El tiempo de la cuarentena es un tiempo de duelo. De los ritmos, de las rutinas, de la vida que está en suspenso. Que la quinta temporada de Better Call Saul haya terminado de emitirse antes que termine el confinamiento es por lo menos un motivo para la desazón.
En Better Call Saul, Jimmy McGill, el abogado interpretado por Bob Odernkirk no quiere enseñarnos nada, sólo nos muestra en su devenir cómo se puede responder a nuestra época. Él responde a las preguntas que hizo Kant, y que inauguraron la modernidad: ¿qué puedo yo saber?, ¿qué debo yo hacer?, y ¿qué puedo yo esperar?
Jimmy, desde el principio, no quiere lo que le ofrecen y se resiste a lo que le demandan: la promesa del prestigio, el brillo de su nombre, el éxito profesional siguiendo el ideal del hombre blanco americano. Él es de modesta estatura, pero eso no quiere decir que rechace al sistema. Jimmy sabe que la ley tiene aristas, claroscuros, que cualquier dispositivo es fallido y lo que supera ese agujero es el ‘acuerdo’, que siempre tiene una relación refractaria con la verdad.
¿y qué es lo que él hace? Asistimos a su mutación existencial, a cómo el abogado errático y molesto, el que nunca está donde lo buscan, decide cambiar su nombre, como un modo de la astucia, como un modo de decirse bien, de fabricar su propio bien. En ese movimiento produce también efectos sobre su novia, apegada a ideales morales, ella descubre algo de sí misma, observando la genialidad, a veces oscura o confusa de Jimmy.
La insistencia de escenas de pequeños insectos, hormigas, arañas, que hacen su trabajo impetuosamente para sobrevivir en el territorio desértico que habitan (Albuquerque, la ciudad más grande de Nueva México) son el espejo de esos personajes áridos. La ubicación de la cámara, en lugares extraños como dentro de un balde, de una batidora, desde un vaso de cerveza, o en el baúl de un auto, nos hace preguntarnos de dónde viene esa mirada acéfala y descentrada, si alguien en verdad está interesado en juzgar a dos abogados perdidos en un lugar periférico que podría ser cualquier lugar, porque todos venimos de allí. Del desierto, del sinsentido, de la pérdida, del duelo por lo que no fue ni será. Y los que acuden a Saul Goodman (“buen hombre”) ya lo saben.
Entonces ¿qué pueden esperar estos personajes? Quizás no esperan, son hombres y mujeres de acción, porque se trata de habitar una vida precaria. No de resignarse. Una vez que el duelo pasa, volveremos a reconstruir lo destruido, “quizás – como dice Freud- en terreno más firme y con mayor perennidad”. Hacerse de un nombre y decirse bien es lo único que tenemos. Pero también poder, mejor, llamar, mirar Better Call Saul.