En los inicios del siglo XX, Walter Benjamin presentó una interesante descripción de lo que sucedía con la fotografía y su relación con la realidad. Nos hablaba de un aura en la fotografía que diferenciaba el vínculo con la realidad presencial. En base a estas ideas, hace unos meses escribí para esta sección: “enamorados de las telecomunicaciones, hemos desvalorizado la fuerza del intercambio personal, de la empatía, del gesto en la espacialidad vivida”. Esas diferentes maneras de comunicarnos implican auras fenómeno técnicas con las que percibimos de diferentes maneras aquello que tenemos en frente. La espacialidad vivida no es la misma en una marcha, rodeado de bombos en sintonía, con banderas y consignas colectivas; que la replicación mecánica de un leit-motiv en las redes sociales. El aura fenómeno técnica de las TIC no es inocua ni transparente, a pesar de que mucho así lo crean (o quieran ver). En esa crítica al uso masivo de la tecnología concluía que “si bien la creciente complejidad de la configuración del sentido de nuestra época parecería diluir nuestras identidades en un mar de plataformas tecnológicas, esas identidades siguen vigentes en el sustrato de las interacciones personales”.

Releyendo esas palabras de hace un año me pregunto: ¿cómo se reconfigurará esto con la pandemia? ¿Impacta en las bases culturales que lo sustentan? ¿Se acelera un proceso que creíamos vendría de la mano de un recambio generacional? Claramente no hay certezas al respecto. Los días que vivimos nos enfrentan a un escenario incierto. Pensar a largo plazo, posiblemente, sea pensar de aquí a un mes. Y eso tiene su correlato en lo material -sanitario, económico, productivo, social- como en las subjetividades,reconfigurando sus estructuraciones a partir de las múltiples contingencias que, intempestivamente, nos afectan a cada uno.

En todo caso, entiendo que la noción de Benjamin pueda aportar a la interpretación de esta reconfiguración acelerada del aura fenómeno técnica como resultado de una imposición biológica global. Lo que hasta hoy eran meros facilitadores del vínculo, las TIC, hoy resultan indispensables para el vínculo social; cuando no el único instrumento que los mantiene en una frecuencia aproximada a lo que era. Si bien el aislamiento posibilita cierto contacto con otros en la compra de bienes, o en ámbitos laborales, ese otro representaun “peligro” que acrecienta el sectarismo y la paranoia colectiva. Así, pandemia nos impone un “distanciamiento” en el cual la tecnología deviene el vínculo social; y las actividades son cada vez más mediadas por la tecnología.

Me pregunto, entonces, además de exponer los problemas de la densificación urbana, ¿cuál será el impacto de este aislamiento en los aspectos culturales y en las subjetividades? ¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que este aislamiento termine por reconfigurar nuestras formas de vincularnos? ¿Serán las tecnologías la base de una reconfiguración que depare en una nueva “normalidad”; o la resiliencia de nuestra cultura empujará a una búsqueda de aquellas formas pre-pandemicas de vincularnos, promoviendo un “regreso” a los tiempos dorados? No lo sé… de lo único que me siento seguro es que la historia no vuelve para atrás. Si ocurriese dos veces, primero será tragedia y luego una miserable farsa.

Daniel Lanson es Ingeniero Industrial, Doctor en Ciencias Sociales, UNLu–UNA–CODEHCOM