La pandemia de coronavirus hizo estallar por los aires el orden de cosas, en la vida cotidiana de las personas, en nuestra vida en sociedad y también globalmente. En medio de tanta incertidumbre, una cosa es segura: ya nada será como antes. Habrán cambiando acaso el trabajo y las relaciones laborales, la educación y la pedagogía, el comercio, las relaciones internacionales, los conflictos entre países. Caras y Caretas dedica su próximo número, que estará mañana en los kioscos opcional con Pagina/12, a reflexionar sobre los posibles escenarios de la era pos-pandemia.
En su editorial, María Seoane recuerda la historia de la gripe española, la otra gran pandemia del siglo XX: “La primera noticia que se tiene de ella fue su aparición en un campamento del ejército en Kansas, EE.UU., a principios de marzo de 1918. Un mes más tarde, el virus apareció en Francia en los campos de batalla, como consecuencia de la incorporación de los EE.UU. al conflicto. Fueron muchas las denominaciones que recibió la gripe. Como España era neutral, parte de la conspiración bélica para no desmoronar la moral de los soldados fue achacarle el origen de la pandemia. Los españoles replicaron con una humorada: la llamaron Soldado de Nápoles, por una canción popular de opereta que era tan pegadiza como la gripe”.
En tanto, Felipe Pigna trae una anécdota que puede resultar congruente con los últimos cuatro años de la Argentina: “En 1956, durante la dictadura cívico-militar de Aramburu y Rojas, se produjo un brote de poliomielitis o parálisis infantil. La ‘Libertadora’ había eliminado el potente Ministerio de Salud creado por el gran sanitarista Ramón Carrillo en tiempos de Juan D. Perón y, coherente con esta indolencia, ignoró la pandemia y presionó inicialmente a los medios afines para que no difundieran los casos, que rápidamente llegaron a 6.500”. Por suerte, el área de Salud recuperó su jerarquía ministerial.
Desde la nota de tapa, Telma Luzzani invita a una descarnada reflexión sobre los motivos que llevaron a la humanidad a atravesar esta situación y evalúa posibles escenarios a posteriori: “¿Qué nos viene a decir esta partícula capaz de detener el mundo, de encerrar a la mitad de la humanidad en sus casas y obligarla a una gimnasia de introspección forzada? ¿Será cierto que va a terminar de sepultar un ciclo civilizatorio que estaba ya agotado? ¿O, más modestamente, acabará con el neoliberalismo, la fase más criminal del capitalismo? ¿Será que el virus viene a pararles la mano a los que manejan el mundo con codicia desenfrenada? ¿Y estos, los poderosos, cómo van a reaccionar? Por el momento, el coronavirus ha logrado, en apenas cuatro meses, cambios fenomenales en la economía, la política, las relaciones humanas y, sobre todo, en las costumbres de la vida cotidiana: en la forma de trabajar, de comunicarnos, de enseñar y aprender”.
Diego Armus reconstruye la historia de las pestes que azotaron a la Argentina en el siglo XX y explica: “Una epidemia es un fenómeno biológico, social, cultural, económico, medioambiental y político”. Karina Ramacciotti hace un elogio de la salud pública, Claudio Mardones llama la atención acerca de la importancia del rol del Estado en la gestión de la pandemia y Martín Kalos escribe sobre la necesidad de una redistribución justa en pos de los sectores más vulnerables frente a la pandemia.
Desde la perspectiva laboral, Pepe Robles apunta a la importancia de que los Estados preserven los puestos de trabajo y garanticen los ingresos. En educación, Elisa Pérez plantea los desafíos de la virtualidad. María Pia López reflexiona sobre el impacto del encierro en la sociedad. Y Eduardo Rinesi observa que en los análisis sobre la gestión de la pandemia suele pasarse por alto la dimensión política del asunto.
Ricardo Ragendorfer ofrece la crónica negra de un crimen en la Buenos Aires de la fiebre amarilla. Y Ana Jusid comparte un recuerdo de su confinamiento en la Embajada argentina en Chile, en 1973. El número se completa con entrevistas con el infectólogo Omar Sued (Virginia Poblet), y con los psicoanalistas Alexandra Kohan (por Sebastián Feijoo) y Jorge Alemán (por Cecilia Fumagalli). Un número imprescindible, con las ilustraciones y los diseños artesanales que caracterizan a Caras y Caretas desde su fundación a fines del siglo XIX hasta la modernidad del siglo XXI.