Los Festivus nunca volverán a ser los mismos luego de la muerte de Frank Costanza. O, mejor dicho, de Jerry Stiller, el actor que desde la serie Seinfeld popularizó la celebración antinavideña que –redes sociales mediante– se convirtió en furor entre las nuevas generaciones en los últimos tiempos. Con 92 años, Stiller falleció esta mañana por causas naturales, según confirmó en Twitter su hijo y también actor Ben. Si bien siempre será recordado en su faceta cómica como el padre cascarrabias y explosivo de George en el programa creado por Jerry Seinfeld, Stiller acumuló más de un centenar de trabajos de todo tipo en el cine y la televisión durante 70 años de trayectoria profesional.
Como una porción importante de los grandes comediantes norteamericanos, Stiller era neoyorquino y judío, una influencia opuesta a la irlandesa y católica de su esposa y partenaire Anne Meara (conocida en el hemisferio sur como “la abuela de Alf”). Esa aparentemente incompatibilidad fue el motor de una buena parte de los números de Stiller & Meara, la dupla humorística que ambos crearon luego de casarse en 1953 y con la cual ganaron popularidad en aquella etapa larval de la televisión norteamericana, especialmente gracias a sus apariciones en The Ed Sullivan Show y en una buena cantidad de publicidades. La pareja registró docenas de producciones de cine, teatro y televisión durante la vida en común. Incluso hasta poco antes de la muerte de Meara en 2015 llevaban adelante una serie web producida por Ben –uno de los dos hijos de la pareja– en la que discutían asuntos de pareja.
Stiller transitó otros géneros durante los ’70, etapa de la cual se recuerda especialmente al policía descreído que, junto al personaje de Walter Matthau, intentaba recuperar el subte secuestrado en La captura del Pelham 123 (1974). Pero en ningún ámbito brillo tanto como en la comedia. Formado en los clubes de improvisación nocturnos de Nueva York, fue el esposo de Divine en Hairspray (1988), de John Waters, y participó en decenas de sitcoms durante la primera mitad de ’80. Pero en los ’90 el panorama era distinto. "Mi agente se había retirado. Tenía cerca de 70 años y no tenía a dónde ir”, recordó a la revista Esquire en 2005, cuando le preguntaron por el papel que acercaría su rostro a una toda una nueva generación de espectadores. Era, claro, Frank Costanza de Seinfeld, un personaje que originalmente no era para él sino para John Randolph, pero que hoy es imposible de imaginarlo con otro rostro.
El guión contemplaba que el papá de George (Jason Alexander, el amigo pelado de Seinfeld) fuera un marido sumiso con una esposa prepotente y tiránica, Estelle (Estelle Harris), pero en los ensayos no funcionó. “Leí mis líneas gentilmente, como me habían dicho, pero fue como si un manto de silencio cayera sobre la habitación”, le dijo al diario USA Today en 1996, y siguió: “Entonces hice la escena de nuevo, pero esta vez gritando y exagerando los movimientos. Todos se rieron. Después Jason me dijo que le pegara. Yo no quería, pero el insistió y finalmente lo hice. Otra vez se rieron todos. Desde entonces gritar y pegar son mis marcas registradas”. Gracias a ese viejo cascarrabias es que los 23 de diciembre millones de fanáticos de la serie alrededor del mundo celebran Festivus, una ceremonia antinavideña que incluye, entre otras cosas, un “aireado de quejas” por el cual cada persona le dice a las otras cómo la decepcionaron durante el año o una prueba de fuerza en la que el padre de familia elige a un comensal para retarlo a un combate de lucha.
Nominado al Emmy como Actor Secundario por este papel en 1997, Stiller adquirió un segundo aire profesional luego de Seinfeld, ya lejos de los roles protagónicos de antaño pero erigiéndose como un partenaire de timing perfecto en el terreno cómico. A esto ayudó Ben Stiller, que para esa época ya era, además de un actor conocido, un realizador de mirada tan ácida como refinada. Su rostro apareció en varias películas emblemáticas de la comedia norteamericana contemporánea, ya sea a través de cameos (El periodista: la leyenda de Ron Burgundy) o de personajes secundarios como el inefable representante de próstata delicada del modelo Zoolander en la película homónima. La última vez que se lo vio en pantalla fue en Zoolander 2 (2015) suplicándole a su pene por un chorro fuerte y constante de pis, en lo que fue la despedida perfecta para un tipo que forzó el lenguaje haciendo que gruñón y gracioso pudieran ser sinónimos.