Desde París
Del susto del confinamiento al miedo a la libertad de circulación, Francia entabla este lunes 11 de mayo la fase más incierta de la crisis provocada por la pandemia del coronavirus. Gran parte del país recobra la autonomía de sus desplazamientos a través de un programa elaborado por el gobierno del primer ministro Edouard Philippe con el cual se intentará, poco a poco, superar el trauma de la covid-19.
El período es denso. Hay fuerzas políticas de derecha y extrema derecha esperando con cuchillos a la vuelta de la esquina, una sociedad tensa y, a veces, rencorosa, unas cuantas polémicas y una apuesta final que no garantiza del todo el término del período difícil. El desconfinamiento es un ensayo. Fue decretado oficialmente el pasado 17 de marzo y levantado en una fecha que marca también la constancia de la curva descendente de muertes, personas hospitalizadas y en estado grave. Pero el espectro destructor sigue vivo: murieron 26.380 personas (70 en las últimas 24 horas, la cifra más baja hasta hoy), hay 22.569 personas hospitalizadas y 2.776 pacientes en reanimación. La cantidad de muertos es casi 10 veces inferior a la contabilizada hace un mes.
La segunda batalla se ganará como la inicial: el confinamiento colectivo primero, la prudencia colectiva ahora para no exponerse a un virus siempre activo. Durante la semana se propagaron dos nuevos focos del coronavirus: uno golpeó en un colegio de Chauvigny donde los profesores preparaban el retorno a las clases, el otro durante un entierro en Eglise-Neuve-de-Vergt.
El plande desconfinamiento consta de varios imperativos que van desde lo geográfico hasta la forma en que se debe circular. No todas las regiones de Francia gozan de las mismas prerrogativas ni libertades. Cuatro de ellas, Ile-de Francia (donde está París), les Hauts-de-France, Bourgogne-Franche-Comté y el Grand-Est permanecen por ahora marcadas como « zonas rojas » en el mapa de riesgos geográficos elaborado por el Ejecutivo.
El panorama es particularmente tenso en la región Isla de Francia, que incluye París. Para evitar la saturación de los transportes públicos a las horas pico (6 h 30-9 hs 30 y 16-19 hs, será necesario un certificado de la empresa que ateste del "motivo imperioso" del desplazamiento. En todos los casos y las regiones, las máscaras serán obligatorias en los transportes públicos para los mayores de 11 años.
Hacia afuera las medidas tomadas al inicio de la expansión de la pandemia estarán vigentes: las fronteras con los países europeos permanecerán cerradas hasta el 15 de junio mientras que las fronteras dentro del espacio Schengen (libre circulación de mercaderías y personas) seguirán con candado "hasta nueva orden", según precisó el ministro francés de Interior, Christophe Castaner. Las escuelas y los bachilleratos inician igualmente sus actividades entre esta semana y la próxima en las regiones calificadas como "verdes" en el mapa Covid-19.
El gobierno también terminó la negociación con el Senado con vistas a la prolongación, de aquí hasta próximo 10 de julio, del estado de urgencia sanitaria. Este es uno de los perfiles más conflictivos del desconfinamiento. El estado de urgencia sanitaria no suspende las garantías constitucionales pero su contenido hiela la sangre: se extienden las prerrogativas de la policía a agentes privados, se fichan literalmente a los enfermos y a sus allegados, se impone una cuarentena obligatoria en muchos casos y no se ha anulado la sanción penal por infligir las reglas del confinamiento decidida hace casi dos meses. El pasado 4 de mayo, el premier Edouard Philippe dijo: “no vivimos en un régimen policial”. Sin embargo, la estrategia de estrechamiento de la pandemia se parece en mucho a un régimen como ese.
Para el presidente Emmanuel Macron la hora es sombría. La concordia de las primeras semanas está atrás. Los sondeos son adversos, el país está hoy crispado y desconfía de todo lo que emprende el poder. Aunque entendió el cómo y el porqué de las estrictas disposiciones adoptadas, el hartazgo nubla el juicio: Frédéric Dabi, responsable del departamento Opinión de la encuestadora IFOP, señaló al vespertino Le Monde que “el riesgo está en que la opinión se rompa, en que la población juzgue que las reglas de seguridad impuestas por el Estado son demasiado severas y no las respete”.
La cuesta vale por cuatro montañas para el presidente y su primer ministro: conquistar el respaldo de los franceses, garantizar más libertad, reactivar la vida económica y social y seguir dando batalla contra le pandemia. Este lunes comienza entonces una prueba reducida de lo que fue el pasado con el propósito de ver si se puede caminar hacia el futuro.