Legiones de escalinatas y puentes ultralivianos. Vecindarios cósmicos y planetas irisados. Oscar Agustín Alejandro Schulz Solari (Xul Solar, San Fernando, 1887) se dio el gusto de inventar el vocabulario plástico capaz de describir –y construir y transcribir– todos aquellos parajes y climas que su espíritu precisaba ponderar. Y si hablar de espíritu resulta anacrónico, la obra de Xul Solar vuelve, tan luminosa como oscura, para recordarnos que los anacronismos son el placer de los dioses. El Museo Nacional de Bellas Artes, con curaduría de Cecilia Rabossi y la colaboración de la Fundación Pan Klub-Museo Xul Solar, ofrece una muestra que reúne un holgado conjunto de obras, entre acuarelas, témperas, dibujos, objetos, manuscritos y documentos personales, organizada en seis núcleos temáticos –“Arte y literatura: Xul y sus amigos”, “Músico visual”, “El mundo de las lenguas”, “Espacios habitables”, “Lo místico, lo esotérico y lo oculto” y “Grafías plastiútiles. Una escritura plástica”– que intentan dar cuenta del personaje Xul en su calidad de pintor, astrólogo, músico, visionario, místico y “escribidor”. La buena noticia: una versión de Xul Solar. Panactivista será exportada por el MNBA al Museo de Arte Carrillo Gil de la Ciudad de México. Como corresponde a un ciudadano del universo.
COTIDIANA REVOLUCIÓN
“Xul sabía que la realidad puede modificarse continuamente, y creía que su misión consistía en esa revolución cotidiana.”, decía Jorge Luis Borges de su amigo. Lo que salta a la vista es que la revolución de Xul Solar tiene poco que ver con las típicas imágenes revolucionarias. Por empezar, es cándida. Y mística. Al igual que el resto, su motor es la utopía. Se trata de la utopía de la fraternidad planetaria e, incluso, interplanetaria. Una utopía hermanada con la de Torres García y su universalismo constructivo. En pos de esa universalidad Xul Solar desarrollará un “sistema coordinado” que hará énfasis en la necesidad de reinventar y alterar los elementos del lenguaje, sea musical, plástico o el lenguaje escrito. Así, modificará la escritura musical reduciendo los signos. Transcribirá obras de Chopin, Wagner y blues y deberá repensar el instrumento para hacerlo adecuado a la nueva música universal. Inventa entonces su piano, reduciendo el tamaño del teclado, volviendo las teclas uniformes y redondeadas para deslizar los dedos más cómodamente y les hace marcas para que puedan ser reconocidas por el tacto, convencido de que con esas modificaciones podrá “estudiarse el piano en la tercera parte del tiempo” pues “ya no hay tonalidades más difíciles o más fáciles que otras”. No es extraño que Xul Solar haya elegido el juego de ajedrez para enunciar una versión de su sistema. El tablero de ajedrez es, como todo tablero, un universo cerrado en sí mismo, reglado. Su cuadrícula contiene en latencia infinidad de movimientos que a medida avanza el juego va dibujando una red de estrategias móviles. Además, el ajedrez brinda un repertorio de personajes con diferentes funciones y jerarquías. Con su panajedrez Xul Solar establecerá una coincidencia entre la fonética del idioma inventado, las notas, acordes y timbres de la música (inventada) con los elementos lineales básicos de una plástica abstracta que son también escritura. Xul Solar se aboca a varios proyectos de reforma cuya meta final es la creación de una “cultura única, tomando siempre por base la Astrología.” La cultura unificada empezaría en América Latina para luego proyectarse al mundo entero. La lengua universal será el neocriollo. Mezcla de español y portugués con incorporaciones del francés, inglés, alemán, griego, latín y sánscrito, esta panlengua es monosilábica, no posee gramática y tiene base numérica astrológica con la que se realizan todas las combinaciones requeridas. El neocriollo tendría una doble existencia: como lengua auxiliar que permitiría la comunicación simple entre todos los seres humanos, y como lengua sagrada esotérica accesible solo a iniciados.
Para su manifiesto cósmico, Xul Solar esquivará elegantemente el gesto monumental; preferirá el formato pequeño, pequeñísimo a veces, y barato. La escala reducida le permite indagar con mayor velocidad las posibilidades de un mundo complejo que, amén de la diversidad estilística, se presenta como una singularidad autosuficiente, íntimamente ligada por un sustrato común. Como quien envía postales desde otro planeta, Xul Solar multiplicó los rincones y panorámicas de su universo en un despliegue profuso de papeles, cartones y hojas variopintas. El medio preferido es la acuarela: la luz está dada desde el vamos por el soporte, y el color es vehículo acuoso que precisa de una sensibilidad contenida para dar la sombra justa, para enrarecer la luz y convocar iridiscencias. La línea es finísima, tinta oscura, contornos de fragilidad decidida, como aquellos de los que gustaba Paul Klee. Cuando sus personajes se trasladan al espacio (máscaras-títeres para su teatro religioso; el títere La Muerte y los personajes astrológicos como Escorpio, Tauro y Sagitario, entre otros) el alambre conserva la línea en su función esquelética, pero aquí el nervio es distinto, más intricado, como si a la mano del artista le costara lidiar con la resistencia del material y se detuviera a tiempo, para mostrarnos que la condición física no debe domesticarse con estiramientos artificiales. Para mostrarnos el alma de la materia.
ALMA Y JERARQUÍA
En La tradición oculta del alma, el ensayista británico Patrick Harpur distingue el alma del espíritu: mientras el espíritu persigue la unidad, el progreso, la línea recta (por ser la más directa) y ascendente y le corresponden las metáforas de luz y elevación, moviéndose siempre en el sentido de la consecución de un proyecto (que bien puede ser aventurero, pero cuenta con mapa y brújula), el alma reina en la multiplicidad, se expresa en metáforas de descenso, profundidad y oscuridad. Prefiere los senderos indirectos, serpenteantes, “la espiral de la imaginación”. Si tomamos prestada esta distinción para abordar la obra de Xul Solar, podemos inferir que el artista ha logrado obedecer a ambos amos con una flexibilidad encomiable. Dentro de su gran proyecto universal el alma logra cintura para comandar sus elementos constitutivos: las imágenes, el relato, la ficción y el mito. Y si el espíritu aparece para postular algo “más elevado” detrás de la imagen, los daimones vienen a desarreglar el orden apolíneo de la investidura. Las jerarquías, según Harpur, corresponden al espíritu, que es monoteísta y puritano. Si la utopía es el reino del espíritu, el alma, por naturaleza politeísta, viene a interferir, a hacer trastabillar. “Alma y espíritu sólo pueden ser entendidos en mutua relación”, dice Harpur. Y así parece haberlo comprendido Xul Solar cuando convirtió en viñetas sus visiones y dio rienda suelta a sus místicos equilibristas, sus demonios con sentido del humor, la vegetación extraterrenal hecha de vocablos, los bichos en mutación y los músicos poseídos por melodías embriagadoras. Así también aparecen sus hombrecitos transitando caminos que multiplican sus encrucijadas, serpentean y se enroscan y en ocasiones son abducidos por un cúmulo de formas geométricas que fuga hacia un horizonte constantemente interrumpido o extinto. Un abismo laberíntico narrado con sus luces y sombras y en toda la intensidad de las medias tintas. El caos en Xul Solar, a diferencia de Yuyo Noé por ejemplo, es un caos liviano, que atempera la gestualidad, se aparta del ánimo colérico, para abocarse amorosamente a la descripción de los seres. Para retener la visión hace falta ser leve, respetuoso. Concentrado. Tal vez por eso el formato pequeño le sienta tan bien. En el plano astral cualquier estridencia puede pulverizar en un segundo la consistencia etérea de la revelación.
Cuando Xul Solar introduce podios y coloca allí sus personajes, a veces identificables como históricos, señala una jerarquía que inmediatamente pone en jaque al multiplicar los podios y ponerlos a flotar. Las jerarquías celestiales en la historia del arte han sido cuidadosamente estructuradas. Cielo, infierno y purgatorio se distribuyen en un esquema compositivo simbólico rígidamente pautado. En el Antiguo Egipto en cambio el espacio se desarrolla en el sentido narrativo de la escritura. Xul parece tomar ambas nociones, soltar las amarras de sus elementos para exonerarlos de la ley de gravedad, tanto la física como la dogmática. Los elementos tienen el poder de la metamorfosis que corresponde a la búsqueda de sentido, los símbolos religiosos se convierten en herramientas corpóreas, los signos de puntuación se ensanchan hasta ser atributos de personajes y paisajes. Espirales, números, cadenas y flechas reclaman un espacio propio. Las aureolas cambian como el tiempo: azules, marrones, rojas, amarillas.
El sistema Xul Solar es ambicioso y predicativo, todo lo quiere convertir a su fe. Por su tamiz pasa escritura, lengua, instrumentos musicales, religión, tarot, astrología, arquitectura. Un universalismo deseoso de la simplificación; así las cosas serían “más fáciles de aprender, más accesibles a todos”. Un sistema que para conservar su encanto, como toda utopía, debe evitar realizarse. La practicidad va a guiar todos sus inventos que, paradójicamente, no resultan al espectador tan accesibles, por el contrario, reclaman ser descifrados, suponen un rito de iniciación.
ARQUITECTURA DE LA FE
En mayo de 1924 Xul Solar conoce en París al polémico ocultista Aleister Crowley. Él será quien lo inicie en el método para lograr sus visiones a partir de los hexagramas del I Ching. Bajo su influencia Xul Solar registra sus visiones en un diario y desarrolla su libro de símbolos, el San Signos o Libro del Cielo, donde reúne sesenta y cuatro visiones que tienen como punto de partida los sesenta y cuatro hexagramas del I Ching o Libro de las mutaciones y constituyen el mapa de los mundos revelados. El portal de ingreso a cada visión es un hexagrama del I Ching; la meditación alcanza el estado de trance y el cuerpo físico es trascendido para elevarse al plano astral. Allí se pasea por un espacio poblado de dioses, ángeles, demonios, genios, maestros y discípulos, el mundo donde habitan las almas al que Xul Solar denomina “Bría”. El voluminoso catálogo que acompaña la exposición incluye un capítulo jugoso de Patricia Artundo sobre la relación entre Xul Solar y la doctrina de Aleister Crowley. Allí se explica la génesis y sistematización de las visiones bajo la guía del ocultista, un proceso de “autohipnosis por medio de un símbolo”, como lo define Francis King refiriéndose a las prácticas de la orden The Golden Dawn.
El catálogo también cuenta con la transcripción de una conferencia de Jorge Luis Borges sobre su amigo y una selección de escritos del artista que devuelven el alma al cuerpo. Grata decisión la reproducción al inicio de uno de los cuadernos de dibujos de Xul. Una de las joyitas de la exposición es la presencia de uno de los archivos del artista, la carpeta Nro. 6, “Templos y Palacios”, hecha con recortes de diarios y revistas que nos pasean por los intereses arquitectónicos de Xul, desde la catedral de Zamora y un templo hindú en Madagascar hasta el Club de Regatas de Concordia sobre el río Uruguay y el Museo de Ciencias Naturales de la Patagonia. Desde sus templos de 1918 hasta su diseño de fachadas para casas en el Delta de mediados de los años ‘50 la arquitectura imaginada por Xul parece transformarse orgánicamente, al ritmo de su derrotero espiritual. Si los últimos nos hacen pensar en juegos mecánicos livianos, estructura de barrilete multicolor, los primeros diseños de templos son grotescos –en el sentido de gruta–: oscuros, inescrutables, con aspecto general de montaña.
El espíritu de Xul Solar, como dirían los espiritistas, con quienes probablemente entraría en amable desacuerdo sobre alguna que otra cuestión pero no dudaría en absorber lo conveniente, desencarnó el 9 de abril de 1963. Dejó una obra reacia a entrar en la historia como cosa muerta, masticada y digerida. Aunque bienintencionados, los núcleos propuestos en la curaduría se pueden sacudir como pelusa en el traje. La obra de Xul Solar tal vez necesite una especie de mago-curador. Un sacerdote universal o un invocador de espíritus. Por qué no, un astrónomo artista que conciba el diagrama del “sistema planetario Xul”. Aún así, la curaduría tiene la gentileza de dejarnos viva la voz del artista: “Al final me lanzo a un espacio pardo claro. Me incomoda algo como un ataúd como de cuero o algo parecido a terracota, como si fuera mi sombra o mi traje. Al final haciendo un esfuerzo me deshago de él, lo dejo atrás y subiendo entro a una región rojiza, nocturna.”
Xul Solar. Panactivista se puede visitar del 7 de marzo al 18 de junio en el Museo Nacional de Bellas Artes, Av.del Libertador 1473.