“Desesperado como famoso en cuarentena” es una frase que me gustaría bordar en un almohadón, apoyar mi cabeza y dormir hasta que esta pesadilla termine. En estos días quedó en claro que los artistas necesitamos que nos miren. Cerraron los teatros, los programas de tele se convirtieron en noticieros, empezaron las restricciones, no más risas en las esquinas, tomamos distancia, dejamos de abrazarnos, nos quedamos en casa y nos pusieron un tapaboca. Y al mismo tiempo se apagaron las luces de las marquesinas, Disney cerró sus puertas. Fue como que se corriera un telón imaginario delante de nuestras narices. ¿Se terminó la magia? Viene a mi mente el famoso grito de Maria Valenzuela: ¨Somos actores y queremos actuar. Corrían días oscuros para la ficción nacional, pero esto es mucho peor. ¿Qué somos los artistas si no podemos actuar? ¿A quién le mostramos lo que hacemos si no tenemos lugar ni espectadores? Tardamos dos minutos en encontrar la solución. ¡La solución estaba delante de nuestros ojos y a un toque de distancia! ¡Las redes sociales! Un territorio listo para ser explorado, la tierra prometida de los actores y todo aquel que se quiera expresar. La luz al final del túnel, nuestro contacto con EL SUPREMO, su majestad, ¡el público! Ávido de entretenimiento y dispuesto a disfrutar de las diversas ofertas de los artistas. ¿Qué les parece una visita guiada a nuestros nuevos escenarios? A peinarse que salimos.
TWITTER. Les recomiendo ponerse cascos porque en esta red social está llena de odiadores compulsivos, gente que odia fuerte. Es el paredón donde todos tiran piedras, el lugar donde ser malo está bien. Ideal para descargar los días oscuros o cuando te peleaste con tu suegra o tu pareja te tiene harta. En twitter vale todo y es gratis. El que pega, cobra. Sigamos que hay lugares más tranquilos. Tal vez, demasiado…
FACEBOOK. Shhh… un minuto de silencio para este mausoleo. Cuando tu abuela te pida amistad en Facebook, sacate las pantuflas y salí corriendo sin mirar atrás. Es la sociedad de fomento del barrio, pero tiene su encanto. Un bostezo y seguimos.
Ahora sí, el plato fuerte, un pariente rico, la frutilla del postre. Gordi, te presento a INSTAGRAM. Un escenario, codiciado, hermoso, muy cheto, donde nada es lo que parece. Gente cool y divine sonriendo con dientes más blancos que las nalgas de Viviana Canosa. Fotos perfectas con más filtros que el instagram de Charlotte Caniggia. El paraíso de los mentirosos. Influencers de cartón pintado, no todos, ojo, pero... No tenés que sacar entrada, ni estacionar el auto o pelarte de frio para sacar una entrada. Guardá la tarjeta de crédito, dale respiro porque desde el sofá de tu casa podés ver a Lali Esposito, Pampita, Nicole, Araceli, Jessica Cirio, Leonardo Sbaraglia y Donato haciendo una receta, todo eso junto por cero pesos. ¿Viste esos músicos que siempre admiraste con pasión? Ahí están, a dos metros de tu corazón y haciendo carne al horno con papas en la cocina de su casa.
“Fulano está transmitiendo en vivo”, te aparece en la barrita de arriba. Es un catálogo de venta directa. Cada participante ofrece sus méritos desde adentro de su casita. Cantar, bailar, hablar de la mascota, mostrar el barbijo más cool, decir que todo pasará. Hola, aquí estamos, somos artistas, queremos que nos vean. ¿Importa el feedback? SÍ, obvio. ¡Dame un like por el amor de Dior! Y hay más. Miren acá el nuevo rating, un panel que se despliega a la izquierda de la pantalla donde el espectador puede interrumpir sin parar al artista las veces que quiera y de la forma que quiera: corazones, firuletes y emojis de lo que se te ocurra. Y el artista sonríe y mide ese segundo a segundo con una angustia existencial que disimula lo mejor que puede. Un espectáculo unipersonal, interactivo, con intervenciones permanentes del público. ¿En qué circunstancia soportaríamos esto los artistas? En ninguna, jamás. Porque para eso hemos disciplinado al espectador hasta la tiranía. No solo no los dejamos interactuar --a menos que lo necesitemos-- sino que tampoco los dejamos usar sus celulares ni toser. ¿Será esta la venganza del espectador? Listo, perdimos un poco la compostura, amiguites y colegues, porque esos desgraciados --con amor lo digo-- nos manipulan tirados en el sofá de su casa y encima hay que divertirlos gratis.
Es demencial, ¡pero necesitamos hacerlo! O nos morimos un poco. Vamos al último, chan. No sé qué prefiero: el odio de Twitter o la crueldad de… TIK TOK. Un lugar hermoso, lo digo con una sonrisa tensa y la boca se me agranda hasta las orejas, me salen dientes gigantes. TIK TOK es como el programa de Galen, pero sin el canario, el todo por dos pesos de los chinos de fines de los noventa. Vendría a ser el purgatorio de los artistas. Pocos microsegundos para que el espectador largue una carcajada y te clave el like o se te aburra y se olvide de tu performance porque hay miles haciendo cosas casi todas iguales. Un concurso gigante para ver quién es el más gracioso. ¿Y el premio? Ser famoso: El origen del mal.
Pero es lo que hay y lo vamos a explotar hasta que podamos sacarnos los
barbijos.
Porque pasan los años, pasan los gobiernos, los radicales, los peronistas, pasa
la pandemia, el 19, pero siempre quedan… ¡los artistas!