El flamante presidente del Banco del Sur, el economista uruguayo Pedro Bonomo, dijo a Cash que con la designación del directorio en el pasado diciembre se puso en marcha la institución. Indicó que se buscará recuperar recursos latinoamericanos que normalmente se canalizan al exterior afectando el desarrollo local. Además, lamentó que Argentina, pese a ser miembro pleno, no ha participado de las últimas reuniones. En septiembre de 2016, en una nota en este mismo suplemento, se comentó que el Banco del Sur naufragaba y había quedado en el tintero del progresismo de la región, del cual algunos gobiernos habían terminado su mandato desalojados por los votos o por la fuerza pero con idéntico motivo reaccionario.
Sin embargo, tres meses después, cuatro países –Bolivia, Ecuador, Uruguay y Venezuela– pudieron al fin constituir en la capital ecuatoriana el directorio de este nuevo organismo que apunta al desarrollo y a la integración regional con una mirada más autónoma y de uso endógeno de los recursos que los países de la región no dejan de producir en forma constante dadas las riquezas que contienen. Esas riquezas, en la mayor parte de la historia latinoamericana, más bien se han canalizado hacia el exterior y postergado una y otra vez la ilusión de un espacio con mejor calidad de vida para sus pueblos.
En la entrevista, que Cash compartió con el programa radial Voces del Mundo, Bonomo, economista graduado en la Universidad de la República y con posgrado en la de Harvard, ex secretario de Economía y Finanzas y ex director de la Corporación de Desarrollo durante el gobierno de José Mujica (quien ahora, al igual que el ecuatoriano Rafael Correa, será “embajador” del Banco), se refirió a la etapa que se abre.
A fines de 2016 la institución parecía paralizada, pese a la expectativa que había generado en tiempos de Néstor Kirchner, Hugo Chávez o Lula da Silva, aunque Brasil no colaboró demasiado. ¿Qué es lo que ha cambiado?
–Dimos un gran paso al constituir el directorio en diciembre. Pero estamos en una etapa pre operativa. Desde septiembre ya hicimos tres reuniones y somos cinco países miembros plenos: Argentina, Bolivia, Ecuador, Uruguay y Venezuela. Lamentablemente Argentina no ha participado de esas reuniones donde quedó conformado el directorio.
¿Por qué durante los gobiernos anteriores no pudo formarse el banco? ¿Hasta dónde pesaron las trabas que parecía imponer Brasil o las desavenencias con Venezuela, que insistía en tener tanto la sede del Banco con su capital constituido allí como también al presidente de la entidad?
–En 2007, siete países sudamericanos, Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Paraguay, Uruguay y Venezuela, firmaron el acta constitutiva. Era un momento distinto al actual, con otra correlación de fuerzas, y donde estaba claro que debíamos ir hacia un desarrollo regional endógeno. Ese documento constitutivo debía validarse en cada parlamento. De esos siete países, cinco lo hicieron, menos Paraguay y Brasil, aunque debe reconocerse que este último sí dio media sanción. Y pese a las diferencias, en nueve años el proceso avanzó. Ahora, al fin, en Quito, pudimos formar el directorio para empezar a operar, en un proceso lento y prudente.
El Congreso argentino aprobó, pero el actual gobierno no ha ido a las reuniones del directorio.
–Así es. Argentina es uno de los cinco socios plenos. Pero al no haber asistido desde septiembre a esos plenarios, no tiene un rol específico. Es decir, Argentina aprobó el Banco del Sur, formalmente integra el consejo directivo, pero como desde el 30 de septiembre y en las siguientes reuniones no fue a Quito, no tiene cargos, aunque formalmente está. Brasil y Paraguay podrán integrarse una vez que sus parlamentos den el visto bueno. Como quiera que sea, el nacimiento del primer directorio en diciembre ha sido un hecho significativo.
¿Cuáles son los desafíos del Banco?
–Son muy grandes. Principalmente su objetivo es financiar el desarrollo regional con características diferentes, con una nueva estructura financiera que piense de manera endógena nuestro desarrollo y nuestra integración, pensando en nuestros recursos, en nuestra área geográfica, de modo distinto y superador al del sistema global, donde ya estamos insertos hace años. Pensamos en canalizar nuestros propios recursos hacia adentro. Es un desafío importante. Para cuantificar, observemos estas cifras del Banco de Basilea: los recursos de Latinoamérica colocados fuera del subcontinente (mayormente de Sudamérica) suman más de 1 billón de dólares, y cerca del 70 por ciento de ese monto está en Estados Unidos, y la mayoría son nuestras propias reservas. La lógica financiera global actual da como resultado esas cosas: que nuestros propios recursos, al estar afuera de nuestra región, de algún modo ayudan a financiar a los países centrales. Esa lógica es lo que el Banco del Sur busca cambiar. Como mínimo, generando condiciones para que canalicemos hacia nuestros países al menos una parte de esos recursos.
¿Qué los diferenciaría de otras instituciones como el Banco Interamericano de Desarrollo, donde está también Estados Unidos, o la ex Corporación Andina de Fomento?
–Queremos instalar una institución de nuevo tipo, con otra visión a la tradicional. Pero debemos aclarar la etapa en que estamos. Después de nueve años, logramos instalar el directorio e ingresamos en una fase que definimos pre operativa. El directorio le da existencia institucional al Banco del Sur para ir generando condiciones. Pero recién estamos recibiendo los primeros aportes. Las otras instituciones tienen muchos años de existencia y otro perfil. Queremos algo distinto: buscar nuestro propio perfil para financiar la integración latinoamericana.
¿A cuánto asciende el capital?
–Los líderes políticos que concibieron al Banco del Sur previeron un capital de 20 mil millones de dólares. Un fondo que buscará ser una herramienta vigorosa que apoye fuertemente la integración. Pero esta etapa es todavía la de ir creando las condiciones para operar en el futuro. Política y funcionalmente, la constitución del directorio es un hecho importante; con todo, hoy el proceso de capitalización y el cronograma son prudentes.
¿Cree que habrá tensión con los nuevos gobiernos de Argentina y de Brasil?
–Las coyunturas políticas cambian, son dinámicas. Los hechos han demostrado que los giros políticos plantean cambios profundos. Pero el Banco del Sur quiere la integración de todos los países de nuestra región. Respetando el acta constitutiva y nuestra visión de nuevo tipo y prioridades –como es la financiación de una integración productiva–, queremos que todos los países, aun con matices políticos e ideológicos distintos, puedan participar. Estamos convencidos de que hay una necesidad objetiva de tener un instrumento de desarrollo de nuevo tipo para canalizar recursos en forma endógena, y separándonos de decisiones de países centrales o del capital financiero global que nos han afectado. Nuestro objetivo es incorporar a todos, con una visión plural, pero con esas metas.
¿Los favorece esta coyuntura?
–La integración productiva es un elemento clave para el desarrollo endógeno de la región. En este siglo XXI, en particular durante los gobiernos progresistas que hemos tenido y seguimos teniendo en algunos casos, con objetivos para mejorar las condiciones de vida de las grandes mayorías, hicimos las cosas bien, tuvimos dinamismo económico y bajamos sustancialmente la pobreza. Pero no cumplimos con mejorar la inserción en el mundo, no rompimos con el rol predeterminado que tenemos asignado, el de ser proveedores de materias primas. Si bien se recuperó parte del excedente, somos dependientes del precio de esos recursos y hoy volvemos a tener un ciclo de precios a la baja, además en un mercado controlado por los países centrales demandantes, con especulación sobre esos precios y con un juego con las tasas interés que afectan a nuestros productos exportables y la calidad de vida y desarrollo de nuestros pueblos. Es decir, tenemos necesidades claras más allá de coyunturas políticas o gobiernos que miren de algún modo este tipo de iniciativas, como la del Banco del Sur, con mayor o menos simpatía.