“Los adolescentes sois como actores amateurs antes de salir al escenario por primera vez” dispara Merlí Bergeron, el carismático protagonista de la serie catalana que viene muy comentada, primero por su súper exitosa primera temporada en TV3, donde se estrenó, y luego por el interés que despertó en el resto del mundo hispano, a partir de su emisión en Netflix a fines de 2016. Merlí es un profesor del Instituto Àngel Guimerà, colegio secundario donde un grupo pequeño de adolescentes pasa las horas cruciales de su vida. Es obviamente un profesor distinto, un poco salvaje, lúcido, que va contra las reglas. Es además profesor de Filosofía algo que encarna de manera total: en clase pueden conversarse los temas más diversos y siempre serán abordados desde una perspectiva teórica nueva. Esta tendencia a obligarlos a pensar ocurre también afuera del aula: los chicos recurren a él para conversar de sus conflictos, sus dilemas amorosos, familiares, vitales y los enfoques adoptados por Merlí siempre los invitan a pensar por fuera de la norma, en muchos casos directamente a la rebelión.
La serie fue creada por Héctor Lozano, un dramaturgo y director de teatro catalán, que ya había experimentado con el guión en trabajos como la sitcom Jet-Lag (2001) Ventdelpla (2001-2007) y La riera (2008-2012). En charla con Radar, contó sobre el inicio de esa historia: “Hace cinco años tomé un café con un amigo profesor. Hacía tiempo que no nos veíamos. Me explicó que uno de sus alumnos del curso anterior era agorafóbico, y que le visitó durante meses a su casa. Cada día salían a pasear un poco, para readaptarse a la vida real. El chico volvió solo a la escuela al cabo de unos meses. También me contó que con los alumnos de su clase hizo trampas en el concurso literario de la escuela. Entonces yo aquí vi a un protagonista. Tuve claro que quería hacer una serie centrada en un profesor brillante, que supiera conectar con los adolescentes. Había visto películas pero ninguna serie centrada en un profesor y su relación con los alumnos. El tema educativo me interesa muchísimo, sobretodo ahora que tanto se ponen en cuestión los métodos antiguos de enseñanza. La idea era sencilla, y muy reconocible, y apareció Merlí por mi cabeza.”
En ese sentido, Merlí es una suerte de versión aggiornada de la La sociedad de los poetas muertos, con sensibles cambios. En la pantalla además de los rostros adorables de los teens se pueden leer los mensajitos que se mandan entre ellos por Whatsapp –“tío, estoy flipando”– y que muchas veces entran en contradicción con lo que dicen explícitamente. Otra diferencia con La sociedad… es que en vez de Literatura la materia de Merlí es Filosofía, por lo que cada capítulo está contextualizado por un filosofo –Nietzsche, Schopenhauer, Guy Debord– que de algún modo genera el marco teórico en el que rebotarán los asuntos de ese día. A su vez el colegio donde transcurre la serie no es un retirado espacio para los pichones de la elite, sino un instituto público donde resuenan los conflictos sociales tanto subjetivos como familiares: los hijos que sostienen como pueden sus estudios cuando sus padres están en el paro, los chicos que sufren alguna clase de bullying, los hijos de madres solteras que apenas pueden con todo, el chico gay que no se atreve a salir del closet por miedo de los machotes del curso, el chico gay que no se hace ni medio problema y se las manda a guardar, etc. etc. El presente se cuela por la puerta del aula y es integrado por el profesor. Héctor Lozano acepta la referencia robinwilliamesca, aunque apunta a otro clásico: “El club de los cinco para mi es genial, porque presenta a unos adolescentes tratados como adultos. Ya estaba harto de ver películas en las que los adolescentes solo tienen en la cabeza el sexo y salir de fiesta. También tienen miedos, deseos, ansiedades, inseguridades, crisis, contradicciones, etc. No quería quedarme en la superficie.”
Pero además del tratamiento no ingenuo de los adolescentes, está el personaje de Merlí, magníficamente interpretado por Francesc Orella. Amado y odiado, acusado de machista, de irreal, es acaso la razón por la que la serie tenga esa cuota de interés por fuera de la franja teen. La complejidad emocional de este protagonista abre la historia en múltiples direcciones: puede enamorarse de una veinteañera profesora de inglés del “insti” o de una cuarentañera mamá de un alumno y ambas relaciones están contadas con mucha gracia y sensibilidad para esas psicologías. Merlí es prepotente, tiene poco tacto, no logra conectar con su propio hijo adolescente, le dice en la cara a un padre que es tiránico, al jefe de profesores que es un mediocre, a la madre del chico agorafóbico que está ayudando que está muy buena. Este profesor no tiene amigos y pasa las tardes post-insti tomando copitas de vino con su madre –otro gran personaje– una actriz veterana y de lengua afilada a la que todos llaman “la calduc”.
Como buen dramaturgo, Lozano dice: “El misántropo de Molière también fue un molde de personaje. Mucha gente me dice que Merli se parece a House pero en profesor... yo les digo que antes que él hubo muchos otros personajes en la literatura clásica. Es decir, los guionistas de Dr. House también tienen sus referentes. Está todo inventado, ¡hace 2500 años que se escriben historias, no se puede ser original!” Y respecto a las cualidades más revulsivas de su creación afirma: “No es un personaje machista, es seductor aunque no es especialmente guapo, pero hay algo en él que puede gustar a los personajes femeninos. ¿Por qué no puede disfrutar del sexo? También hay algunas voces que dicen que la serie es machista porque no hay filósofas. Mi respuesta es que la historia de la filosofía está más llena de hombres que de mujeres. Yo nunca empiezo un capítulo por el filósofo, es al revés: escribo el capítulo y luego escojo el filósofo que mejor hable del tema del capítulo... a veces es difícil escoger. Pero en la segunda temporada aparecen dos filósofas: Judith Butler y Hiparquía de Maronea.”
Será que hay que esperar a esta segunda temporada, que ya se emitió en TV3 en 2016 pero que aun no está confirmada su continuidad en Netflix. Aunque la saga Merlí tiene una larga vida por delante: en septiembre comienza su tercera temporada en Cataluña, de la que aun no se sabe nada. Queda abierta la duda y el juego de resonancias sobre qué pasará con todo el entrañable abanico de teenagers atormentados y divertidos,y de docentes colapsados y voluntariosos, con ganas de poner en cuestión la educación pública hoy.