo dicho, es avasallante. El relato de la película sale a la captura de esos momentos, a veces los procura desde pautas preestablecidas: diálogos, sesión de terapia, las clases. “Hay que generar las circunstancias para que la situación genuina emerja. Hay mucha puesta en escena. Viste que yo la acompaño mucho en su camioneta Apache, que es como su acompañante de peripecias. Fue una película fronteriza. En este sentido, tuvimos dilemas con todo el grupo de Benjamín Ávila, de Puentes de Cine, porque una de las cosas que discutíamos fue de qué hablábamos, si de una película o de un documental. Yo siempre prefiero hablar de películas, y más en este caso, en la que realmente la encuentro muy fronteriza. Esto dista mucho de ser un documental de observación, y estos son códigos que fueron muy hablados con Canela. En un principio la sentía muy críptica, muy cerrada, pero ése es el gran trabajo que hay que hacer como documentalista, que la persona perfilada se vaya revelando de a poco”, continúa.
Del Valle cuenta que hubo que esperar, conversar y decidir: “Un día vi que esto no le iba a interesar a nadie, y lo hablé con ella. Nos sentamos a tomar un vino y hablamos de las películas que nos parecen interesantes y las que no. Ella es muy cinéfila. Le expliqué que lo que más lamentaría era hacer una película que a los primeros veinte minutos dejara de capturarte. La historia de ella, de por sí, es muy potente. Y eso es peligroso también para un guion. Entonces, el desafío era tramar algo con todas esas imágenes que iba capturando. La puesta fue muy charlada para que sea interesante, para que haya una historia. Creo que ella me depositó su confianza”.
El disfrute que significa observar y escuchar a Canela Grandi es consecuente con la mirada que practica la cámara. En este sentido, Del Valle señala que “Canela genera mucha empatía. Llega a la obra en construcción con tacos, con el casco, saluda y hace chistes. A los cinco minutos todos están riéndose. Te olvidás que es transexual, hasta de que es arquitecta. Ella convive muchos años con el mundo de la masculinidad, entonces tiene muchas herramientas que hace que en esos mundos pueda moverse un poco más familiarmente”.
--De hecho, en la película no hay un detenimiento en esta cuestión. Desde el vamos, se asume su identidad sexual.
--Al no ser un problema para la película y no estar planteado en sí como conflicto, empiezan a aparecer otras cuestiones que tienen que ver más con problemáticas universales, ¿no?, hay problemáticas específicas pero después la película toma otro rumbo. Por eso creo que, si bien todavía no la ha visto mucha gente, la vieron personas muy disímiles, y me parece que es una película que acerca. Quizás sea el mayor logro, por lo menos para mí.
Entre los mundos por los cuales Canela se desenvuelve, destaca también una incursión espiritual e imprevista, en una suerte de “agrupación LGTB católica no tradicional, que se alimenta de varios credos, hasta ahí es lo que puedo decir porque yo no conozco tanto. Angie (Álvarez, bombero zapadora) es evangelista y la lleva a Canela a visitar a Laura (Villarga, del Centro de Adoración a Jesucristo). Yo las acompaño. Ojo, yo no quería ridiculizar esto, era una escena muy extraña; lo que me parecía muy interesante era este periplo, esta búsqueda en tanto personaje y persona, mientras yo la acompañaba en un momento de crisis. Hay determinadas situaciones donde las preguntas no pueden ser respondidas por quienes tenés alrededor, y fue interesante, porque Angie le abre las puertas a otros mundos. Ellas se conocieron en el CEMAR, cuando Angie ya hacía mucho que se hormonizaba. Durante la charla del parque que yo registro, ella le cuenta lo de Laura, yo llamé a mi equipo y fuimos.
Uno de las secuencias más luminosas, es cuando Canela se prueba y compra ropa en Morena, el local que atiende Susana Menares, quien “la ayuda a vestirse por primera vez, porque Canela iba a los lugares del centro y no entraba en los probadores. Susana tiene ese lugar pequeño y accesible de barrio, donde la ayuda a vestirse. Son las mujeres las que la cobijaron en el cambio de género y me parecía que era lindo mostrar a quien la había ayudado, en un vestidor donde ella sí entra, porque son sus espacios, sus lugares, así como la universidad y la empresa constructora”.
Del precio de cada entrada virtual para ver Canela en Puentes de Cine , 50 pesos serán destinados a la gestión de fondos para el acompañamiento de personas trans en todo el país, a través de las organizaciones y las redes de la Liga LGBTIQ+ de las Provincias.