Dia 51 de la cuarentena.
Comparto algunas preguntas, algunas reflexiones, centradas en aquellos sujetos que menos poder tienen en nuestras sociedades para hacerse valer, para poner en valor lo que sienten, lo que les pasa: me refiero a los niños.
¿Podrán salir los niños a pasear un rato en Rosario, como en Buenos Aires, como en muchos otros lugares del país? Después de 14 días sin contagio ¿no será hora de abrir esa válvula de escape?
Cada vez recibo más consultas por niños ganados por la apatía, por la ansiedad, niños deprimidos, o que están como ausentes, que sufren, que se resisten a hacer las tareas, que se meten para adentro, muchas veces con el pretexto de conectarse a algún aparato electrónico. Sobre todo los de 7, 8 años para arriba, porque para los más pequeñitos, el mundo (su mundo psíquico, su mundo imaginario) está centrado todavía en sus padres. Ese estado de angustia de los pibes, que las más de las veces no encuentra palabras que lo exprese y hace síntoma, aflije a muchos padres, los llena de impotencia y culpa, sobre todo cuando el encierro total de los pibes lleva casi dos meses, un tiempo que en la niñez es enorme... larguísimo... como para un adulto sería hablar de un año, o más.
El tema me preocupa y hace rato vengo pensando que se está cometiendo un abuso con los niños, que para que los números de la pandemia den bien, simplemente a los niños se los priva de la más mínima libertad (el adulto mal que mal siempre encuentra un atajo, una línea de fuga para descomprimir, un trámite, un mandado)
Transcurridos 51 días de encierro y a dos meses de la clausura de escuelas, clubes, talleres... ámbitos vitales de juego, de amistad y esparcimiento infantil (o sea: de crecimiento personal, ¡mucho más allá del aprendizaje de contenidos escolares!) y con el estado de situación epidemiológica en la ciudad y en la provincia, creo que si no se habilitan salidas recreativas para ellos y ellas, no estamos cuidando a los niños, sino que nos estamos cuidando de ellos... a costa de su salud psíquica. Las consecuencias serán visibles cuando sea demasiado tarde.
Y no está bien disfrazar el tema con la falsa solución de "acompañar al adulto a realizar una compra o un trámite", rebusque que además de incitar al engaño, a la trampa, a la transgresión, peca de no considerar al niño como un sujeto per se, como un sujeto de derecho.
No crean que desconozco la magnitud de la tragedia que vivimos y que se ha instalado en el centro de nuestras vidas, amenazándonos de enfermedad y muerte, sin que un horizonte más o menos próximo nos brinde algún aliento. Es más, valoro en términos generales cómo se ha conducido hasta ahora el control de la pandemia en nuestro país, en la provincia y en Rosario. Estas palabras sólo buscan poner un alerta, enfocar una cuestión que creo que estamos en condiciones hoy de morigerar un poquito: el sufrimiento de los chicos, privados en gran medida de su libertad.
Por supuesto, mi pensamiento ahonda en un plano que excede el "funcionamiento", la "eficiencia", el "rendimiento"... en fin, los parámetros del estructural-funcionalismo tan caros al capitalismo salvaje. Necesitamos prioritariamente esquivar el virus, combatirlo quedándonos encerrados, quietos; necesitamos luego ( o también) recomponer nuestra ya bastante dañada economía. todo eso es cierto.
Entiendo las prioridades, pero para reinventarnos en un mundo que hoy nos muestra una de sus caras más hostiles, necesitamos no sólo cuidar nuestros órganos, nuestra base biológica, nuestras bases "materiales", sino también nuestras energías psíquicas, nuestra libido.
Los niños también lo necesitan. ¿Habrá un lugarcito para que puedan oxigenarse un poco? ¡Ojalá!
*Psicoanalista